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viernes, diciembre 9

Elon Musk, Twitter y la farsa de la libertad de expresión


A finales del pasado mes de octubre, el multimillonario sudafricano Elon Musk se convirtió en el dueño de Twitter, tras comprar la empresa por 44.000 millones de dólares. De esta manera, a golpe de talonario, se hizo con el medio de comunicación más importante del mundo. A nadie se le escapa que Twitter es un lugar de encuentro entre políticos, periodistas, empresas, sindicatos, colectivos y organizaciones sociales y políticas, activistas, individualidades de todo tipo y un largo etcétera. Esta red social tiene el poder de colocar temas en la agenda pública y de moldear las opiniones de millones de personas a base de hashtags. Por tanto, quién lo controla, qué algoritmos utiliza para potenciar determinados mensajes, qué normas de uso pone (dónde pone los límites) y cómo sanciona a las infractoras puede ser determinante para influir en la política mundial.

¿Quién es Elon Musk?

Bebé en bancarrota; parásito supremo; grano petulante; beneficiario del Apartheid; besaculos de dictadores; oligarca fuera de la ley; colonizador inseguro; cruel acumulador de riqueza; niño mediocre; privilegio presurizado; pequeño racista; megalómano; millonario inútil” – Mensaje proyectado sobre la fachada de la sede de Twitter en San Francisco por algunas de sus trabajadoras el pasado 18 de noviembre

A estas alturas de la película, todo el mundo sabe quién es Elon Musk. Nacido en el seno de una familia rica en Sudáfrica que hizo su fortuna durante el Apartheid (“teníamos tanto dinero que no podíamos cerrar la caja fuerte”, ha rememorado Musk alguna vez), emigró hace décadas a Canadá y posteriormente a California, donde abrió varias empresas tecnológicas. Se forró creando PayPal y desde entonces su dinero y fama han ido en aumento, desarrollando los coches automatizados de Tesla y los cohetes espaciales de SpaceX. Actualmente, a través de esta última empresa, ostenta una importancia geopolítica considerable, pues sus satélites son vitales en conflictos como, por ejemplo, la Guerra de Ucrania.

Las salidas de tono y polémicas de Musk también son conocidas. Por ejemplo, durante los primeros meses de la pandemia de la Covid-19 se opuso fervientemente a los confinamientos sanitarios y solicitó que sus trabajadoras siguieran acudiendo a las fábricas, aunque supusiera un riesgo para su salud.

Pero quizás sea menos conocida su ideología política. Según relatan medios como The Guardian y Business Insider, Musk, al igual que el alemán Peter Thiel (cofundador de PayPal que abandonó Facebook para dedicarse a la reelección de Trump y que financia movimientos de extrema derecha en Europa) y otros jefazos de empresas tecnológicas de Silicon Valley, se creen dioses sobre la Tierra y su filosofía rectora se denomina “altruismo efectivo”. Se trata de poner la ciencia al servicio del bien común y sus pilares son el largoplacismo (priorizar el futuro lejano sobre el presente, lo cual tiende a convertir a quienes lo practican en indiferentes al sufrimiento de quienes les rodean), el transhumanismo (la creencia en la evolución de la humanidad más allá de sus limitaciones biológicas a través de la tecnología) y el pronatalismo.

El pronatalismo, vinculado al largoplacismo, busca solucionar los problemas demográficos de la sociedad europea actual mediante la reproducción a gran escala de quienes son genéticamente superiores (o sea, ricos). Es decir, creen que los retoños de los grandes genios (especialmente del sector tecnológico) van a ser más inteligentes que el resto (además de mejor alimentados y educados que los hijos de la clase obrera), por lo que el mundo sería mejor si el 1% mejor del planeta se reprodujera a una velocidad superior y reemplazara al resto de la humanidad. Musk ha puesto en práctica esta idea y actualmente tiene 10 hijos con mujeres diferentes.

Según explica un artículo del periodista Nafeed Ahmed, esta ideología (desarrollada por profesores de las universidades de Leibniz y Oxford que creen que en el futuro nos fusionaremos con máquinas y eliminaremos los riesgos genéticos para asegurar la felicidad de la mayoría), aunque puede ser minoritaria en el mundo, está teniendo una enorme influencia en los dirigentes de Facebook, Google, Amazon y Microsoft… y en la Administración Biden. Incluso el podcaster de la Alt-Right, Joe Rogan (conductor del podcast más escuchado del mundo), suscribe estas ideas. Ahmed sitúa la compra de Twitter en una estrategia de potenciar esta filosofía.

