domingo, noviembre 30
jueves, noviembre 27
Más represión (y burorrepresión) al activismo
Detenido e investigado por investigar a policías infiltrados
Jorge Jiménez militó durante años en el desaparecido colectivo Distrito 14, donde coincidió con chicos como Carlos y Sergio, con los que desarrolló una relación de amistad y confianza. Años después, acabaría por descubrir que éstos eran agentes de policía infiltrados en su colectivo que habían traicionado su confianza. Esta experiencia le empujó a participar en iniciativas de divulgación y crítica política de esta práctica, como la publicación a principios de este año del Manual para destapar a un policía infiltrado.
El 15 de septiembre, El Salto informó que Jorge había sido denunciado y detenido, precisamente por investigar a varios de los policías infiltrados que, en los últimos dos años, han sido destapados por medios como La Directa y El Salto. Jorge estaba estudiando dónde residían y qué bienes tenían, a fin de sopesar si presentar denuncias contra ellos por cometer delitos contra la intimidad. Por ello, la policía le imputa delitos como falsedad documental (por pedir notas simples de ellos en el Registro de la Propiedad) y revelación de secretos (por supuestamente publicar en redes sociales en qué ciudades residen).
La causa sigue abierta y se encuentra pendiente de ver si se archiva, puesto que la defensa de Jorge sostiene que nada de lo que ha hecho se tipifica como delito en el Código Penal. Pero, de forma paralela, la Agencia Española de Protección de Datos ha iniciado un expediente informativo por supuestamente difundir los nombres, apellidos y fotos de algunos de los agentes encubiertos que fueron destapados por medios de comunicación y le ha advertido que podría abrirse un procedimiento sancionador y acabar siendo multado.
Más información en @j28030 (Bluesky)
Represión contra las movilizaciones por parar la Vuelta
Pese a que el perridente Sánchez manifestara su “admiración” por quienes salieron a protestar contra la presencia israelí en la Vuelta ciclista, su policía acabó por detener a cinco activistas en l’Alt Empordà, a doce en Asturies, diez en Galiza y dos en Madrid en el marco estas movilizaciones. Además, varias otras fueron identificadas y, a finales de septiembre, la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte abrió expedientes sancionadores y propuso multas de entre 3.000 y 5.000 euros para 38 de ellas. Un ejemplo de cómo la burorrepresión pretende alcanzar el mismo efecto desmovilizador que la represión penal y policial pero con medios más sutiles e invisibles; en vez de detenerte ante decenas de cámaras y miles de compañeras, te llega una carta a casa y te sangran económicamente.
Más información en @defendemos.palestina (Instagram)
Detenidas en la manifestación de apoyo a Palestina
El pasado 4 de octubre, en el marco de la masiva manifestación en Barcelona por el segundo año del genocidio en Gaza, 10 personas resultaron detenidas después de que una manifestación improvisada de 2.000 personas saliera desde l’Arc de Triomf (donde terminó la oficialmente convocada), hacia Plaça de Catalunya. A las detenidas se les imputa causar destrozos en empresas que colaboran con la ocupación, como McDonald’s, Carrefour o Starbucks, y enfrentarse con los Mossos d’Esquadra.
Por otro lado, ese mismo día, al menos ocho policías de paisano se infiltraron en la manifestación convocada por la Coordenadora Galega de Solidariedade coa Palestina en Santiago de Compostela y, en su transcurso, golpearon y detuvieron a un rapaz. Según relata O Salto, los hechos ocurrieron cuando varios agentes de paisano cargaron contra los miembros de la Asociación Galego-Arxentina pola Memoria (AGAMA), que portaban una pancarta enorme con el nombre de los más de 60.000 palestinos asesinados en los últimos dos años. Al verlo, el chaval, que desconocía que eran agentes de policía, se puso en medio para mediar y acabó reducido, llevándose un porrazo en la pierna y con el móvil roto. Al poco tiempo fue liberado y se le informó que le llegará una citación.
