Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

domingo, julio 21

De cetáceos encerrados y lucha de clases

 

 

No sobramos, lo que pasa es que la cosa está mal repartida. Somos capaces de hacer cosas maravillosas. A través de una adivinanza sobre una película que encandiló a un montón de criajes en los años 90, haremos mención de algunas fuentes que tratan de vincular liberación animal y lucha de clases, dos cuestiones aparentemente separadas pero estrechamente relacionadas. Muchas cosas nos hemos dejado en el fondo del mar que os queríamos contar sobre cetáceos encerrados y sueños de infancia, pero nuestra inquietud no cabe en nuestros podcasts. Otra vez será, mientras tanto, esperamos que lo disfruteis!


Posdata; Nuestra condición compartida con el resto de animales es ser bestias de carga. ¡Disculpen si los violines de fondo dificultan la escucha!

Música de fondo; Refused // sonidos de cetáceos //

Canciones y audios:

- Hollywood - Emma Ruth Rundle Thou
- Tilikum - La mirada del tigre
- Delfín - Otro incendio es posible
- Fire in the ocean - The organ
- Audio película; "Sorpresa, se trata de la adivinanza"
- The tiger and the dolphin - Alice Phoebe Lou
- Rejas de color - Accidente
-Extracto de Meat is murder - The Smiths
- Camino de alta dificultad - Mármol

Libros nombrados;
- Los animales son parte de la clase trabajadora. Ed ochodoscuatro
- Bestias de carga. Ed ochodoscuatro
- Beyond Amnesty. Primera vocal Local anarquista Magdalena.

Artículos;
LIberación en Ucrania;https://es-contrainfo.espiv.net/2013/07/24/ucrania-celula-flafai-reivindica-la-liberacion-de-dos-delfines/

Mel Broughton y la historia de Rocky
https://ochodoscuatroediciones.org/mel-broughton-y-la-historia-de-rocky/

jueves, julio 18

Escritos libertarios. George Brassens

 

 

En 1946, en París, Georges Brassens cultivó la amistad con algunos activistas anarquistas de su barrio, en concreto con el pintor Marcel Renot y con el poeta Armand Robin, y estos encuentros decisivos, sumados a la lectura de algunos clásicos libertarios —Bakunin, Kropotkin y Proudhon, entre otros—, llevaron a un joven Brassens a involucrarse en el movimiento anarquista y a colaborar activamente durante unos meses en Le Libertaire, el órgano de la Federación Anarquista, y también, ocasionalmente, en el boletín de la CNT en Francia.

En Le Libertaire, Brassens ejerció de corrector y secretario editorial, además de redactar numerosos artículos. En ese momento, los artículos del periódico no aparecían firmados o lo hacían bajo pseudónimo. Se sabe a ciencia cierta que Brassens firmó como Geo Cédille y como Gilles Colin, y aunque por el contenido y el tono hay otros muchos textos donde se intuye la pluma de Brassens, sería presuntuoso atribuírselos con certeza.

Estos escritos libertarios, que por primera vez se publican en español, son, como sus canciones, un canto contra los gendarmes y los militares, contra el parlamentarismo y los políticos, contra la religión y el dinero, contra todas las formas de esclavitud e hipocresía humanas, y ponen de manifiesto el alcance contestatario, a veces violento, de la obra de un hombre que siempre huyó de los dogmas y el maniqueísmo, que vivió fiel a su compromiso con la libertad y a su rechazo del orden establecido.

Las reflexiones incisivas en sus escritos, y su estilo provocador e irónico quedan perfectamente recogidas en esta obra recopilatoria de sus textos más militantes. Sin embargo, eran solo el inicio de una vida dedicada al espíritu revolucionario y que le llevó a convertirse en uno de los máximos exponentes de la canción protesta francesa. No podremos olvidarle gracias a su tema musical ‘La mauvaise réputation‘ (La mala reputación).

Cuando la fiesta nacional
Yo me quedo en la cama igual,
Que la música militar
Nunca me supo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
Que el de no seguir al abanderado
’.

 

Editorial: Pepitas de Calabaza & FAL. Traducción y prólogo: Diego Luis Sanromán. Páginas: 112.

lunes, julio 15

La derecha nos roba los «muebles»: anarquismo y lo libertario

 


Hace tiempo que tengo la sensación molesta de que la derecha se apropia de términos que no les han pertenecido y que los medios de comunicación, ¡¡cómo no!!, ayudan en la consolidación de dicha apropiación.

