Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

lunes, noviembre 18

Victorias de la extrema derecha en Alemania y Austria gracias a la socialdemocracia


 A principios de septiembre la extrema derecha alemana (Alternativa para Alemania o AfD) ganó las elecciones regionales en el estado oriental de Turingia y quedó en segundo lugar en el de Sajonia (donde ganaron los conservadores), llevándose un tercio de los votos. Un par de semanas después, la AfD casi repitió victoria en Brandemburgo (donde esta vez ganaron los socialdemócratas), mientras la ultraderecha austriaca (Partido de la Libertad o FPÖ) se convirtió en la primera fuerza de su país. Se trata de la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que formaciones de este tipo ganan las elecciones en estos países germánicos. Algo muy significativo, dado que son dos Estados tradicionalmente antifascistas y que el líder la extrema derecha alemana fue condenado por emplear lemas nazis

 «Hoy, tras estos resultados, ya previsibles, se derriba inmisericordemente el mito de la desnazificación y de los deberes bien hechos tras el Holocausto«, explica Miquel Ramos en Público. «Björn Hocke, el candidato de AfD por Turingia, no disimula sus guiños al nazismo, algo que, como se ha demostrado en estas elecciones, no ha tenido reproche más allá del supuesto consenso antifascista que se atribuyen el resto, aunque en otros temas, como en materia migratoria o en su inquebrantable apoyo a Israel, no anden tan lejos de estos ultras.

Es quizás también esta hipocresía la que ya deja ver las costuras de un falso aprendizaje de la historia, algo que se evidencia más todavía con la postura de todos los partidos ante el genocidio en Gaza, y que pasa por su alineamiento acrítico con Israel, incluida una parte de la izquierda de Die Linke, cuyo candidato por Leipzig posaba una camiseta del ejército sionista. Es el fracaso de una izquierda cada vez más descafeinada, más asimilada, falta en propuestas valientes, y que a menudo no ha sabido encontrar su sitio ni comunicar bien sus propuestas. Así, además de las sucesivas decepciones, se ha prestado a una caricaturización constante y a una problematización de las luchas por los derechos de diferentes colectivos, lo que llaman las políticas de identidad. La ridiculización y la falsa dicotomía que establecen interesadamente algunos entre estos derechos y la lucha de clases ha impregnado una parte de los debates dentro de las izquierdas, algo que la derecha ha sabido leer muy bien y que se empeña en estimular constantemente. Y algo que ciertas izquierdas o determinados movimientos parecen ignorar, e insisten en ponérselo siempre fácil a quienes están a la caza de cualquier extravagancia para exhibirla como ejemplo de la decadencia que promueve lo que llaman posmodernidad y woke«.

Hoy es el este de Alemania, ayer fue Francia, antes de ayer Países Bajos. Y un poco antes, Italia (otro país en el que el antifascismo formaba parte del consenso social hasta la victoria de Meloni), Suecia, Finlandia, Hungría, Polonia, etc. La ultraderecha se ha vuelto mainstream en Europa. O en el mundo entero, si nos fijamos en resultados electorales como los de Filipinas, Brasil, India o Estados Unidos, por citar algunos ejemplos.

Alemania: Una década agitando la xenofobia y exprimiendo las divisiones nacionales

En los resultados alemanes hay, como es lógico, unas especificidades nacionales. Hace unos años empezó a pisar fuerte la organización islamófoba Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente, mejor conocida por la sigla PEGIDA, que, en medio de la “crisis de los refugiados”, en el invierno de 2014-2015, organizó marchas multitudinarias anti-inmigración. En 2017 —cuatro años después de su fundación— AfD irrumpió con fuerza en el Bundestag, obteniendo el 12,6% de los votos y 94 escaños, y aunque el apoyo en el este era muy superior (con un 21,9%), en el oeste lograron un hasta aquel momento impensable 10,7%. Dos años después, en las elecciones regionales de Turingia, Sajonia y Brandemburgo el partido ultraderechista quedó en segundo lugar con más del 20% de los votos.