Indultados Javitxu y Adrián, dos de los 6 de Zaragoza
Después de 526 días en prisión para Adrián y 491 para Javitxu, el Gobierno español concedió, a mediados de septiembre, el indulto a los dos de los cuatro antifascistas encarcelados en el caso conocido como “Los seis de Zaragoza”.
Desde la Plataforma ‘Libertad 6 de Zaragoza’ valoran la liberación de Javitxu y Adrián como una “victoria colectiva del movimiento popular”, que “durante seis años ha denunciado la represión del Estado y la vulneración del derecho a manifestarse y organizarse frente a los discursos de odio de la extrema derecha”.
“Este logro nunca hubiera sido posible sin la creación de una plataforma plural y diversa, compuesta por personas individuales, colectivos sociales, sindicatos y organizaciones políticas que han trabajado incansablemente en manifestaciones, concentraciones, ruedas de prensa, campañas en redes sociales, mesas informativas, pegadas de carteles, repartos de octavillas, actos, crowdfunding y eventos de recaudación de dinero”, señalan en un comunicado.Sin embargo, la Plataforma advierte que “no podemos hablar de satisfacción” porque “sigue siendo injusto” que Imad y Daniel, los otros dos jóvenes aún encarcelados, no han recibido el mismo indulto. “Se trata del mismo caso, las mismas detenciones aleatorias y las mismas sentencias injustas. ¿Por qué no se les ha aplicado la misma medida?”, cuestiona la Plataforma para afirmar que “el objetivo del Gobierno PSOE-Sumar” es “dividir el movimiento” y “acallar la movilización social” generada por este caso.
Otro aspecto crítico que señala ‘Libertad 6 de Zaragoza’ es la parte económica de la sentencia, que podría alcanzar los 200.000 euros entre multas, indemnizaciones y costas, afectando de manera directa a los presos y sus familias y perpetuando la doble penalización de las personas de clase trabajadora. “No se ha hecho justicia”, subrayan, porque aunque se conceda el indulto, la carga económica se mantiene intacta.
Más información @Libertad6zgz (Twitter e Instagram)
lunes, noviembre 24
Socavando la montaña mercantilizada
Lo hemos visto en demasiadas ocasiones: decenas de montañeros haciendo cola para poder coronar una cumbre de las que llaman míticas. O montañas de basura acumuladas en parajes alpinos que parecieran haber sucumbido a la pasión del ser humano por las alturas. Hablamos, claro, de los efectos secundarios del alpinismo bajo el régimen del capitalismo de pantallas.
Lo hemos visto por la televisión o en nuestros teléfonos móviles, pero no hace falta ir muy lejos para darse cuenta de hasta qué punto las dinámicas sociales del capitalismo han permeado la práctica de los deportes de montaña en la actualidad. Depredación del medio ecológico, turistificación de entornos naturales, proliferación de rocódromos vinculados a grandes grupos empresariales, deportivización extrema… Y junto a todo lo anterior, la casi obligada exhibición del logro, la integración del éxito deportivo en el branding personal que favorecen las redes sociales y la búsqueda de una anhelada singularidad que, por un lado, corroe los vínculos humanos y, por otro, nos desconecta de toda la otredad que atesora la montaña.
Una tónica generalizada en la mayor parte de los deportes, sobre todo en los que se practican individualmente, y que se replica, al menos en lo que tiene que ver con la explotación de la marca personal y la búsqueda desesperada de una singularidad exclusiva, en aquellos entornos cerrados destinados a la optimización del cuerpo y la mente, ya sean gimnasios, spas o retiros espirituales.
Y es que, a día de hoy, la práctica deportiva y el cuidado del cuerpo, se diría que junto a la psicología positiva y el coaching, se han convertido en dos elementos clave en la producción de una subjetividad que contribuye a la fragmentación social, la individualización de las problemáticas sociales y su patologización; una subjetividad que, a partir de lo anterior, pareciera relacionarnos con el mundo exterior a través de una manera de vivir compuesta de sucesivas experiencias de consumo. Porque sí, la montaña también puede ser consumida, y al menos para algunos lobbies empresariales, debe serlo sin cortapisas, ya que se la explotación de los entornos naturales ha de ser un elemento de primer nivel en la reestructuración de la industria de servicios que ha de sostener la nueva fase del capitalismo verde.
