Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

jueves, noviembre 6

Las personas curvas


 

 Mi madre decía: a mí me gustan las personas rectas.


A mí me gustan las personas curvas,
las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.

A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva.
El día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!

Y no me gustan las personas rectas,
el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
(en las que puedes contemplar las curvas
y conocer la tierra);
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.
Y la paciencia es curva.
El pan es curvo
y la metralla recta.

No me gustan las cosas rectas
ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas:
a mí me gustan los maestros curvos,
las maestras curvas.
No los dioses rectos:
¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!
El baño es curvo,
la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas.
Vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.

A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.

 

Jesús Lizano 

lunes, noviembre 3

El concepto de libertad en las ideas anarquistas

 


La libertad es, para la filosofía anarquista, su tema central; de ahí que se haya dado en llamar libertaria. Para el anarquismo, la libertad constituye una conquista vital y social; la cuestión no es tanto que el ser humano sea libre de forma innata, sino que precisamente encuentra los caminos para ejercer su libertad porque es la característica primordial de su existencia.

Al margen de lo que pudieran pensar los anarquistas decimonónicos, la evolución de las ideas libertarias muestra una filosofía más vitalista que idealista, su concepto de la libertad no es abstracto sino marcado por una serie de valores concretos situados en un mundo en constante devenir. En la línea del pensamiento de Albert Camus, es el ser humano, también en la vida social, el que se muestra capaz (o no) de otorgar sentido a su existencia; la vida queda marcada para el anarquismo, en suma, por un esfuerzo constante de liberación. Insistiremos en que ese esfuerzo se muestra condicionado por multitud de fuerzas externas, de ahí que la lucha por la libertad pasa por la instauración de una sociedad no represiva que permita su crecimiento. Hay quien ha definido, y no podemos estar más de acuerdo, el anarquismo como una práctica de liberación (Formas y tendencias del anarquismo, Rene Furth). No se cae en ingenuidad alguna, se es consciente de que el individuo puede caer, y lo hace demasiado a menudo, en una inercia contraria a todo compromiso liberador; un motivo más para insistir en un concepto positivo de la libertad, en la construcción de una sociedad con las condiciones adecuadas para ejercerla.

Como ya se ha insistido numerosas veces, la libertad anarquista nada tiene que ver con la preconizada por el liberalismo, más propia del individuo aislado y necesitado para ejercerla de la explotación de sus semejantes y del privilegio económico. Recordemos, una vez más, las palabras de Bakunin: «La libertad sin socialismo es el privilegio, la injusticia. El socialismo sin libertad es la esclavitud y la brutalidad». Antes de eso, el propio Proudhon ya dijo que la libertad aislada, sin vida social, produciría «aún menos sociedad que bajo cualquier otro sistema». La libertad del anarquismo va estrechamente unida a la solidaridad, al apoyo mutuo; la libertad personal, la autonomía individual, no se relega nunca, se elude toda coerción, pero se recuerda constantemente la necesidad de la vida comunitaria. Por otra parte, solo la práctica de la libertad genera una mayor libertad, por lo que cualquier sistema autoritario es incompatible con el anarquismo. Por lo tanto, se rechaza dentro de la filosofía anarquista, tanto el individuo aislado, como el totalitarismo y toda forma autoritaria. Recordemos de nuevo a Bakunin: «Nada es más peligroso para la moral privada de hombre que el hábito del mando. El mejor hombre, el más inteligente, el más desinteresado, el más generoso, el más puro, se echará a perder siempre ante el mando. Hay dos sentimientos inherentes al poder que no dejan de producir nunca esta desmoralización: el desprecio de las masas populares y la exageración del mérito propio. El poder y el hábito de mando se convierten para los hombres, aun para los más inteligentes y virtuosos, en fuente de maldad intelectual y moral».

La libertad para el anarquismo, en definitiva, se realiza en la vida social. Otros conceptos para ejercerla en su plenitud son la solidaridad, el apoyo mutuo y el contrato libre.

