Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

sábado, noviembre 4

¿Nihilismo?

 


Me entero de que se ha acusado a los bodoques ultrarreaccionarios de Vox de nihilistas. Soy consciente de que no son los mejores tiempos para el conocimiento político y filosófico, pero la confusión llega a extremos irritantemente surrealistas. Presuponiendo que son honestos, que es mucho presuponer, los integrantes de la ultraderecha suelen ser, precisamente, todo lo contrario, fervorosos creyentes deseosos de imponer sus dogmas a los demás. Me recuerda un genial diálogo de una de las mejores comedia de los Coen, El gran Lebowski; ante la aparición de un grupo terrorista, compuesto por patanes que aseguran ser nihilistas, otro peculiar personaje espeta: «¿Nihilistas? ¡Hasta los nazis creían en algo!». Es posible que el genial chiste aluda indirectamente a Nietzsche, filósofo con el que se puede estar o no de acuerdo, pero cuyo pensamiento resulta imposible vincular a ninguna forma de fascismo, en mi nada modesta opinión. En cualquier caso, no es mi intención ponerme estupendo a nivel intelectual, o tal vez sí, pero viene al caso lanzar unas cuantas reflexiones para tratar de hacer justicia con esa concepción filosófica vital tan interesante llamada nihilismo. Cierto es que, a un nivel vulgar, el término de marras suele identificarse con la absoluta falta de un principio moral o político. Bueno, la cosa no es tan descabellada como parece en un primer vistazo, ya que la ausencia de dicho principio o fundamento puede ser la negación de cualquier esencia, en lo que atañe al ser humano y la realidad social y política que construye, y se abre la puerta por lo tanto a algo mejor.

De hecho, y emparentamos aquí con lo libertario, anarquía alude por supuesto a la negación de toda autoridad, pero también a todo principio o fundamento; recordamos aquí que el arché o arjé, de la antigua filosofía, alude precisamente a eso. Pues sí, voy a ponerme un poco estupendo desde posiciones intelectuales poco o nada humildes. Como hemos mencionado a la filosofía de la Antigua Grecia, merece la pena mencionar a propósito de una concepción amplia y vitalista del nihilismo a los sofistas, que siempre me interesaron por su actitud de cuestionar y debatir sobre todo, o incluso a un escepticismo radical; todo esto, tengo la lúcida impresión, tiene mucho que ver con la afirmación de que todo se encuentra en permanente movimiento y, consecuentemente, todo varía en función de nosotros mismos. No pocas veces se identifica el nihilismo, no solo con negación, también con una intención aniquiladora; bien, pues viene también al caso traer la máxima del bueno de Bakunin, al que en ocasiones también se ha calificado de nihilista, «¡La pasión por la destrucción es también una pasión creativa!»; como debe interpretar cualquier mente bien oxigenada, esto no supone en absoluto arbitrariedad y, de nuevo, aparece un horizonte parece una realidad más decente, ya que el anarquista ruso se refería de forma obvia a todo institución que favorezca la injusticia social.

He afirmado a menudo que la filosofía nihilista es un magnífico equilibro para un pensamiento y unas prácticas anarquistas, basadas en una fuerte moral solidaria y de apoyo mutuo. Y, por supuesto, hay que mencionar a uno de los más lúcidos analistas del nihilismo, a un Albert Camus cuya lectura es recomendable para todo aquel que desee un horizonte vital amplio. En una de las obras cumbres del siglo XX, El hombre rebelde, con la que se identificaron de forma obvia los ácratas, Camus relaciona nihilismo con rebeldía, que se relaciona con la negación de Dios, pero también de toda idea trascendente. Y ello, mensaje para navegantes dogmáticos y creyentes, no supone negar en absoluto toda concepción de la moral y la justicia. También hay que mencionar, claro, a Max Stirner, cuyo nihilismo es más vital y satisfactorio que el de un Nietzsche, al que se ha acusado en alguna ocasión haberse inspirado en el autor de El único y su propiedad; Stirner nos propone acabar con toda idea trascendente que anule al ser humano, entendiendo a cada individuo de forma concreta y con una personalidad susceptible de ser potenciada. Sea como fuere, y sin entrar en demasiadas disquisiciones sobre una u otra filosofía, está claro que el nihilismo puede entenderse como una rebeldía hacia lo establecido; es posible que como la negación de todo principio, pero en nombre de nueva acción moral y como una apertura hacia un mayor y mejor horizonte para la existencia humana. He dicho.

 

Juan Cáspar

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