Los herederos de los nazis han sabido aprovechar el descontento que impera en el este, donde siguen pesando las divisiones que han permanecido tras la reunificación de Alemania y la sensación de que son ciudadanos de segunda. Otro factor es el hecho de que Alemania está experimentando una nueva transición político-económica-social que genera recelos en lugares como Sajonia, denominada Silicon Saxony por la floreciente industria de microchip y cuya economía ha crecido un 30% desde 2000. La AfD ha aprovechado la reacción general al acelerón de la «modernización» por parte de los que sienten que se quedan atrás, especialmente culturalmente y económicamente.

«Lo sucedido en Alemania no es excepcional ni inaugura ningún sendero que no se esté transitando ya desde hace años. Es la muestra de un declive, de una sensación de falta de alternativas y de narrativas que nos alejen del miedo y del odio, de la distopía que imponen en el imaginario colectivo y que promueven quienes temen perder sus privilegios, y que abrazan quienes todavía tienen algo que perder«, dice Miquel Ramos.

Comprando el argumentario de la extrema derecha

Sin embargo, el mayor factor que explica el auge de la extrema derecha (en Alemania, pero también en el resto de Europa) es la estrategia de los partidos conservadores (como la CDU) y socialdemócratas (SPD), que compran los argumentos de la extrema derecha pensando en recuperar a votantes, sin entender que entre la copia y el original, elegirán al original.

El proceso de normalización de estas formaciones, empezado por los que ocupaban el centro o el centro-derecha del arco ideológico, ha permitido que contaminen todo el debate político. El eje se ha escorado a la derecha y llenado de odio, especialmente en materia de inmigración. El racismo, el machismo, la islamofobia y el apoyo al sionismo y al colonialismo han dejado de ser tabú, se han normalizado y, por tanto, los políticos que alardean de ostentar estas posturas parecen opciones legítimas.

«Son sus posturas sobre migración las que protagonizan las principales críticas, obviando que la gran mayoría del resto de partidos defiende lo mismo o se mueven bajo el mismo marco. Un marco cedido ya desde hace tiempo a la extrema derecha y que es instrumental para el capitalismo, obviando el componente estructural y empujando a la clase trabajadora, autóctona y migrante, a competir por los recursos«, explica Miquel Ramos en Público.

Cuando el canciller de centro izquierda, Olaf Scholz, apareció en la portada de Der Spiegel con el titular “Debemos deportar a gran escala” en octubre de 2023, quedó claro que el gobierno socialdemócrata, que había llegado al poder con promesas de políticas humanitarias y sociales, se había desplazado significativamente hacia la derecha. Las políticas derechistas lo siguieron, como la reducción del apoyo financiero para proyectos sociales como la asesoría psicológica y los cursos de idiomas.

 El 16 de septiembre, unos días después de las elecciones en Turingia y Sajonia, Scholz cerró las fronteras de su país, contraviniendo leyes alemanas e internacionales. En un esfuerzo por frenar la inmigración, especialmente la entrada de solicitantes de asilo que ya han atravesado otros Estados de la UE, anunció la ampliación de los controles fronterizos temporales para cubrir todas sus fronteras terrestres hasta marzo de 2025 como mínimo. La ministra de Interior, Nancy Faeser, declaró que el gobierno está adoptando “una línea dura contra la migración irregular”. Según Faeser, mientras el nuevo Sistema Europeo Común de Asilo  y otras medidas no aseguren una protección efectiva de las fronteras exteriores de la UE, Alemania debe intensificar el control de sus fronteras nacionales con el objetivo de proteger al país de amenazas como «el terrorismo extremista islamista y la delincuencia transfronteriza«. La policía ha señalado que los controles ordenados ya están provocando escasez de personal en la Policía Federal.

El primer ministro polaco, Donald Tusk, criticó públicamente el plan unilateral de Alemania, considerándolo una suspensión sistemática de la frontera Schengen. Por su parte, el ministro del Interior austriaco, Gerhard Karner, señaló que Austria no aceptará a los migrantes rechazados por Alemania, enfatizando que no hay margen de maniobra ahí.

Bajo el lema #StopMigration, el ultraderechista húngaro Viktor Orbán dio la enhorabuena a la medida en Twitter: “Alemania ha decidido imponer estrictos controles fronterizos para frenar la inmigración ilegal. Bundeskanzler Scholz, ¡bienvenido al club!”.