De nuevo Bakunin:


«Yo no soy verdaderamente libre más que cuanto todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad es, al contrario, su condición necesaria y su confirmación. Yo no llego a ser verdaderamente libre más que a través de la libertad de los otros, de manera que cuanto más numerosos sean los hombres libres que me rodean y más profunda y amplia su libertad, más lo será la mía. Es, al contrario, la esclavitud de los hombres lo que pone una barrera a mi libertad; o, lo que es lo mismo, su animalidad es una negación de mi humanidad. La libertad, pues, es cosa complejísima, y antes que nada eminentemente social, ya que solamente en sociedad, y dentro de la más estrecha igualdad solidaria de cada uno para con todos, puede realizarse».

Adelantándose a lo estudiado tiempo después por la sicología social, Bakunin nos recuerda que


«cada hombre que conocéis y con el que os relacionáis, directa o indirectamente, determina vuestro ser más íntimo, contribuye a haceros lo que sois, a constituir vuestra propia personalidad».

La libertad implica, de forma obvia en el anarquismo, igualdad. Esa igualdad no es, por supuesto, uniformidad: es más, es la aceptación de la diversidad y de la complejidad lo que lleva a la negación de todo Estado. Frente a las propuestas liberales, formales y finalmente vacías, la libertad anarquista se realiza en función de los demás y de forma efectiva; nuestra autonomía implica a los otros, al igual que en un concierto en el que los músicos intentan sintonizar entre ellos sin que cada miembro pierda la libertad individual. La filosofía anarquista, como nos recordaba Herbert Read (Anarquía y orden), no es esencialista, no parte de ningún punto de partida; como se ha dicho anteriormente, la libertad en el ser humano es una condición posible de su existencia, sobre el individuo recae la responsabilidad de llevarla a cabo. Insistimos en lo pragmático de la filosofía anarquista. La elección de la libertad como parte fundamental de sus propuestas sitúan al anarquismo, con seguridad, como la más profunda y sólida de las teorías políticas modernas. Solo puede entenderse la idea de libertad en el anarquismo atendiendo a muchos otros conceptos: la igualdad, la pluralidad, la autonomía, la educación, la solidaridad como factor de cohesión social o el espacio público como diálogo y confrontación.

En este repaso somero por el concepto de la libertad en el anarquismo, mencionamos a Stirner, pero recordando su difícil acomodación a la filosofía ácrata. Su individualismo extremo, su exaltación de la libertad como una fuerza vital absoluta, le hace caer seguramente en cierto irracionalismo y le opone a la gran mayoría de los pensadores anarquistas; no obstante, su reivindicación de la soberanía individual y su lucha con toda abstracción y trascendencia, plasmadas en su espectacular obra El único y su propiedad, merecen ser siempre recordadas. Para las ideas anarquistas, al menos para la mayoría, por ser cautos, el ser humano es eminentemente social y solo en sociedad puede ser libre o esclavo, lo mismo que feliz o infeliz. El siempre pragmático Malatesta asegura: «Por consiguiente, en lugar de aspirar a una autonomía nominal e imposible, debe buscar las condiciones de su libertad y de su felicidad en el acuerdo con los demás hombres, modificando de acuerdo con ellos aquellas instituciones que no les convengan». La sociedad libertaria, huelga decirlo, es contingente y no resultado de ley natural alguna, resulta posible o no según lo decidan los seres humanos; Malatesta, lejos también de cualquier idealismo y parafraseando a Bakunin, «la libertad de un individuo halla, no el límite, sino el complemento en la libertad de los demás», considera ese aserto como una bella aspiración; no obstante, se recuerda la complejidad y pluralidad de la vida social, por lo que los gustos y necesidades de los demás suponen tantas veces una cortapisa a nuestros propios deseos. Se trata, no obstante, de una reivindicación de la necesidad de acuerdos mutuos y de la comprensión de los posibles conflictos y desilusiones que, sin duda, también existirían en una sociedad libertaria.


https://acracia.org/

viernes, octubre 31

Incendios. Capitalismo inflamable

 

 

En junio de 2017, tres incendios sacudieron el mundo de manera casi simultánea. En Pedrógão Grande, Portugal, 66 personas fallecían bajo las llamas en un campo asfixiado por el calentamiento global y los eucaliptales. En la Galería Nicolini de Lima, Perú, dos trabajadores morían encerrados en condiciones de semiesclavitud, en contenedores apilados en el tejado del centro comercial. En la Torre Grenfell, en Londres, un incendio mataba a 72 personas de madrugada, mientras algunas cenaban y otras dormían. 