Por otra parte, el profesor Jaime Caro explica que Musk, Thiel y su amigo Steve Jurvetson han calculado que el mercado de la fertilidad mueve 78.000 millones de dólares y están invirtiendo fuertemente en él con empresas como Genomic Prediction.

Consecuencias de la compra de Twitter

Una de las primeras medidas de Musk tras hacerse con Twitter fue despedir a los principales cargos directivos de la empresa. Poco después, los directores de publicidad, marketing y recursos humanos anunciaron que se marchaban. A esto les siguieron los despidos masivos de trabajadoras de la compañía en Estados Unidos, Europa y Asia. En total, de las 7.500 personas que tenía en plantilla, a prácticamente la mitad (3.700) se les ha comunicado su despido. Algunas se enteraron cuando dejaron de tener acceso a los canales de comunicación interna. En muchos casos, como en España, los despidos se han llevado a cabo sin respetar la normativa de los ERE y posiblemente sean nulos. Se calcula que estos despidos masivos, justificados como “necesarios” por las “pérdidas diarias de 4 millones de dólares que soporta la empresa1 buscan ahorrar 1.000 millones de dólares anuales a Musk, cantidad que se corresponde con la que el millonario tiene que devolver a los bancos por los préstamos que adquirió para la compra de Twitter.

A mediados de noviembre, Musk envió un email a todos sus empleados en el que les instaba a decidir si permanecían o no en la compañía, dándoles un plazo de 36 horas para decidirse. En esta carta avisaba de largas horas de trabajo a gran intensidad y les exigía compromiso con la labor “extremadamente dura” para construir Twitter 2.0: a partir de ahora se pondrá fin a la posibilidad de teletrabajar y se trabajarán horas extra y en fines de semana. Y lo que es más grave, varios de los empleados que han permanecido (la mayoría hombres) están difundiendo, orgullosos, sus terribles condiciones laborales, como si se tratara de un reto personal a superar: fotos durmiendo en sacos de dormir en la oficina, cenas de mala calidad delante del ordenador, etc.

Por fortuna, muchas empleadas no han tolerado lo que denominan “la cultura tóxica de Musk en la empresa”. Según la revista Fortune, cerca de 1.200 trabajadoras podrían haber abandonado la compañía. En caso de confirmarse esta cifra, Twitter habría pasado, en menos de un mes, de emplear a más de 7.000 trabajadores a tener sólo 2.000 personas en plantilla. Esto provocó rumores de que la red social se podría apagar. #TwitterOff fue trending topic durante muchos días.

Twitter como oasis de la libertad de expresión

Según Musk, el objetivo de la compra de Twitter es la defensa de la libertad de expresión. De hecho, se autoproclama “absolutista de la libertad de expresión”. Movido por su endiosamiento, manifiesta estar a disgusto con la censura que han sufrido miles de personas a las que se les cerraron las cuentas – como Donald Trump (por incitar al asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021), la política Marjorie Taylor Greene (por difundir bulos), el rapero Kanye West (por divulgar mensajes antisemitas), milicias de extrema derecha, etc – y quiere solucionar, individualmente (pues no concibe otras formas de trabajar) el problema.

Desde que Musk ha tomado las riendas de la red social, ésta ha devuelto muchas de las cuentas que habían sido suspendidas permanentemente a sus titulares, la mayoría de derechas. Entre los readmitidos se encuentran Donald Trump (quien ha rechazado la oferta, alegando que ha creado su propia red social, Truth Social y que, para promocionarla, sólo informará desde ella). Además de la cuenta de Trump, Musk también ha reactivado la cuenta del periódico conservador satírico The Babyloon Bee, que concedió el título de “hombre del año” a una mujer trans. O la del psicólogo Jordan B. Peterson, que también publicó un tweet tránsfobo, en este caso contra el actor Elliot Page. También ha recuperado la cuenta del rapero Kanye West, que había sido excluido de la red por difundir mensajes antisemitas, racistas y machistas. Al poco tiempo de recuperarla, West acudió a un programa de televisión online de extrema derecha, Info Wars, donde dijo que “quería a los judíos, pero a Hitler también”. En España, sabandijas varias están luchando actualmente por la restauración de las cuentas de Estado de Alarma TV (el difusor de odio y bulos de Javier Negre) y del desinformador fascista Alvise Pérez.