Un proceso que se da en toda Europa

La normalización de la extrema derecha es algo que estamos viviendo en el Estado español desde hace años y que se ha acelerado en los últimos meses. Y es que a lo largo del último verano, el discurso del Partido Popular de Feijóo se ha ido paulatinamente acercando al argumentario de Vox. Todo ello mientras Alvise irrumpe en la escena esparciendo bulos.

Este mismo proceso lo pudimos ver recientemente con el ex primer ministro holandés y próximo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que durante sus 13 años en el Gobierno de Países Bajos hizo del endurecimiento de las políticas migratorias una de sus banderas, cuando el Partido de la Libertad de Gert Wilders le pisaba los talones. En las elecciones del año pasado, tras la dimisión de Rutte por la negativa de sus socios de coalición de dar una vuelta de tuerca más a las reunificaciones familiares, la formación de Wilders acabó ganando y, tras siete meses de negociaciones, está en un Gobierno de coalición —con los conservadores del VVD, el partido de Rutte, los democristianos de NSC y los campesinos BBB— en el que ocupa cinco de los de las 15 carteras.

El caso de Suecia es también ejemplar. Las elecciones de 2022 fueron las primeras elecciones en la que ya el bloque conservador no descartada un apoyo directo o indirecto de la extrema derecha para llegar al poder. Tras una campaña en la que los conservadores del Partido Moderado abrazaron el ideario de mano dura contra la inmigración, la ultraderecha con raíces nazi de los Demócratas de Suecia (SD) les arrebató la segunda plaza. El líder conservador, Ulf Kristersson, es hoy primer ministro pero gracias a un acuerdo con SD que, si bien no tiene carteras ha conseguido que entraran en el programa de gobierno sus peticiones en tema de asilo e inmigración. “Para nosotros ha sido decisivo que un cambio de poder se traduzca en un cambio de paradigma en lo que respecta a la política migratoria”, dijo tras el líder de la formación ultraderechista Jimmie Akesson.

La principal lección que nos dejan las elecciones alemanas, repetición de un patrón ya claro a escala europea, es que prometer no llegar a acuerdos con la extrema derecha no es una condición suficiente para frenar su auge. Sobre todo si, en el camino, como en el caso de la inmigración, ya se ha normalizado su discurso o se han aplicado directamente algunas de las medidas propuestas por estos nazis.

El simple miedo al auge de la extrema derecha o a la amenaza del “retorno de los años 20/30” y de las “nostalgias fascistas” ya no es suficiente para frenar el avance del fascismo. Sin la construcción de un discurso que no sea solo “en contra de” y que se acompañe de una práctica de apoyo mutuo, jamás lograremos pararlo. Y esto es algo que se debe construir de abajo a arriba. Los movimientos sociales son hoy el mejor antídoto contra la extrema derecha. Estar en los barrios, con la gente, trabajando a pie de calle y por y para la comunidad, es imprescindible para vacunar contra el odio y el miedo que la extrema derecha trata de infundir. Señalar a los verdaderos culpables de la precariedad y ofrecer el apoyo mutuo como alternativa a lo securitario y a los discursos de odio. Trabajar la solidaridad de clase, el apoyo mutuo, los cuidados y el sentido comunitario es construir un muro frente a la extrema derecha, que tan solo ofrece más policía y menos servicios públicos y menos derechos para las personas más vulnerables. Las instituciones no van a acabar con la extrema derecha porque en parte, ésta forma parte de éstas, así que, como hemos dicho siempre, solo el pueblo salva al pueblo.

 

https://www.todoporhacer.org 

viernes, noviembre 15

Vamos a quemarlo todo


no mendigamos

robamos

no respetamos nada

no esperamos nada

no creemos en nada

no tenemos nada

nos alimentamos de nuestra propia rabia

no agachamos la cabeza

no nos arrodillamos

no tenemos miedo

porque no tenemos nada que ganar

escupimos

mordemos

arañamos

luchamos cuerpo a cuerpo

porque estamos desarmados

y nos hemos despojado de todo lo que nos ataba

estamos desnudos

solos

a la intemperie

heridos

quemados

preparados

para encender la mecha

de la destrucción

 

«volver a la tierra» josé pastor gonzález (Rasmia Ediciones)

 

martes, noviembre 12

¿Qué fue de la lucha de clases?