Sin embargo, y como casi en todos los ámbitos de la sociedad, también en la práctica del alpinismo y la escalada hay voces disidentes. El pasado 19 de junio, por ejemplo, en una mesa redonda organizada por Piedra Papel Libros en la sede madrileña de la Fundación Anselmo Lorenzo, se dieron cita varios colectivos para hablar de montañismo desde una óptica anticapitalista y eminentemente libertaria. Entre estos colectivos, la Unión de Grupos Excursionistas Libertarios de Madrid, que podría considerarse heredera de aquellos grupos anarquistas que antes de la Guerra Civil hacían de la conexión con la naturaleza una herramienta clave para la autoemancipación de la clase trabajadora, apuesta por un modelo de alpinismo y escalada que, al mismo tiempo que fomenta una práctica desmercantilizada y anticompetitiva, contribuye a volver a conectar el alpinismo con el legado de valores revolucionarios asociados al anarquismo ibérico.
Precisamente, esas genealogías militantes, más concretamente, aquella que conecta a los colectivos anarquistas de montaña de la actualidad con los grupos naturistas y excursionistas libertarios de principios del siglo XX, se pueden rastrear, aun de manera parcial, en La bandera en la cumbre, de Pablo Batalla Cuesto, autor también de La virtud en la montaña. Vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista.Hablamos de dos libros que forman parte de una fecunda cosecha editorial en la que también podemos citar algunas obras importantes y arriesgadas, como Alpinismo bisexual y otros escritos de altura, de Simón Elías, Escalantes e Ingrávidas, de María Francisca Mas Riera, o Cartografías nómadas, Quebrantahuesos, La montaña apócrifa y Fin de cordada, de Olga Blázquez, responsable también del blog Antecima Anticima, donde se pueden leer y descargar gratuitamente algunos trabajos bien interesantes como Sociología del trabajado asociado al montañismo.
Nos encontramos, pues, en un momento donde la progresiva mercantilización del alpinismo y la escalada está siendo contestada, tanto a nivel teórico como práctico, por una pequeña constelación de grupos cuyo trabajo está abriendo nuevas vías de oposición al modelo hegemónico. Rocódromos autogestionados, colectivos anticapitalistas de montaña, grupos excursionistas de inspiración ácrata, libros y fanzines, encuentros y jornadas… No son pocos los proyectos e iniciativas que desde distintos ámbitos están planteando alternativas reales.
Esperemos, por supuesto, que este movimiento vaya creciendo en los próximos años, multiplicando esas voces disidentes y evidenciando que es posible intervenir en una arena política ―la del deporte― hasta hace bien poco pretendidamente desconflictivizada. Estaremos atentos.
Juan Cruz López, editor de Piedra Papel Libros
viernes, noviembre 21
Luciérnagas en off
LUCIÉRNAGAS EN OFF
Las luciérnagas se han apagado.
Borrachos e iracundos
varados en semáforos con prisa,
rojo o verde, izquierda o derecha,
confundidos por el GPS que direcciona el sentido.
De nuevo,
las luciérnagas se han apagado.
Los oligarcas de las luminarias
han provocado su baja,
ellas no querían atraer a la presa,
no pretendían vender un champán,
ni unas nuevas viviendas
que ni en cinco vidas
una familia modesta podría comprar.
Antes las luciérnagas brillaban
como luces fluorescentes de neón,
iluminaban los campos con una danza
que dibujaba un mar de lima,
pero se volvió monótona su función.
El capitalismo ha convertido en diversión
las luces fluorescentes de neón, el pole dance,
el machito que, con dinero,
promociona la siguiente violación.