Según una investigación del Centro para Contrarrestar el Odio Digital, el uso diario de la llamada “palabra que empieza por n” (n word) para referirse despectivamente a personas negras bajo el reinado de Elon I es el triple del promedio de 2022 y el uso de insultos contra homosexuales y personas trans aumentó un 58% y un 62%, respectivamente. “Musk ha encendido la batseñal para atraer a racistas, misóginos y homófobos a Twitter y éstos han respondido a su llamamiento”, indicó el director de este Centro, Imrad Ahmed, a la CNN.

 


Sin embargo, la pretendida neutralidad y defensa de la libertad de expresión de Musk no es tal. La realidad es que, mientras recupera cuentas de extrema derecha, está eliminando perfiles antifascistas en oleadas. Las últimas en sufrir esta censura fueron las compañeras del colectivo anarquista CrimeThinc. Como explica un comunicado suyo: “El 24 de noviembre, un nacionalista blanco […] publicó un tuit a favor de oleadas de eliminación de cuentas en Twitter. Elon Musk le respondió, manifestando estar de acuerdo con él, y el troll ultraderechista Andy Ngo le respondió, pidiendo expresamente que la cuenta @crimethinc fuera borrada. Dos horas después, Musk lo hizo.

La cuenta @crimethinc se remonta a mayo de 2008. Nunca había sido suspendida, ni había recibido ningún aviso, en 14 años. Ngo no facilitó material nuevo, sino tuits de hace años. Otras usuarias de Twitter fueron banneadas igualmente el mismo día.

El discurso de Musk de convertir Twitter en un foro de libertad de expresión es una mentira. Musk compró Twitter para imponer su agenda en la red social más influyente de todas, la cual se escapaba al control de personas como él. […]

Mientras da la bienvenida a Donald Trump, supremacistas blancos y fascistas a Twitter, Musk purga a quienes se oponen a sus aspiraciones autoritarias. El objetivo tras silenciar nuestras voces es para allanar el camino para otras formas de violencia.

Históricamente, siempre ha habido dirigentes que se han aliado con la extrema derecha y el fascismo. En este sentido, Elon Musk sigue los pasos de Henry Ford, promocionando a reaccionaros que le ayuda explícitamente para atacar a movimientos populares. Y, como ocurría en los tiempos de Ford, el resto de los dirigentes, incluyendo centristas y progresistas, esperan beneficiarse del silenciamiento de las voces disidentes sin mancharse las manos.

Esto es posible, en parte, porque la mayoría de empleadas de Twitter han dimitido o han sido despedidas. Un gran número de las que permanecen dependen de sus visados de trabajo para permanecer en Estados Unidos, un ejemplo sombrío de cómo las fronteras sirven para imponer su agenda sobre sus empleadas, incluso las que ganan bastante dinero.

Cuando Musk dice que está construyendo Twitter 2.0, se refiere a la transición del Internet original – foros, Indymedia y un modelo abierto y más o menos participativo – a una nueva red mundial, en la que todas las interacciones están afectadas por los algoritmos de una oligarquía de jefes tecnológicos. Lo que ya ha ocurrido con Facebook e Instagram está ocurriendo actualmente con Twitter y es la consecuencia inevitable de la dependencia que tenemos en redes sociales creadas por corporaciones”.


Toda nuestra solidaridad con las compañeras silenciadas.

 

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1En el programa 2×38 del podcast La Base, Sara Serrano explica que “en el primer trimestre de 2022, Twitter acumuló beneficios por más de 500 millones de dólares, multiplicando por siete las ganancias del mismo periodo del año anterior. Además, en los últimos 12 meses sólo se ha devaluado un 1% en bolsa. Esto contrasta enormemente con las fuertes caídas en el mercado de valores de otras grandes tecnológicas, como Meta, con una caída del 70% y Amazon que se devaluó un 97%”.

 

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