 

Se atribuye a Marx, pero el concepto de la lucha de clases como motor histórico, al parecer y como tantos otros factores, ya se había bosquejado con anterioridad al ínclito autor de El capital. Sea como fuere, qué diablos ha quedado hoy, en esta época que tantos denominan posmoderna, de ese conflicto entre poseídos y desposeídos. Vamos a dejar a un lado el llamado materialismo histórico, es decir, todo ese rollo de desarrollo de las fuerzas productivas, que serían las determinantes de las clases sociales, el cual llevaría paulatinamente al progreso, se pasaría del capitalismo al socialismo dictadura del proletariado mediante para, finalmente, llegar a la sociedad comunista. Sin negar la importancia filosófica de Marx (y de Engels), aunque extremadamente crítico con la praxis política a la que dio lugar su pensamiento, hay que decir que me resulta difícil creer que, a día de hoy, todavía haya quien crea de manera rígida en esa visión finalista de la historia (pero, haberlos haylos, y siguen descifrando el jeroglífico marxista para encontrar alguna esperanza en no sé muy bien qué). Algunos sesudos consideran que el marxismo no contenía exactamente una visión teleológica de la historia (signifique lo que signifique eso), pero uno no puede pensar en un heredero mejor de la escatología cristiana: promesas de un paraíso final, que no llega, ni en esta vida ni en la otra.

Uno, claro, se queda con los anarquistas que, aceptando por supuesto la existencia y el conflicto entre clases, su lucha contra toda forma de opresión (no solo la económica) les hizo tener una visión más amplia, pragmática y, si queremos llamarla así, también realista. Donde unos aseguraban que sería el proletariado el sujeto revolucionario protagonista de la sociedad futura, los libertarios aseguraban que había que dar voz a todos los oprimidos (incluidos los que algunos llamaban desclasados). De acuerdo, pero eso era en el desarrollo de la modernidad, que algunos consideran periclitada (yo, no necesariamente), vemos qué ocurre en la aparentemente desesperanzada sociedad posmoderna. Creo que en la mayor parte del imaginario colectivo, contaminado por las visiones liberales más mezquinas, desgraciadamente, no hay apenas cabida para dicha confrontación entre clases. Y no me refiero a intelectualoides visiones de desarrollo histórico, sino a lo que observamos en el día a día en los llamados, de forma harto irónica, países avanzados; una ingente clase media o gris, con múltiples problemas, pero con la ilusión de una vida acomodada y aspirante incluso a subir un poquito en el escalafón social, a la que no extraña demasiado que haya personas tiradas en las calles provenientes del tercer y cuarto mundo (el segundo, creo que quedó ya en el recuerdo).

Pero, tengamos fe y esperanza (perdón por la retórica religiosa). A los anarquistas, y estoy seguro de que somos más de los que pensamos, no sé muy bien si seguimos creyendo en la lucha de clases (noción contaminada, efectivamente, por la visión marxista), pero nos repugna ver a otro ser humano pasando necesidad y quiero pensar que trabajamos por una sociedad, aceptando su diversidad (sobre todo, que no esté uniformada en su mezquindad), en la que ese sentimiento esté todo lo extendido posible. Hoy por hoy, hay toda suerte de justificaciones al ver que alguien esté durmiendo en la urbe entre cartones o se mira hacia otro lado cuando tantas personas se juegan la vida cruzando fronteras buscando una vida mejor. En otras palabras, se acepta de una manera u otra las peores taras en la humanidad como irresolubles o tal vez se piensa todavía en esa ilusión del progreso como algo abstracto. La realidad es que hay gente que, en estos momentos, está sufriendo y muriendo por causas que son perfectamente solucionables si la ética no estuviera totalmente distanciada de la política y la economía; al capitalismo, que se ha señalado como el principal perpetrador de la división de clases sociales, se unen en connivencia los intereses de la clase política dirigente. Todo clases y más clases para mantenernos a las personas atomizadas sin un verdadero sentimiento fraternal y solidario. Pero, seguiremos trabajando para que emerja algo mejor, y el ser humano ha demostrado en ocasiones tener rasgos auténticamente loables, frente a toda esa capa actual de ruindad y mediocridad. Llamémosle como queramos.

