Para los diggers que todavía habitan en nuestros corazones
Es tiempo que entendamos que tenemos que
reivindicar el delito. Somos delincuentes. Eso es lo que hacemos:
piratear, robar, traficar. Somos ladrones, criminales. Simple,
reconociendo este hecho es que podremos escapar más rápidamente,
escondernos mejor, no ser identificadas, continuar con nuestra
labor. Somos las grietas, ocupamos y ensanchamos las fisuras de este
sistema que nos vende la ilusión de que es orgánico, de que constituye
una barrera indemne, infranqueable. Es mentira. Toda pared puede ser
agrietada. ¿Cómo hacer?
El ejercicio de los derechos jamás
beneficiará a quienes desean quebrar las lógicas del sistema. Los
derechos son los propios sustentáculos de este sistema. El tiempo de los
artistas, y del arte político ha dejado ya una estela tras de sí. Crear
(el acto creativo) y su identidad privilegiada aparentemente
meritocrática forma parte de una construcción socio-política-cultural a
la cual los delincuentes nos oponemos. No nos interesa el reconocimiento
dentro de esta lógica, sino el intercambio que atente contra esta
construcción.
Si nada sale de la nada, como creía
Leibniz, si los elementos ya están dados de ante mano, como creía el
primer formalismo ruso, entonces nuestro único mérito “creativo” es
recombinar elementos y hacerlos circular, es decir la puesta en común.
No se trata de realizarlo en un sistema político ajeno al cuerpo, sino
en aprovecharse de los fallos de este sistema para provocar
microprocesos revolucionarios que posibiliten nuevas sublevaciones y
procesos de singularización. Para esto tomaremos las armas que nos
sirvan. Robaremos sus dispositivos de subjetivación para luego fugarnos.
El arte, el artista, se alimenta de una
promesa sistémica. Muchas veces su pago siquiera es material, muchas
veces adopta formas de coerción más intrincadas: prestigio, se le llama a
esa brutal mentira de reterritorialización de la propiedad privada que
el joven artista encarna cuando habla de “culto”. Aquello a lo que
llamamos arte político pega como acto de consolación ciudadanista.
Desmaterialización de la culpa. Civilidad antipolítica. La política en
tanto pipa de Magritte. Pseudocompromiso sacrificial. Los dispositivos
estéticos realmente incumbidos del terrorismo inmediato no necesitan la
incorporarse a esta categoría. El arte es el efecto colindante del
museo-mercado. Aquellos que chillan por un arte independiente, por un
arte político, por un arte sin fines de lucro, no son lo suficientemente
talentosos para lograr ingresar al capitalismo. El único arte
revolucionario es el no-arte.
Hay una razón que no aceptaremos; hay una apariencia de sabiduría que nos horroriza; hay una petición de acuerdo y conciliación que no escucharemos. Hemos sido reducidos a esa franqueza que no tolera la complicidad.Blanchot
Los situacionistas definían al
proletariado de una manera profundamente inventiva; proletario es todo
aquél que ha perdido el control de sus operaciones vitales y que lo
sabe. En esa fisura es donde asentaban la posibilidad de una nueva
radicalidad.
El trabajo es la fuente de casi toda la
miseria en el mundo. Casi todos los males que puedas mencionar provienen
del trabajo, o de vivir en un mundo diseñado para el trabajo. Para
dejar de sufrir, tenemos que dejar de trabajar. El artista, aquel que
quiere vivir del arte, aquel que quiere trabajar de lo que le gusta no
puede quebrar las lógicas de la política del capitalismo tardío: vivir
del trabajo, trabajar dignamente. Su esquema perceptivo del gusto es la
propia construcción que neutraliza su subjetividad en este campo de
batalla.
Aun hay envidia, estupidez, el deseo de
ser alguien, de ser reconocido, la necesidad de valer algo y, peor aun,
la necesidad de autoridad. Son las ruinas que el viejo mundo ha dejado
en nosotros y que todavía no hemos abandonado. Los conceptos suelen
encerrar praxis vitales, formas de vida, estados de excepción, alianzas y
estrategias factibles, llamamientos para encontrarnos en el medio de la
niebla, modos de acción directa, atentados contra el orden como lo
conocemos. Los conceptos no nacen solos pero, como las crías humanas,
tampoco pertenecen a quienes las alumbran, sino al devenir de las ideas,
a las ecologías que las han parido, a los gestos que transmiten, y
sobre cualquier a cuerpo que desee usarlos para conspirar contra lo
establecido. Los conceptos son ontológicamente libres. La tierra y los
conceptos “pertenecen” a quienes la habitan y la trabajan. Si es que
algo son, es ser un modo de acción.
“Los conceptos no son generalidades que se encuentran en el espíritu de la época. Al contrario, son singularidades que reaccionan frente a los flujos ordinarios de pensamiento (…) Un concepto es algo que posee una fuerza crítica, política y de libertad.”Deleuze
Se trata de un nueva máquina de guerra,
poderosa y potente: arma eficiente que cuenta con manifiesta potencia de
destrucción y creación propia de las bestias mitológicas. Es el fruto
desviado, el vástago inconfeso, del cruce de una noche de juerga entre
el accionismo vienés y la postpornografía. Este concepto como tal no
tiene dueña, porque una potencia de esta magnitud debe poder ser
invocada por cualquier cuerpo que se disponga a pelear contra el Imperio
en términos de magia y sexo. Debe poder ser usado por todos.
“Si el intercambio es el criterio de la generalidad, el robo y la donación son los de la repetición. Existe por tanto una diferencia económica entre ambos”Deleuze
Esto significa la diferencia entre quien
se va a la guerra y quien quiere vivir del arte. ¡Estamos en guerra!
¿dónde armarás tu trinchera? ¿Cómo armarás tu barricada? ¿Cómo funcionan
tus armas? ¿Quiénes tus aliados en combate? ¿A que tipo de afectividad
entregarás tu vida? ¿De qué afectos todavía seremos capaces? Nadie sabe
lo que el cuerpo puede. No hay lugar para lectores, espectadores o
consumidores de arte en un tiempo en el que todo cuerpo tiene que tomar
posición y actuar.
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