Christian Mingorance Gijón
En: Voces del Extremo. Poesía y paraíso. Ed. ACSAL. 2025
martes, noviembre 18
De la crisis social al orgullo nacional: cómo la extrema derecha seduce a la nueva generación europea
Mientras la sociedad europea se hunde en la inflación, los problemas de vivienda y los recortes derivados del fracaso del neoliberalismo, una parte de la juventud busca respuestas en quienes prometen orden y soluciones sencillas a problemas complejos.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, los partidos abiertamente fascistas desaparecieron; sin embargo, las élites económicas y militares que los sostenían sobrevivieron. Europa se reconstruyó gracias a pactos que ofrecían crecimiento económico a cambio de paz social, apoyados en la democracia y el estado de bienestar. Aunque el fascismo fue derrotado militarmente, su ideología no desapareció del todo.
Con la crisis del Estado de bienestar, la derecha radical comenzó a transformarse: abandonó su vertiente más nacionalista a cambio de adoptar una competitividad autoritaria y una crítica hacia lo público. A partir de los años 90, esta corriente dejó atrás el fascismo explícito y adoptó un discurso centrado en la reducción de impuestos, la oposición a la inmigración y el rechazo a políticas progresistas. Esto dio lugar a movimientos como el Front National en Francia, que abrieron la puerta a la nueva derecha: ya no llevaban uniformes, sino corbatas y trajes.
La nueva generación europea tuvo que vivir la crisis de 2008 y la de 2020, y afrontar sus consecuencias: estabilidad y futuro escasos, con pocas oportunidades de progreso.
Este vacío fue aprovechado por la extrema derecha, que reapareció no tanto como herencia directa del fascismo, sino como respuesta emocional a la precariedad y al fracaso del mercado. Su discurso caló especialmente en sectores vulnerables gracias a la adaptación a las redes sociales, donde ya no era necesario ocultar su pasado. Lo que antes era inconfesable —racismo, misoginia o homofobia— en ciertos espacios se presenta ahora como una opinión legítima. No estamos regresando al fascismo de los años 30; estamos ante su versión contemporánea. Este discurso ha logrado influir en la juventud europea no solo debido a la crisis económica, sino también a una crisis de identidad masculina, donde los adolescentes socializados para medir su valor en términos capitalistas se enfrentan a precariedad y frustración. La derecha radical ofrece un refugio emocional a estos jóvenes: “volver a ser hombres de verdad”. En foros y redes, influencers y gurús canalizan esta frustración hacia la misoginia y la violencia simbólica. El neoliberalismo fabrica hombres rotos, y la extrema derecha promete repararlos a golpes.
El racismo no se limita a grupos neonazis o asociaciones extremistas; es estructural: está presente en la policía, los medios y las leyes migratorias. Cuando los jóvenes observan que el Estado criminaliza la pobreza y la migración, estos mensajes se interiorizan. La derecha radical lleva esto al extremo, identificando culpables visibles (el inmigrante, el pobre, la mujer…) frente a un malestar que proviene en realidad de un sistema económico desigual. El racismo funciona como válvula de escape del miedo social, canalizando el descontento hacia abajo en lugar de hacia arriba.
Según el estudio European Election Studies 2024, más del 21% de los adolescentes europeos se inclinan por partidos de la derecha radical, frente a un 14% de mujeres. Esta cifra indica un apoyo significativo, pero también una brecha de género que se ha ensanchado recientemente, vinculada a la crisis de identidad masculina. Estos datos muestran la urgencia de actuar. Como respuesta surge la alfabetización mediática, destinada a desmontar la manipulación informativa, el discurso de odio y las burbujas algorítmicas, mediante talleres que enseñen a leer memes, identificar bulos y analizar algoritmos, promoviendo la autodefensa digital. Si el algoritmo adoctrina, la autogestión informativa libera.
Otra propuesta es reconstruir comunidad y redes de apoyo mutuo, sustituyendo la falsa pertenencia nacional por vínculos reales de solidaridad. Las cifras se pueden contar, pero la dignidad es algo que no se mide. Mientras el neoliberalismo destruye el sentido de pertenencia, la derecha radical intercambia identidad por obediencia. Sin embargo, en cada barrio, aula o pantalla, sigue existiendo una posibilidad: una juventud que se niega a rendirse ante el odio, que busca comunidad en lugar de fronteras y que elige la ternura en lugar del miedo. Si el siglo XXI va a tener una revolución, será la de cuidarnos unos a otros.