 

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2024/09/29/que-fue-de-la-lucha-de-clases/

sábado, noviembre 9

Seguid mirando a los árboles

 

Son solo columnas de madera que se ramifican en las alturas, que abren sus brazos donde nuestra mirada se queda corta. Nos interrumpen alguna vez el paseo, pero nos dan mucho más sin que nos demos cuenta. Aprendemos a esquivarlos como a elementos arquitectónicos (farolas, columnas, mástiles), pero dentro tienen vida. Nos regalan la magia de la naturaleza donde nos sentimos desconectados de ella, en nuestras ciudades, y un cobijo para la lluvia y el sol, y nos sobreviven sin que lo admiremos lo suficiente: están más cerca de la divinidad de lo que lo estamos los seres de carne.
 

Durante el verano, has ido con tu hija al parque a mirar los árboles, uno de sus pasatiempos antes de que las pantallas le arrebaten la atención. La ves levantar la cabeza, mirar a las ramas; sus ojitos de bebé se abren inmensos y permanece como extasiada mientras sus manos y pies tiemblan. Intentas mirar a través de sus ojos, un ejercicio de curiosidad y humildad supremas, pero solo ves árboles. Te preguntas: ¿qué mirará? Te esfuerzas por seguir la línea de sus pupilas hacia la cima del plátano que os regala sombra. ¿Qué mirará, qué estará mirando que nosotros los adultos ya no vemos, quizá algo que hemos invisibilizado, o perdido por el camino?

En el fondo, tú tampoco los miras. Haces lo que hacemos casi todos: caminamos deprisa por la ciudad, sin mirar hacia arriba, sin preguntarte de dónde viene esta sombra; esquivamos sus árboles, los damos por hecho. No advertimos su grandeza o sus sufrimientos, las marcas de sus luchas, las podas extremas que los dejan lisiados y enfermos por haber sido plantados demasiado cerca unos de otros. Algunas podas les reducen la vida en cientos de años, me cuenta un jardinero municipal. Cuando llueve, desesperados, tratan de florecer por sus muñones.

Los transeúntes permanecemos ignorantes a la masacre: el del árbol es un mundo de silencios. Por las calles, si nos fijamos, vemos sus cadáveres planos en los alcorques, arrancados en silencio para dejar sitio a terrazas, párquines o carreteras. Cuando una motosierra cercena un tronco, movida por la mano humana, queda en la herida su historia: cada uno de los círculos marca un año. Que nuestra breve existencia arranque al árbol la posibilidad de seguir la suya, mucho más larga, parece una aberración.
 

Los árboles no estuvieron siempre en nuestras ciudades. En el origen existieron solo en los espacios privados de los jardines árabes, los patios romanos, los monasterios medievales. Después, salieron al exterior a mezclarse con el paisaje urbano y conceder al paseante edenes y rincones y la silueta de los cipreses en los cementerios. Con la apertura de las murallas, las ciudades se expandieron y se motearon de verde y el arbolado se democratizó, y la era industrial y el hacinamiento nos lo dejó claro: los árboles tienen propiedades higiénicas y sanadoras, y surgió la Ciudad-jardín, y los modelos urbanísticos utópicos que entienden la naturaleza como un elemento medioambiental necesario, deseado, sin el que nos morimos de nostalgia.


Hoy, el coche ha dominado nuestras ciudades y exigido paso y pleitesía. Europa está lejos de la aberración de las “ciudades no caminables” norteamericanas, las autopistas construidas sobre ruinas de vecindarios mayormente negros. Sin embargo, a veces parecen querer arrastrarnos en dirección a esa distopía. En nuestras ciudades, los coches, parados el 90% del tiempo, ocupan casi el 70% del espacio público.


Igual que tu hija, mucha gente está levantando la cabeza para mirar (casi descubrir) los árboles. A darse cuenta de golpe de que siempre han estado ahí, regalándonos sombra y cobijo y absorbiendo dióxido de carbono; que nos hacen falta cuando la crisis climática se nos abalanza, cuando plantar árboles se ha demostrado una posible cura para los veranos que podrían matarnos.