En el libro Incendios, Una crítica ecosocial del capitalismo inflamable, Alejandro Pedregal recorre diferentes dimensiones de la violencia y peligrosidad del capitalismo a través de estos tres incendios casi simultáneos Hablamos con Alejandro para ver como cada uno de estos incendios sirve para reconstruir las condiciones históricas por las que la naturaleza ha sido mercantilizada, el trabajo explotado bajo el capitalismo global, y el neoliberalismo ha asaltado los espacios destinados a la reproducción social. 

Aquí, el fuego sirve tanto de metáfora como de fuerza material y tangible: expone la amoralidad estructural del orden capitalista, sus ciclos de destrucción social y ecológica, y su papel en la configuración de las condiciones planetarias actuales. 

linternadediogenes@gmail.com

martes, octubre 28

¿Qué se juega en el deporte?

 


El fútbol no es un deporte. Este es el título de un artículo que firma Fernando García Regidor para la página web de la CNT de Bilbao. En el texto, no demasiado extenso, el listado habitual de prácticas abominables que rodean al llamado deporte rey. Es un artículo que representa a la perfección la corriente de opinión que, aun defendiendo la práctica deportiva, rechaza los derroteros que ha tomado el deporte profesional, y más concretamente el fútbol, por lo que éste tiene de alienante, embrutecedor y capitalista.

Los argumentos a favor de esta corriente de opinión no son pocos. Si nos centramos, por ejemplo, en el fútbol, vemos como las grandes competiciones deportivas se han convertido en lucrativos negocios. Por otro lado, muchos de los clubes de fútbol han tolerado que sus cargos directivos hayan ido a parar a grandes empresarios que, en no pocas ocasiones, carecen de cualquier tipo de relación con los barrios y ciudades en los que se enraízan los clubes, y, lo que es peor, utilizan sus puestos de poder en la esfera deportiva para favorecer sus negocios privados. Y estos son solo un par de apuntes relacionados con la cuestión.

Teniendo en cuenta lo anterior, en los últimos tiempos no son pocas las voces que claman por un modelo de deporte, también en lo que afecta al fútbol, donde los intereses mercantiles queden marginados y sean los valores positivos del deporte los que tengan protagonismo. A partir de ahí, también encontramos una corriente de opinión, cada vez más importante en el seno de la militancia política y social de izquierdas, que considera imprescindible recuperar el deporte como una arena política en la que intervenir, apostando decididamente por un modelo deportivo que, por un lado, recupere su genealogía obrera y, por otro, sirva como correa de trasmisión de los valores antagónicos al capitalismo.

Al final, nos encontramos con un debate que no es nuevo. Como nos recuerda Gerard Pedret en La revolución deportiva. Anarquismo y deporte en Cataluña (1931-1939) (Piedra Papel Libros, 2022), no son pocos los artículos escritos en la prensa anarquista catalana que dan cuenta de la pugna entre aquellos sectores del movimiento libertario que consideraban el deporte una forma de entretenimiento burgués, y aquellos otros que apostaban por la creación de clubes deportivos asociados a la clase obrera para, entre otros objetivos, favorecer espacios de sociabilidad saludables entre los jóvenes y utilizar el tejido deportivo con fines proselitistas.

En realidad, el rechazo a las derivas mercantilistas del deporte y la apuesta por un modelo deportivo de carácter popular, han ido siempre de la mano. Sin embargo, hay una parte de la historia de la transformación del deporte en un espectáculo de masas que suele ser bastante ignorada y que, a día de hoy, sigue teniendo eco en las luchas emprendidas por los deportistas para mejorar su condición social. Tal y como nos cuenta Alberto Luque en Melé en las gradas. Reflexiones para la recuperación del deporte obrero (Piedra Papel Libros, 2022), fue precisamente la lucha por la profesionalización del deporte y la mejora de las condiciones laborales de los obreros que practicaban rugby o fútbol, la que permitió la socialización masiva de la práctica deportiva y su recuperación para los intereses de la clase trabajadora.