Héctor Martín Ortega
sábado, noviembre 15
Aceituneros altivos. Tiempo de cosecha en Palestina
En Palestina, octubre es el mes que se vincula con la cosecha de la aceituna. El mes que se espera. O el mes que ya no se sueña, como describe Nathalie Handal, escritora palestina nacida en Haití, en su poema Los olivos de Abu Jamal: “Día tras día / Trabaja la tierra / Nunca tuvo paz / En toda su vida / No ha tenido sueños / Cree sólo en lo posible / Sus instintos consideran a la vida y a la muerte / Le cuenta historias a su mujer / Para recordar cómo se ve ante los demás / Sus ojos ahora están vacíos / Sus tripas heladas / Sus olivos fueron arrancados de raíz. / Y luego con una sonrisa dice: / Me encantaría saber los nombres / De los que van a recoger las aceitunas / En nuestra tierra el próximo octubre… / ¿De qué árboles?, pregunta ella”.
¿De qué árboles, si (también) los han asesinado? No se sabe cuántos olivos fueron arrancados durante los años de la Nakba, mientras quienes los cuidaban se vieron forzadas a abandonarlos y dejar sus tierras. Sí que hay registros, espeluznantes, a partir de la ofensiva de ocupación israelí desplegada desde 1967: desde entonces hasta el 2023, han sido alrededor de un millón los olivos talados o extirpados. Y durante estos dos últimos años de asedio, la acometida contra los olivos también ha formado parte de la estrategia genocida del Estado de Israel. Por dos razones. Los olivos representan, con su firmeza, con su perseverancia, con su permanencia, la sumud palestina, la resistencia. Y porque los olivos son, en esencia, el sustento palestino.
Como era de prever, el alto al fuego no se ha producido, pero tampoco se vislumbra ninguna voluntad de Israel de poner fin al genocidio. Aunque los crímenes directos sobre la población se hayan podido reducir tras el acuerdo anunciado en Egipto, los otros métodos de exterminio siguen en marcha. Y entre ellos se mantiene bien activa la estrategia de acabar con los medios de subsistencia alimentaria del pueblo palestino. En referencia a los últimos episodios de este genocidio, Javier Camilo Guevara Rodríguez, especialista en Derecho del Medio Ambiente de la Universidad Externado de Colombia, defiende que “la destrucción de los medios de subsistencia agrarios no puede considerarse un daño colateral. La magnitud, sistematicidad y efecto acumulativo de estos actos sugieren un patrón de destrucción deliberada”.
Las cifras, aunque frías, lo corroboran. Si en marzo de este año la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertaba de que el 60% de las tierras cultivables habían quedado inutilizadas, hace pocos días, otra de las agencias de Naciones Unidas, la UNRWA (Agencia para la Ayuda a los Refugiados de Palestina), habló ya de la destrucción de casi todas las tierras agrícolas de la Franja de Gaza. En CTXT también denunciamos la destrucción de otro de los elementos identitarios de cualquier pueblo: el banco de semillas de la Unión de Comités de Trabajo Agrícola (UAWC) de Palestina, organización de campesinas y campesinos que el estado de Israel tiene calificada como organización terrorista.
Aún más. Hace pocos días hemos sabido que Israel ha activado el proceso de deportación de 32 activistas internacionales que, acogidos por la UAWC, se desplegaron por los campos en cosecha, cual flotilla terrestre, para protegerlos en un momento tan trascendental. Para llevar a cabo la detención y deportación, Israel ha argumentado que habían entrado en una “zona militar cerrada”, acusación completamente falsa, según explica la UAWC. De todas maneras, los activistas restantes, conviviendo con las familias campesinas palestinas, continúan apoyando la campaña de recogida de aceitunas.
Tierras debastadas, semillas destruídas, campos envenenados para acabar con el sistema agrario palestino; pero sobre todo violencia para garantizar el genocidio de su campesinado (fellahin), el cual, como sus olivos, nació en esas tierras y allí permanece y resiste. Altivo.