En época estival extrañamos más su sombra; quizá por eso el verano pasado vio nacer algo fascinante: el despertar de un movimiento vecinal por la lucha medioambiental. En Madrid -una de las peores islas de calor del mundo- surgió en respuesta a la ampliación de una línea de metro, cuyas obras trajeron decisiones que amenazaron la arboleda y que algunos consideran innecesarias. La población madrileña se organizó, se manifestó y encadenó a los troncos, incluso trepó por sus ramas. Se salvaron 500 árboles. Ahora, el coche vuelve a ganarle espacio a la vida: cientos de ejemplares peligran por la construcción de una pista de Fórmula Uno y el contrato de aparcamiento subterráneo en la plaza de Santa Ana, que promete a la empresa que lo gestiona enormes beneficios. En el calor del verano, Ayuso ha propuesto cambiar la ley que protege al arbolado para que pueda ser talado a cambio de dinero y no de replantación. Otra zancada en dirección contraria a la ciencia.

Fuera de nuestras fronteras también han empezado a mirar a los árboles. En París impidieron un arboricidio para crear un jardín antes de los Juegos Olímpicos. En Berlín hubo protestas masivas donde Tesla taló más de 800 acres para construir una gigafábrica de coches. También en Bristol, Bombay, Malta, Vancouver, Sídney: gente que se enfrenta a los intereses de las grandes empresas para exigir ciudades habitables, sin más agenda que la ciencia.
 

Cuando acaba el verano y no necesitas su sombra, todos nos olvidamos de ellos. O quizá no. En el parque, tu hija sigue levantando la cabeza en su búsqueda, la boquita absorta, mirada fija de emoción. Tú aprendes de ella, del camino de sus ojos. Aprendes de las movilizaciones vecinales: cuando la conciencia se enciende, ya es difícil apagarla. Aunque acabe el verano, sigamos buscando las ramas altas, imaginando lo que hubo en los alcorques, la sombra que tendría esa avenida si le arrancáramos el asfalto. Aprendamos a mirar alrededor, darnos cuenta de dónde se posan nuestros pies, de que hay muchas formas de habitar y de diseñar nuestros espacios y que merecemos un lugar vivible, manoseada palabra: apto, aceptable, tolerable, admisible, óptimo, urgente, un espacio donde librar esta lucha contra el colapso y existir en paz y en todo el bienestar alcanzable. Una ciudad que se enfrente, con orgullo, a las lógicas que parecen ir en contra de la vida y de todas las vidas futuras. Una ciudad mejor para ti, para tu hija, para todos.

 

https://www.elsaltodiario.com 

miércoles, noviembre 6

Lucrecia: Un crimen de odio

 


David Cabrera y Garbiñe Armentia. Serie Documental de cuatro capítulos. Disney. 2024.

Cuatro capítulos de 30 minutos son insuficientes para abordar el asesinato de Lucrecia Pérez en 1992. Un feminicidio racista que fue expuesto en los medios de comunicación como el primer crimen xenófobo de la democracia, y que dejó una marca indeleble en la historia social y judicial de España. Los hechos son de sobra conocidos: de la plaza de los Cubos (situada en el centro de Madrid, junto a la Plaza de España, y epicentro habitual de la basura nazi durante años) sale un coche rumbo a Aravaca, lo conduce un guardia civil que porta pistola e ideología de extrema derecha incrustada en el alma, junto a él van tres chavales menores de edad que son skinheads nazis, el tipo conduce saltándose semáforos hasta las ruinas de la discoteca Four Roses, situada a la orilla de la carretera de la Coruña, donde pernoctan migrantes dominicanxs que mayoritariamente trabajan explotadxs limpiando las casas de la clase alta local, irrumpen a patadas y el agente de la autoridad descerraja tres tiros contra quienes estaban cenando a la luz de una vela, vuelven a Cubos a beber cerveza y jactarse de la hazaña, Lucrecia fallece en el acto y otro hombre permanece herido de cierta gravedad. Lo que aporta este documental, y a la vez en lo que se queda claramente corto, no tiene que ver con cuestiones periciales ni reconstrucciones ficcionadas de las que son habituales en los programas televisivos, sino con la exploración del conjunto de circunstancias de toda índole que posibilitan el propio asesinato.