Efectivamente, desde finales del siglo XIX hasta la finalización de la II Guerra Mundial, la explosión de clubes deportivos vinculados a las organizaciones obreras se hizo sentir especialmente en Europa y Latinoamérica. Atrás quedaron aquellos clubes deportivos fundados por las grandes empresas capitalistas con el propósito de domesticar a sus plantillas. Por el contrario, durante estos años proliferaron los equipos creados directamente por militantes socialistas y anarquistas, y aquellos otros que, a pesar de no deber su creación a organizaciones de izquierdas, nacieron en barriadas obreras, pueblos mineros, distritos fabriles, etcétera. En ese sentido, si rastreamos la historia de buena parte de los clubes deportivos que hunden sus raíces en los albores del siglo XX, encontraremos que muchos de ellos han nacido por iniciativa de la clase trabajadora.

Junto a ello, no podemos olvidar que fueron los deportistas de extracción obrera ―aquellos que después de cada partido debían volver al tajo― quienes exigieron compensaciones por lesión, días de descanso y una retribución digna por jugar que, como en el rugby, siempre fue criticada por aquellos jugadores de extracción burguesa y aristocrática que defendieron el amateurismo a ultranza. Una lucha que canalizaron a través de un amplio repertorio de herramientas de protesta y reivindicación, incluida la huelga, que les permitió ganar una posición de fuerza con la que imponer sus legítimas demandas.

Históricas fueron, por ejemplo, la huelga de los futbolistas argentinos en 1931 y, mucho más recientemente, la huelga de los futbolistas españoles de 1979. Como histórica será también la lucha emprendida por las jugadoras de fútbol en el Estado español, que no solo han exigido la dignificación de sus condiciones laborales sino que se han plantado contra el machismo inserto en la estructura deportiva futbolística. Hablamos de una movilización que, por un lado, parte de unas jugadoras que son plenamente conscientes de sus orígenes humildes, y, por otro, se apoya en la emergente estructura sindical que está favoreciendo la articulación de este colectivo.

Llegados a este punto, parece justo abordar las implicaciones políticas del deporte no solo desde la óptica crítica con su deriva mercantil. Teniendo en cuenta esto, y siendo conscientes de la enorme repercusión que en nuestras sociedades tienen las distintas prácticas deportivas, parece aventurado despreocuparse de una arena política de primer nivel que, además, se ha construido socialmente a través de un corpus de aportaciones donde la clase obrera ha jugado un papel protagonista.

 

 Juan Cruz López

 https://labandadeloscuatro.blogspot.com

- Artículo publicado en El Salto

sábado, octubre 25

Bakunin frente a Marx

 

Hablamos con Carlos Taibo, que recién ha publicado Bakunin frente a Marx.
Un trabajo donde expone las relaciones, los caracteres, las desavenencias y conflictos entre estos dos personajes, al calor la Primera Internacional.

Pero, sobretodo, se ahonda en el debate de fondo que se estaba cocinando en la trastienda, y que tendría consecuencias y ecos siglo y medio después-


miércoles, octubre 22

La ideología de la Inteligencia Artificial

 


La IA son principalmente máquinas de síntesis de textos. Por lo tanto, no hay una conciencia inminente o una nueva entidad que quiere destruirnos. Lo que tenemos es propaganda, cuyo principal objetivo es acelerar despidos, alimentar especulación financiera y desviar inversiones y recursos para una nueva huida hacia delante de las élites económicas.

Hace más de ochenta años que se desarrollan modelos de informatización y automatización. Un cierto sentido del ridículo ha hecho que la mayoría de las personas implicadas en estas investigaciones hayan evitado llamarlo “Inteligencia Artificial”, o IA. En consonancia con el espíritu de nuestro tiempo, los nuevos tecnolordes MuskThielZuckerberg y Bezos han invertido cientos de millones en las redes sociales, el mundo académico y la prensa para promover el bombo de la “Inteligencia Artificial” y normalizar esta expresión. Pero su proyecto ideológico no es innovador.

La IA son principalmente máquinas de síntesis de textos (y en menor medida, máquinas de análisis y clasificación de imágenes y patrones para coches “autónomos” y deepfakes). Estas máquinas son incapaces de producir nueva información, no “piensan” sobre lo que están escribiendo, utilizando sólo la probabilidad de lo que se escribirá a continuación, de acuerdo con las bases de datos con las que han sido programadas. Por lo tanto, no hay una conciencia inminente o una nueva entidad que quiere destruirnos como el Terminator de James Cameron. Lo que tenemos es propaganda, cuyo principal objetivo es acelerar despidos, alimentar especulación financiera y desviar inversiones y recursos para una nueva huida hacia delante de las élites económicas y políticas.

