Ruymán Rodríguez, en Solidaridad Obrera de CNT Cataluña, ha publicado un extenso artículo titulado “Cuando el lumpen levanta la voz”, en el que dice defender la abolición de la prostitución, pero hace una encendida defensa de la creación de un sindicato de prostitutas, que interpreta como un gesto de emancipación de las propias mujeres sometidas al sistema prostitucional.
En consonancia con los argumentos que esgrimen los regulacionistas y los defensores del “lobby” proxeneta, Rodríguez considera que el rechazo a la creación de este sindicato es una muestra de “clasismo”, una injerencia burguesa en la autoorganización de mujeres (puntualiza que hay también hombres en el mercado, pero menos) y que muestra una desconfianza paternal en la capacidad y agencia de “el lumpen”.
A nuestro juicio, es precisamente lo contrario: es clasista considerar que las mujeres en prostitución tienen otra categoría, una posición especial (aquí definida como lumpen) que hace que para ellas sea aceptable lo que nunca soportaríamos para nosotros mismos. Las mujeres en prostitución somos, potencialmente, todas las mujeres y también las niñas que ahora están creciendo, en un mundo cada vez más precario en el que la pobreza amenaza, sobre todo, a la población femenina.
La autoorganización de las putas es para nosotras y nosotros, anarquistas, una buena noticia. Que las personas que sufren las mismas opresiones creen y estrechen lazos, sobre todo cuando son opresiones atravesadas por el grado de violencia y misoginia que se da en el campo de concentración que es el burdel, no puede ser sino saludado como un bien. En España, funcionan desde hace años y sin ningún tipo de problema legal asociaciones como Hetaira. Están creciendo plataformas feministas que integran a supervivientes del sistema prostitucional, hermandades que sirven para levantarse contra los opresores, proxenetas y puteros. No hay, pues, ningún problema con la libre asociación de las mujeres en prostitución.
Sí, con defender que la forma de asociación tenga que ser reconocida por el Estado como un “sindicato”, que integra “trabajadores de un sector”. Porque lo que Rodríguez y los regulacionistas nos quieren colar con la excusa de la libre organización de las mujeres es el reconocimiento como “trabajo” de la explotación más antigua del mundo, la prostitución. Sería el único sindicato del mundo cuya creación es aplaudida como un gran avance por la ‘patronal’ y por la ‘clientela’, un sindicato apoyado con vehemencia por partidos nada amigos de los trabajadores, como Ciudadanos.
Cabría preguntarse ¿Todo lo que se hace por dinero, en este mundo que esclaviza a la Humanidad, es trabajo? El trabajo humano tiene dos vertientes: la expresión de la propia fuerza creadora de las personas, que a través del trabajo se trascienden y benefician a toda la comunidad, y la creación de bienes y servicios que cumplen necesidades sociales. Hay, pues, trabajos creadores y satisfactorios, y otros desagradables pero imprescindibles para la vida de las comunidades. ¿Es socialmente necesaria la prostitución, la servidumbre sexual de las mujeres o de los hombres feminizados para la satisfacción masculina? (Ya que la demanda es abrumadoramente masculina). Rotundamente no. Las mujeres han ido conquistando, con mucho dolor y de manera incompleta, la propiedad de sus cuerpos. Ni del Estado, ni del patrón, ni de la Iglesia, ni del varón. El sistema prostitucional garantiza a todos los hombres, en cualquier lugar del mundo, el acceso al cuerpo de mujeres, niñas u otros hombres a cambio de dinero. Ese “harén democrático” es uno de los privilegios más antiguos del patriarcado, incompatible con la sociedad libre que defienden los anarquistas.
En prostitución, lo que está en venta no es un servicio, es una libertad personal, la libertad sexual. A cambio de precio, se da un consentimiento sexual genérico, consentimiento en muchas ocasiones viciado, por adicciones, traumatizaciones sexuales previas y otras violencias. No hay un pacto ideal de hombre adulto a mujer adulta, son sucesivos hombres, muchos de ellos en pandilla o fratría, ejerciendo su poder e imponiendo su corporeidad a mujeres en situación de vulnerabilidad.
Por otro lado, la historia de los ‘sindicatos’ de prostitutas que se han legalizado en otros países muestra que en numerosas ocasiones han sido utilizados para blanquear un negocio criminal, parasitados por proxenetas, y no han servido para mejorar las condiciones de vida de las mujeres en los territorios en los que han actuado. Como ejemplo, dejo este enlace sobre la Unión Internacional de Trabajadoras Sexuales. (https://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/a-quien-representa-en-realidad-la-union-internacional-de-trabajadoras-sexuales)
Por último, los hombres de bien, en este debate, deberían meditar éticamente si están autorizados a defender, aunque sea de modo indirecto, un mercado atroz que se sostiene por la demanda del sexo al que pertenecen, y del que se benefician aunque sea simbólicamente. Todos los hombres, puteros o no, caminan simbólicamente sobre los hombros de las putas. Porque la prostitución les da la primera lección de quién es el amo aquí; La prostitución les dice a los hombres: eres tan importante que todas estas vidas pueden ser sacrificadas para satisfacer tus deseos. Y a las mujeres: eres tan insignificante que puedes ser sacrificada para la satisfacción del deseo de otro.
Acabo con una frase de Delia Escudilla, sobreviviente de prostitución: “las mujeres no necesitamos que se legalice la prostitución, necesitamos que se extinga la violencia y la pobreza que nos empuja a ella”. Salud y Anarquía.
GRUPO ANARQUISTA DE ASTURIAS HIGINIO CARROCERA
http://grupoanarquistahc.wordpress.com
http://grupoanarquistahc.wordpress.com
¿Aceptar la asociación de prostitutas en un sindicato no es aceptar que la prostitución es un trabajo como otro cualquiera?
ResponderEliminar