En palabras del fiscal que formularía la acusación durante el juicio, a Lucrecia Pérez se la mata por pobre, negra y extranjera. La España moderna y seductora de las Olimpiadas de Barcelona y la Expo’92 tiene una sórdida cara B: un cuerpo armado como la guardia civil lleno de fascistas (de hecho, el Estado tendría que indemnizar a la hija de Lucrecia al reflejarse en la condena que pese a que los mandos conocían la filiación ideológica del asesino, no hicieron nada al respecto), familias adeptas al antiguo régimen que crían pequeños rapados, un terreno social abonado al racismo alimentado a su vez con la explotación laboral de las primeras poblaciones migrantes, desidia policial frente a una oleada de agresiones, coexistencia de nostálgicas organizaciones de ultraderechistas con la ultraviolencia callejera de Bases Autónomas (que precisamente instaban a la organización informal autónoma y las acciones descentralizadas contra personas racializadas, homosexuales y movimientos sociales)… El asesinato no responde a una acción planificada por un movimiento organizado, pero eso no quiere decir que se trate de algo aislado, todo lo contrario, se inserta en una serie de lógicas y contextos. Y lo relevante de visionar esta serie documental reside en recurrir a la memoria histórica para para pensar el racismo tres décadas después, cuando este mismo verano se han producido los pogromos racistas de Reino Unido (jaleados a través de redes sociales por el fascista Tommy Robinson y a la sombra de las palabras de Elon Musk prediciendo lo inevitable de una guerra civil en Europa) y su conato de reproducción en nuestro territorio a raíz del asesinato de un niño en Mocejón, Toledo (aquí los bulos de que el culpable era un migrante magrebí fueron promovidos por el eurodiputado Alvise Pérez, periodistas de medios de digitales financiados con fondos públicos, distintos militantes de extrema derecha y una masa informe de ciudadanos dispuestos a creer y compartir la mierda que les echen siempre y cuando les exculpe de sus propias miserias).

En 1992 se produjeron movilizaciones antirracistas por todo el país, algunas de ellas históricamente multitudinarias, el antifascismo se fue dotando progresivamente de estructuras y recursos para dar respuesta a la ofensiva xenófoba. Hubo una respuesta social porque se produjo una interpelación social efectiva que arranca de la propia organización y protesta de la comunidad dominicana madrileña. Para muchas personas supuso el acercamiento a asambleas y colectivos de base. Quizás un producto cultural generalista como Lucrecia: Un crimen de odio pueda ser útil a la hora de hacernos preguntas con las que diseccionar el racismo que atraviesa hoy nuestra sociedad y poder combatirlo en mejores condiciones. ¿Cómo impactaría una noticia parecida cuando se está retransmitiendo un genocidio por redes?, ¿hay una suerte de anestesia emocional frente al horror, una distancia postpandémica con respecto a la realidad más cruel?, ¿cómo desbordarla si es que existe?, ¿hay maneras de anticipar una respuesta organizada en la calle frente a quienes buscan desencadenar disturbios raciales?, ¿hasta qué punto la propagación de bulos racistas pueden acabar en asesinato?, ¿cuál es el papel dentro de la violencia xenófoba de la gente más joven (al asesino de Lucrecia le acompañaban tres chavales de instituto de 16 años)?, ¿cuál es la incidencia real de la extrema derecha en las fuerzas de seguridad del estado (porque esta existe, véase por ejemplo el reciente acuerdo de un sindicato policial con la empresa Desokupa para recibir formación o los porcentajes de voto destinado a Vox entre policías y militares) y hasta dónde puede llegar (recordemos que este mismo año se han investigado a 400 policías en Alemania por sus vínculos con organizaciones neonazis)?, ¿qué sabe realmente eso que llamamos la opinión pública de las condiciones de vida de la población migrante, de su trascendencia en la economía (el empresariado más racista de este país es a su vez el que más se vale de la mano de obra barata), de la naturaleza de sus comunidades y vínculos (en el documental, Bernarda Jiménez, presidenta de la Asociación Voluntariado Madres Dominicanas, explica claramente cómo venían alertando de que algo así podía suceder sin que nadie les hiciera caso)…?

Démosle un valor de uso a este documental. El auge internacional del racismo lo exige.

 

https://www.todoporhacer.org 

domingo, noviembre 3

Comprendimos muy tarde que el clima es un ser vivo


 

Comprendimos muy tarde que el clima es un ser vivo

y no líneas y cifras sobre un mapa.

Que la abeja era un ser complejo y caro

y en sus alas bailaba nuestra suerte.



Amamos la inmortalidad más que a la vida

y conseguimos dejar un legado

una firma indeleble, una herencia.

Nos tendrá en su memoria todo inocente

o animal que tachamos de la lista.