La principal ilusión de la IA para el gran público ni siquiera son las probabilidades que construyen textos y listas generalmente coherentes, sino la fase de mejora de las respuestas, una nueva capa de pintura que produce un lenguaje casi humano. Lo llaman “Inteligencia Artificial”, pero su verdadero nombre es Modelo de Lenguaje a Gran Escala. Los modelos más famosos son ChatGPTClaudeGeminiDeepSeek y MechaHitler (Grok).

Teniendo en cuenta el desastroso estado de la información en Internet hoy en día, los modelos lingüísticos ya están sufriendo una especie de enfermedad de las vacas locas. Al igual que las vacas de los años 90 enfermaron cuando se las alimentó con harina de huesos y carne de otras vacas, los modelos lingüísticos también están degenerando cuando se programan a partir de los datos de Internet, donde ya hay tantos datos producidos por otros modelos lingüísticos, sobre todo ChatGPT, que los errores pueden engrosar hasta lo incomprensible. Al igual que la enfermedad de las vacas locas contaminó a los humanos, la IA nos está contaminando definitivamente.

Los modelos lingüísticos no van a acabar con la humanidad ni a sustituir las tareas esenciales de las sociedades y acabar con el trabajo inútil

 Las promesas que nos hacen los tecnolordes y políticos que siguen el furor de la IA son, en general, falsas, tanto las buenas como las malas. Los modelos lingüísticos no van a acabar con la humanidad ni a sustituir las tareas esenciales de las sociedades y acabar con el trabajo inútil. En realidad, están creando trabajo precario, mal pagado y oculto, entre otras cosas, por parte de personas que tienen que comprobar que las respuestas dadas por los modelos están en un lenguaje educado y no son el MechaHitler de Elon Musk haciendo llamamientos a genocidios judíos y violaciones masivas. Esto no significa en absoluto que no haya ya millones de personas despedidas por el furor de que ChatGPT u otro modelo lingüístico las sustituya. Muchas son recontratadas por menos sueldo poco después.

Los modelos lingüísticos actuales no producen conocimientos más allá de lo que ya contienen las bases de datos que los programaron. Hemos visto a negacionistas del clima afirmar que los modelos lingüísticos resolverán la crisis climática, pero esto es redundante. Los modelos basados en textos científicos y en décadas de negociaciones sobre el clima saben cómo resolver la crisis climática, que es de dominio público desde hace décadas: acabando con la industria fósil a muy corto plazo. Los modelos basados en la pseudociencia y en contenidos aleatorios sacados de internet vomitarán basura como respuesta. Si lo que entra en la programación de los modelos es malo, lo que sale sólo puede ser malo. La cuestión no es que una IA sea demasiado inteligente y nos aniquile, la cuestión es que no hay inteligencia de por medio.

Sin embargo, los modelos lingüísticos empiezan a utilizarse de forma generalizada, con algoritmos desconocidos y privados, gestionando cantidades ingentes de datos. Está garantizado que habrá interpretaciones erróneas de los datos y peticiones que causarán daños irreparables (en la salud, en los datos criminales, en los sistemas energéticos, en la asignación de ayudas sociales, como ya ha ocurrido en varios países). No habrá nadie a quien culpar de las consecuencias, ya que los multimillonarios que difunden la IA externalizan su responsabilidad en todo esto con el respaldo de las élites políticas.

La difusión de modelos lingüísticos a gran escala corresponde a un proyecto ideológico de los señores de la tecnología, que venden la idea de que los seres humanos no son más que versiones orgánicas de los ordenadores, reducidos estrictamente a lo que pueden producir. En el capitalismo, la principal promesa de la IA que cuenta es la posibilidad abstracta de hacer redundantes o innecesarios una serie de empleos. Ni siquiera se trata de hacerlos redundantes o innecesarios, sino simplemente de crear la ilusión de que pueden abrir la puerta al despido de millones de personas, sin ni siquiera tener que demostrar cómo la IA sustituiría a esas personas. Es el eterno retorno al “aumento de la productividad”, sustituyendo teóricamente la mano de obra por la tecnología. Para instalar este proyecto ideológico a gran escala, habría que normalizar el robo generalizado de datos y el fin de la privacidad, con sistemas de vigilancia y castigo permanente para los más pobres. Esto no tiene nada que ver con un gran avance tecnológico ni con ninguna tontería de concienciación global, la propuesta es la de siempre: hacer más ricos a los ricos a costa de quien trabaja.