Gustavo Duch 24/10/2025 Revista CTXT
miércoles, noviembre 12
Alimentos IA
La tecnología –una azada, los satélites Starlink que estas noches comparten el cielo con las estrellas fugaces, los móviles en las aulas o el charkha, la rueca de madera que Gandhi y tantísimos millones de personas de la India usaban para autoproducirse su ropa– no es necesariamente buena. Ni necesariamente mala. Pero tampoco es neutra. Sí que es, como propone Etc Group, política.
Si en la actualidad la política que marca nuestras vidas, el capitalismo, está centrada en la acumulación de riqueza, podemos convenir que las motivaciones que hay detrás de cualquier propuesta de innovación tecnológica no pretenden encontrar la mejor manera de hacer las cosas, sino cambiarla para incrementar la cuenta de resultados. Aunque las nuevas técnicas no mejoren las anteriores, aunque no sea necesario cambiar nada, aunque cambiar una cuestión genere muchos impactos negativos en otros ámbitos… toda tecnología es aceptada si da con la tecla adecuada para dicho fin lucrativo. Hasta tal punto que, no sé si será por esta ambición económica que todo lo moviliza, nuestra civilización occidental nunca está satisfecha y las palabras cambiar y mejorar las entendemos como sinónimos.
Sustituir a las y los cajeros de los comercios por tecnologías de pague usted mismo, ¿ha mejorado la atención? ¿Ofrece más y mejores puestos de trabajo? Claramente no, pero lo justificamos porque rebaja costes e incrementa beneficios, el único problema que parece trascendental resolver. Diseñar tecnologías para reducir en una semana el engorde de un pollo, no solo para reducir costes de producción, sino también para poder engordar más pollos en el mismo tiempo, ¿qué grandísimo problema resuelve?
Pongo este último ejemplo porque los grandes cambios en los sistemas agrícolas de todo el mundo, pasar de modelos campesinos y artesanales a producciones industriales e intensivas, se derivan de la introducción de toda una serie de propuestas y paquetes tecnológicos que se implementaron (con diferentes grados de violencia) en tanto resolvían una ecuación falseada: el hambre en muchos lugares del planeta derivaba de los bajos índices de producción de alimentos de la agricultura a pequeña escala. Ignorando, intencionadamente, la relación directa del hambre con el expolio colonialista o el acaparamiento de las mejores tierras en muy pocas manos. Lo ocurrido después ya lo sabemos, las comunidades campesinas de todo el mundo han perdido su soberanía y sustento y las corporaciones que lideraron la respuesta tecnológica, la llamada revolución verde, decenios después, son enormemente poderosas.
En concreto, según los últimos informes de Grain y Etc Group: dos empresas controlan el 42% del mercado mundial de semillas comerciales; dos empresas controlan el 40% del mercado mundial de pesticidas; cuatro, el 43% del mercado mundial de maquinaria agrícola; seis el 60% de los fertilizantes de potasio; y el 68% del mercado farmacéutico de sanidad animal se lo reparten diez corporaciones. Y algunas, como Bayer, figuran en varias de estas categorías.
Pero, lejos de cuestionarnos cómo la tecnología es también un arma de control y de dar y quitar poder, hoy en día se la considera como la única forma existente para resolver los problemas derivados de la crisis climática. También los que provoca en la agricultura. Recientemente, por ejemplo, la revista Nature ha publicado una revisión científica que analiza cómo el matrimonio entre inteligencia artificial y biotecnología puede “transformar la producción agrícola mundial, ayudando a construir sistemas alimentarios más resilientes frente al cambio climático, las plagas y el crecimiento de la población”. Y aunque estamos produciendo alimentos para 10 mil millones de personas, las soluciones que se nos proponen son pedirle a la inteligencia artificial que decida cómo modificar el genoma de las plantas para crear nuevos cultivos. Y confiar en Ella. En su criterio divino.