En un pasado puro reside el misterio:

cómo era ser Emily Dickinson

cantar al árbol sin ser su verdugo

guardar el apocalipsis en un libro.

Dejar intacto el mundo detrás.





Ana Pérez Cañamares. En: Se agota el tiempo: rebelión poética por el clima. Ed. La Vorágine / Voces del Extremo. 2024

lunes, octubre 28

¿Debe dejar de ser festivo el 12 de octubre?

 

¿Debemos eliminar el 12 de octubre del calendario de festivos? Movimientos antirracistas y anticoloniales opinan que sí, en este vídeo vídeo de Susana Albarrán y Mar Sala para Sphera nos cuentan sus razones.

viernes, octubre 25

¿Quién financia el genocidio de Israel sobre el pueblo palestino?

 

Se cumple un año del 7 de octubre y el genocidio perpetrado por Israel se ha cobrado la vida de más de 41.500 gazatíes. El ejército israelí ha asesinado más niñas y niños que las muertes producidas en cualquier otro conflicto armado reciente. Y mientras esto sucede, un puñado de empresas armamentísticas occidentales experimentan un dramático ascenso en sus beneficios y valores bursátiles.

El Centre Delàs d’Estudis per la Pau ha analizado las principales exportaciones de armas a Israel en los últimos diez años, además de analizar y documentar casos en los que se han usado armas y municiones concretas, el número de víctimas que han causado y las empresas que las han fabricado y transferido al ejército sionista. Como resultado han publicado el informe «La banca armada y su corresponsabilidad con el genocidio de Gaza«, que revela que hasta 12 entidades financieras españolas han financiado de una forma u otra a empresas armamentísticas que proveen armas y municiones al Estado de Israel (ya sea prestando dinero a las empresas mediante líneas de crédito y préstamos corporativos, o mediante la suscripción de bonos o la compra de acciones, lo cual les permite formar parte de la junta directiva de estas entidades). Entre el listado de financiadoras se encuentran bancos como CaixaBank, Ibercaja o Banca March, pero los que más destacan son Banco Santander y el BBVA. De los 4.188 millones de dólares que tienen comprometidos estas 12 entidades, 4.000 millones de dólares han sido facilitadas por estas dos. Financian empresas como la italiana Leonardo (que fabrica los proyectiles M830A1 de 120 mm lanzados por los tanques israelíes), las estadounidenses General Dynamics (que manufactura los kits JDAM y bombas GBU) y Boeing y la alemana Rheinmetall, entre otras.

Por su parte, el Gobierno del PSOE y Sumar, pese a que pide un alto al fuego en Gaza y hace gestos vacíos a favor del Estado palestino, no para de hacer negocios armamentísticos con Israel. Tanto mediante la venta (por ejemplo, vendió municiones a Israel por valor de 987.000 euros en noviembre de 2023) como mediante la compra de armas (ha destinado 1.027 millones de euros a comprar armamento a Israel desde el 7 de octubre, viéndose Elbit Systems, una de las compañías israelíes que más se lucra con la ocupación, como una de las grandes beneficiadas). Desde el año 2000, el Estado español ha vendido armas a Israel por valor de 139 millones de euros.

Tenéis mucha más información sobre estos sucios negocios en El Salto, eldiario.es y Público, gracias al trabajo de periodistas como Olga Rodríguez y Santiago Reviejo y de economistas como Yago Álvarez Barba, que han desgranado las conclusiones del informe realizado por el Centre Delàs.

En definitiva, Estados, empresas y banca hacen negocio con el genocidio. Y esto, unido a los valores del supremacismo y colonialismo occidental, supone una de las razones por las que nadie lo va a parar.

La campaña «Fin al comercio de Armas con Israel» lucha por poner fin a estos negocios manchados de sangre. Tenéis más información sobre la misma en la web de Fin del Comercio de Armas con Israel


 https://www.todoporhacer.org

martes, octubre 22

Mitos

 


La neutralidad no existe.

Son los padres.

 

El crecimiento perpetuo no existe.

Son los padres.

 

La tecnología salvadora no existe.

Son los padres.

 

Los padres no existen.

Son las madres.

 

 

José María López Medina. En: Voces del Extremo: Poesía y resonancia. Ed. La tortuga búlgara, 2024