Para la mayor parte de la población mundial, lo que cabe esperar de un proyecto así sería más pobreza y una degradación incomparable de cualquier servicio público

La envergadura del proyecto ideológico basado en la “Inteligencia Artificial” es catastrófica: sustituir a cientos de millones de personas que trabajan en la sanidad, la educación, la justicia, la ciencia, las artes, los servicios públicos y la prensa por la vaga promesa de una automatización que permita despidos masivos. Este proyecto ideológico conllevaría también una expansión masiva de los centros de datos y de las infraestructuras de red, disparando las necesidades energéticas y materiales en plena crisis climática. A los tecnolordes y a los políticos ilusos que los apoyan les importa poco si los modelos lingüísticos de IA no consiguen sustituir la mayoría de los empleos que quieren destruir. Los médicos de los señores de la tecnología seguirán siendo personas, al igual que sus profesores, abogados y servicios de información. Para la mayor parte de la población mundial, lo que cabe esperar de un proyecto así sería más pobreza y una degradación incomparable de cualquier servicio público y privado, entregado a loros automatizados construidos con bases de datos contaminadas por otros loros automatizados.

 

 João Camargo. Investigador en crisis climática y militante de Climáximo / El Salto

domingo, octubre 19

Mamíferos

 


Yo veo mamíferos.
Mamíferos con nombres extrañísimos.
Han olvidado que son mamíferos
y se creen obispos, fontaneros,
lecheros, diputados. ¿Diputados?
Yo veo mamíferos.
Policías, médicos, conserjes,
profesores, sastres, cantautores.
¿Cantautores?
Yo veo mamíferos…
Alcaldes, camareros, oficinistas, aparejadores
¡Aparejadores!
¡Cómo puede creerse aparejador un mamífero!
Miembros, sí, miembros, se creen miembros
del comité central, del colegio oficial de médicos…
Académicos, reyes, coroneles.
Yo veo mamíferos.
Actrices, putas, asistentas, secretarias,
directoras, lesbianas, puericultoras…
La verdad, yo veo mamíferos.
Nadie ve mamíferos,
nadie, al parecer, recuerda que es mamífero.
¿Seré yo el último mamífero?
Demócratas, comunistas, ajedrecistas,
periodistas, soldados, campesinos.
Yo veo mamíferos.
Marqueses, ejecutivos, socios,
italianos, ingleses, catalanes.
¿Catalanes?
Yo veo mamíferos.
Cristianos, musulmanes, coptos,
inspectores, técnicos, benedictinos,
empresarios, cajeros, cosmonautas…
Yo veo mamíferos.

 

Jesús Lizano
El ingenioso libertario Lizanote de la Acracia o la conquista de la inocencia
Virus Editorial

jueves, octubre 16

A vueltas con la memoria (y con la historia)

 