Puede parecer un cierre fantasioso para este texto, pero es justamente todo lo contrario: vamos camino de comprar las verduras desde casa, y que el teléfono móvil desde donde efectuaremos la operación, el internet que nos conecte y los tomates que nos sirvan sean todos del mismo amo.
domingo, noviembre 9
jueves, noviembre 6
Las personas curvas
Mi madre decía: a mí me gustan las personas rectas.
A mí me gustan las personas curvas,
las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.
A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva.
El día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!
Y no me gustan las personas rectas,
el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
(en las que puedes contemplar las curvas
y conocer la tierra);
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.
Y la paciencia es curva.
El pan es curvo
y la metralla recta.
No me gustan las cosas rectas
ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas:
a mí me gustan los maestros curvos,
las maestras curvas.
No los dioses rectos:
¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!
El baño es curvo,
la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas.
Vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.
A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.
Jesús Lizano
lunes, noviembre 3
El concepto de libertad en las ideas anarquistas
La libertad es, para la filosofía anarquista, su tema central; de ahí que se haya dado en llamar libertaria. Para el anarquismo, la libertad constituye una conquista vital y social; la cuestión no es tanto que el ser humano sea libre de forma innata, sino que precisamente encuentra los caminos para ejercer su libertad porque es la característica primordial de su existencia.
Al margen de lo que pudieran pensar los anarquistas decimonónicos, la evolución de las ideas libertarias muestra una filosofía más vitalista que idealista, su concepto de la libertad no es abstracto sino marcado por una serie de valores concretos situados en un mundo en constante devenir. En la línea del pensamiento de Albert Camus, es el ser humano, también en la vida social, el que se muestra capaz (o no) de otorgar sentido a su existencia; la vida queda marcada para el anarquismo, en suma, por un esfuerzo constante de liberación. Insistiremos en que ese esfuerzo se muestra condicionado por multitud de fuerzas externas, de ahí que la lucha por la libertad pasa por la instauración de una sociedad no represiva que permita su crecimiento. Hay quien ha definido, y no podemos estar más de acuerdo, el anarquismo como una práctica de liberación (Formas y tendencias del anarquismo, Rene Furth). No se cae en ingenuidad alguna, se es consciente de que el individuo puede caer, y lo hace demasiado a menudo, en una inercia contraria a todo compromiso liberador; un motivo más para insistir en un concepto positivo de la libertad, en la construcción de una sociedad con las condiciones adecuadas para ejercerla.
Como ya se ha insistido numerosas veces, la libertad anarquista nada tiene que ver con la preconizada por el liberalismo, más propia del individuo aislado y necesitado para ejercerla de la explotación de sus semejantes y del privilegio económico. Recordemos, una vez más, las palabras de Bakunin: «La libertad sin socialismo es el privilegio, la injusticia. El socialismo sin libertad es la esclavitud y la brutalidad». Antes de eso, el propio Proudhon ya dijo que la libertad aislada, sin vida social, produciría «aún menos sociedad que bajo cualquier otro sistema». La libertad del anarquismo va estrechamente unida a la solidaridad, al apoyo mutuo; la libertad personal, la autonomía individual, no se relega nunca, se elude toda coerción, pero se recuerda constantemente la necesidad de la vida comunitaria. Por otra parte, solo la práctica de la libertad genera una mayor libertad, por lo que cualquier sistema autoritario es incompatible con el anarquismo. Por lo tanto, se rechaza dentro de la filosofía anarquista, tanto el individuo aislado, como el totalitarismo y toda forma autoritaria. Recordemos de nuevo a Bakunin: «Nada es más peligroso para la moral privada de hombre que el hábito del mando. El mejor hombre, el más inteligente, el más desinteresado, el más generoso, el más puro, se echará a perder siempre ante el mando. Hay dos sentimientos inherentes al poder que no dejan de producir nunca esta desmoralización: el desprecio de las masas populares y la exageración del mérito propio. El poder y el hábito de mando se convierten para los hombres, aun para los más inteligentes y virtuosos, en fuente de maldad intelectual y moral».
La libertad para el anarquismo, en definitiva, se realiza en la vida social. Otros conceptos para ejercerla en su plenitud son la solidaridad, el apoyo mutuo y el contrato libre.