Tengo una amiga, una excelente y honesta historiadora, que no le gusta nada el concepto de «memoria histórica», que para ella vendría a ser poco menos que un oxímoron. Si lo he entendido bien, piensa que una cosa es la historia o historiografía y otra muy diferente es la memoria, más tendente a la subjetividad por motivos obvios. No está nada mal dicha aclaración, dada la acaparación de ambas cosas por intereses políticos, pero me temo que los que lo hacen les interesan más bien poco las sutilezas (y, todavía menos, la honestidad). De hecho, la actual polarización ideológica (por llamarla de algún modo, ya que «ideas» más bien pocas) conduce a que unos, el bando progre, hinchen el pecho de orgullo al mencionar el vocablo memoria a veces etiquetada de algo grandilocuente, mientras que otros, el bando conservador-reaccionario, suele ser partidario de la amnesia colectiva (la derechita cobarde), en el mejor de los casos, o bien directamente de reivindicar la ignominia histórica en este inefable país (la derechista abiertamente ultra). Los anarquistas, aparentemente una minoría hoy en día, aunque muy enérgica, no lo tenemos fácil ante esto de la memoria y la historia. De hecho, dado el muy repulsivo facherío todavía muy vivo en este inefable país, podría resulta tentador adherirse (al menos, de forma crítica y condicional) a la campaña de este gobierno tan progresista, cuando se cumplen 50 años de la muerte del matarife dictador, justificado en lo que se quiere llamar nada menos que Memoria Democrática y con el lema, todavía más distorsionador, de «España en libertad. 50 años». ¿Se nos quiere hacer creer que el franquismo acabó hace medio siglo?. No ya que hubiera un proceso de Transacción (perdón, Transición), sino que con la muerte del cruel caudillo en la cama, nos llegó la libertad por generación espontánea. En fin, la manipulación tiene todavía una vuelta de tuerca. Claro que, como la derecha gobernará más temprano que tarde, muchos dirán que más vale que nos conformemos con esto, aunque la visión histórica sea de una puerilidad que tumba de espaldas.

Los anarquistas no lo tenemos nada fácil, no, escuché a otro amigo una vez decir que es muy fácil atacar con infundios a los que no pueden apenas defenderse. A nivel oficial, obviamente, los libertarios no existen o bien quedan difuminados por ese bloque supuestamente «democrático». A nivel de calle, por otra parte, todavía escucho por parte de algunas personas de izquierda de a pie acusar a los ácratas no haber ayudado lo suficiente en la Guerra Civil o bien responsabilizarles de no sé muy bien qué. Desconozco si esta falsedad está fundada en la existencia de una revolución social, paralela al maldito conflicto bélico provocado por los facciosos, pero creo que no hace falta mucho recorrido, se piense lo que se piense sobre las colectividades, para observar que no hubo contradicción alguna entre una cosa u otra. Por su parte, la derecha, que como para Franco todos los que se les opusieran venían a ser rojos, niega cualquier Ley de Memoria y apela a esa estupidez de la concordia entre españoles. Muy probablemente, este echar tierra sobre la memoria estriba en considerar que no existe un consenso sobre la historia contemporánea de este indescriptible país, especialmente sobre Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo. Por supuesto, lo que subyace a este subterfugio es algo nada nuevo, ese necio revisionismo ya repetido por la dictadura con intenciones justificatorias, la violencia fue culpa del periodo republicano, nada placentero y, especialmente, de una izquierda nada democrática. Este discurso neorrevisionista es amplificado hoy en día por las nuevas tecnologías y, desgraciadamente, cala en un público joven más bien descerebrado y carente de verdaderas inquietudes morales e intelectuales. Como dije, ante este panorama reaccionario y distorsionador, alguno dirá que mejor nos adherimos al bloque izquierdista y sea lo que Satanás quiera. Craso error.

Resulta impensable que los y las anarquistas, históricas o actuales, reivindiquen sin más la Segunda República y, mucho menos, busquen un vínculo democrático con la actualidad de este inenarrable Reino de España. Y es que ese parece el consenso de esa izquierda parlamentaria en su conjunto, incluida la que supuestamente hace no tanto se mostraba tan crítica con el Régimen del 78. Seguiremos trabajando para mostrar lo evidente a nivel histórico, que los anarquistas, dejando a un lado incluso en gran medida sus principios, se unieron en la lucha contra el fascismo, pero no defendían ningún sistema republicano y democrático sin más. Me gusta mucho un discurso ácrata de 1931, cuando se dijo que se aceptaba la República, pero como el primer paso para un proceso democratizador más profundo. Creo que eso resume muy bien el espíritu libertario, comprensible para cualquier cerebro bien oxigenado. Claro que hubo alguna insurrecciones de los anarquistas en los años 30 (otra acusación recurrente), cuando vieron que las promesas sociales no se cumplían y se seguía produciendo una feroz represión, todo esto es contextualizable en su época. Hay quien ha dicho, y estoy muy de acuerdo, que los libertarios son los vencidos entre los vencidos, y los olvidados entre los olvidados (habría que matizar que «olvidados» ahora en una profunda distorsión simplista y maniquea). Seguiremos trabajando, hoy en una época muy diferente, pero con cierto vínculo oficial con el pasado de una manera u otra, para no mostrar este relato monolítico sobre el pasado de unos u otros (tampoco, ojo, entre los anarquistas, que siempre deben ser muestra de crítica y diversidad, sin idealizar la historia). Seguiremos trabajando para para que se comprenda que la realidad era más compleja que la lucha de la democracia contra el fascismo, mientras que las y los anarquistas no son idealistas ingenuos, en el mejor de los casos, y sí partidarios de todo un proyecto coherente, libre y solidario. Tal vez, sirva para buscar nuevas vías transformadoras en el presente.

 

Juan Cáspar

lunes, octubre 13

77 años de ocupación. 2 años de genocidio

 


Se cumplen 2 años del 7 de octubre y los datos oficiales del Ministerio de Sanidad contabilizan al menos 67.074 asesinatos en la Franja de Gaza a manos de las Fuerzas de Defensa de Israel. A estas cifras hay que añadirle 460 muertes de inanición, otro millar de muertes en Cisjordania y varios centenares en Líbano, Irán, Yemén, Qatar, Siria y Túnez. Además, varios estudios académicos, publicados a lo largo del último año, sugieren que la cifra real de fallecimientos es muy superior a la oficial, debido a que hay muchos cuerpos escondidos bajo los escombros y a que el sistema sanitario gazatí colapsó durante los primeros nueve meses de la ofensiva.

Israel es un Estado colonial, fundado hace 77 años, que desde sus orígenes ha instaurado un régimen de apartheid y de opresión al pueblo palestino, al cual busca expulsar del territorio a toda costa. Hace dos años, su plan de limpieza étnica se vio acelerado gracias a los bombardeos indiscriminados en el enclave gazatí, lo cual ha alcanzado cotas de muerte sin precedentes.

La situación se está volviendo insoportable y la legitimidad israelí a nivel internacional se encuentra en mínimos históricos. Por ello, en los últimos días, Donald Trump ha impuesto, con el explícito chantaje del aumento de la violencia, un «Plan de Paz» que, en palabras de Benjamin Netanyahu, «cumple con los objetivos bélicos de Israel«. El plan, que se está negociando con Hamás (mientras Israel prosigue con sus bombardeos, eso sí), pasa por normalizar las relaciones con el Estado genocida sionista, desarmar a la organización islamista e imponer un gobierno tecnocrático en Gaza (probablemente servil a los intereses de Tel Aviv y Washington y a la especulación), supervisado por una Junta de Paz que incluirá a Tony Blair, uno de los padres de la invasión iraquí y del desmoronamiento de Oriente Próximo. Ironías de la historia –o cinismo imperial– sería un High Commissioner inglés el encargado de conseguir la paz en Palestina, cuyo drama histórico empezó con el mismísimo Mandato Británico de 1920-1948 y con la Declaración Balfour de 1917 que dio alas al proyecto colonial sionista. A cambio de estas condiciones y de la devolución de los rehenes, Netanyahu renunciaría por el momento a la anexión de Gaza y al desplazamiento de sus habitantes, pero ganaría legitimidad la presencia militar sionista (que permanecerá en la región durante un periodo indefinido, ya que no se ha hablado de plazos) y los asentamientos en Cisjordania, los cuales no se abordan en el plan.

En definitiva, el precio de la paz y la supervivencia del pueblo palestino es la aceptación total del colonialismo israelí, vender los recursos económicos a la inversión inmobiliaria y turística occidental y legitimar el régimen de apartheid. Y no tenemos duda de que en algún punto Israel volverá a traicionar a todas las partes, no aceptará abandonar la zona y retomará en el futuro sus planes de anexionar la Franja y culminar su proceso de limpieza étnica.

Esta política diseñada “para los palestinos, pero sin los palestinos”, ha recibido un respaldo vertiginoso y casi unánime en el mundo occidental, incluso de los países que recientemente reconocieron a esa entelequia llamada “Estado palestino”. ¿Pero se puede reconocer a un Estado palestino sin reconocer el derecho soberano de su población a autodeterminarse, cosa que el “plan de paz” contradice de manera flagrante?

No sabemos qué decidirán los palestinos en los próximos días, pero sabemos que siempre les apoyaremos y nos opondremos al colonialismo y al racismo.