De nuevo Bakunin:
«Yo no soy verdaderamente libre más que cuanto todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad es, al contrario, su condición necesaria y su confirmación. Yo no llego a ser verdaderamente libre más que a través de la libertad de los otros, de manera que cuanto más numerosos sean los hombres libres que me rodean y más profunda y amplia su libertad, más lo será la mía. Es, al contrario, la esclavitud de los hombres lo que pone una barrera a mi libertad; o, lo que es lo mismo, su animalidad es una negación de mi humanidad. La libertad, pues, es cosa complejísima, y antes que nada eminentemente social, ya que solamente en sociedad, y dentro de la más estrecha igualdad solidaria de cada uno para con todos, puede realizarse».
Adelantándose a lo estudiado tiempo después por la sicología social, Bakunin nos recuerda que
«cada hombre que conocéis y con el que os relacionáis, directa o indirectamente, determina vuestro ser más íntimo, contribuye a haceros lo que sois, a constituir vuestra propia personalidad».
La libertad implica, de forma obvia en el anarquismo, igualdad. Esa igualdad no es, por supuesto, uniformidad: es más, es la aceptación de la diversidad y de la complejidad lo que lleva a la negación de todo Estado. Frente a las propuestas liberales, formales y finalmente vacías, la libertad anarquista se realiza en función de los demás y de forma efectiva; nuestra autonomía implica a los otros, al igual que en un concierto en el que los músicos intentan sintonizar entre ellos sin que cada miembro pierda la libertad individual. La filosofía anarquista, como nos recordaba Herbert Read (Anarquía y orden), no es esencialista, no parte de ningún punto de partida; como se ha dicho anteriormente, la libertad en el ser humano es una condición posible de su existencia, sobre el individuo recae la responsabilidad de llevarla a cabo. Insistimos en lo pragmático de la filosofía anarquista. La elección de la libertad como parte fundamental de sus propuestas sitúan al anarquismo, con seguridad, como la más profunda y sólida de las teorías políticas modernas. Solo puede entenderse la idea de libertad en el anarquismo atendiendo a muchos otros conceptos: la igualdad, la pluralidad, la autonomía, la educación, la solidaridad como factor de cohesión social o el espacio público como diálogo y confrontación.
En este repaso somero por el concepto de la libertad en el anarquismo, mencionamos a Stirner, pero recordando su difícil acomodación a la filosofía ácrata. Su individualismo extremo, su exaltación de la libertad como una fuerza vital absoluta, le hace caer seguramente en cierto irracionalismo y le opone a la gran mayoría de los pensadores anarquistas; no obstante, su reivindicación de la soberanía individual y su lucha con toda abstracción y trascendencia, plasmadas en su espectacular obra El único y su propiedad, merecen ser siempre recordadas. Para las ideas anarquistas, al menos para la mayoría, por ser cautos, el ser humano es eminentemente social y solo en sociedad puede ser libre o esclavo, lo mismo que feliz o infeliz. El siempre pragmático Malatesta asegura: «Por consiguiente, en lugar de aspirar a una autonomía nominal e imposible, debe buscar las condiciones de su libertad y de su felicidad en el acuerdo con los demás hombres, modificando de acuerdo con ellos aquellas instituciones que no les convengan». La sociedad libertaria, huelga decirlo, es contingente y no resultado de ley natural alguna, resulta posible o no según lo decidan los seres humanos; Malatesta, lejos también de cualquier idealismo y parafraseando a Bakunin, «la libertad de un individuo halla, no el límite, sino el complemento en la libertad de los demás», considera ese aserto como una bella aspiración; no obstante, se recuerda la complejidad y pluralidad de la vida social, por lo que los gustos y necesidades de los demás suponen tantas veces una cortapisa a nuestros propios deseos. Se trata, no obstante, de una reivindicación de la necesidad de acuerdos mutuos y de la comprensión de los posibles conflictos y desilusiones que, sin duda, también existirían en una sociedad libertaria.