Nos ayudaremos para demostrarlo del excelente libro de Daniel Colson titulado: Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze[1]. Digamos en primer lugar que el término Movimiento Libertario fue utilizado en España con profusión durante la década de 1930 para referirse a la vinculación y coordinación de la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias, mientras que el Partido Libertario (Libertarian Party) fue fundado en Estados Unidos en diciembre de 1971. Estoy segura de que el término «libertario» ha aparecido también con anterioridad a la década de 1930 en España y en otros países sin el contenido liberal y reaccionario del Partido Libertario yanki.

Bien, nuestra manera de entender lo libertario hace referencia a una fuerza colectiva de prácticas y opiniones enamorada de la libertad y que no tiene ninguna relación con el resentimiento tan particular que utiliza la derecha libertariana. El pensamiento libertario no tiene nada que ver con la identificación del individuo como un ser sin cualidades singulares, un ser dependiente y reducido a la pobreza mecánica y exterior que presuponen e imponen los propulsores del mercado o quienes defienden la lógica electoral. Por lo mismo, no comparte con la derecha libertariana que se reduzca el Estado a su mínima expresión, pero a la vez sea feroz y todopoderoso, soberano absoluto, vigilante del estricto juego impiadoso donde, como nuevos «robinsones», los individuos se comporten con ferocidad en la lucha por el beneficio y el éxito, siendo multitud en los supermercados, estadios y actos políticos o religiosos.

Para lo libertario, la persona tiene un papel clave como tal y además actuando colectivamente, las personas libertarias se intentan capacitar para pensar de forma diferente a como quieren que lo hagamos y trata de resistir la dominación por cualquier grieta que encuentre siendo relevante vivir de otra forma dejando de desear lo que nos ofrece el capitalismo. El Estado reducido a la mínima expresión en lo económico pero omnipresente en la vigilancia y el control nunca podrá contar con el apoyo de lo libertario. Libertad no es consumir, no es la servidumbre de los mercados, no es dejarnos gobernar por estos y sus dulces cantos de sirena. Esta posición implica, como señala Tomás Ibáñez en su libro: Anarquismo no fundacional. Afrontando la dominación en el siglo XXI[2], desarrollar un arte de no ser gobernado que requiere una ética de la revuelta que defina una manera de estar en el mundo, donde la persona se enfrenta constantemente al poder y se esfuerza por ser ingobernable.

Que la derecha más reaccionaria se sienta cómoda con el término «anarcocapitalismo» molesta e irrita puesto que la defensa de una anarquismo de libre mercado o de propiedad privada, nada tiene que ver con el término anarquía y ni siquiera con el termino anarquismo que ha rechazado mayoritariamente la propiedad privada y el libre mercado capitalista.

Anarquía o an-arkhé es la negación del arkhé que tiene una doble cara: la del poder, que ha sido la contemplada por el anarquismo político, y la del rechazo de todo principio inicial, de toda causa primera, de toda dependencia de los seres frente a un origen único (Colson). Este significado tiene su origen en Grecia que estableció la necesidad de referir el mundo a ese principio primero que permitiese entender su constitución. Ese principio instaura de facto una cadena de mando, una jerarquía sin la cual impera el desorden (an-arkhé).

Resulta evidente que el llamado «anarcocapitalismo», o neoliberalismo, ni rechaza el poder ni mucho menos ese principio primero, todo lo contrario. Como señala Amador Fernandez-Savater en su libro: Capitalismo Libidinal. Antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar[3], este capitalismo implica una forma de organizar el mundo y la vida que hace de la competencia la norma universal de los comportamientos. El «anarcocapitalismo» gobierna a través de la presión ejercida sobre las personas por las situaciones de competencia que crea. Esa razón es mundial y «hace mundo», atraviesa todas las esferas de la existencia humana. Es un verdadero proyecto de sociedad y cierta fabricación del ser humano.

El anarquismo, como ya hemos dicho, ha rechazado el poder tradicionalmente (un tema que debemos revisar en el sentido de qué y cómo entendemos el poder… eso para otro día) pero debe rechazar esos principios primeros para afirmar que es la práctica la que a partir de sí misma elabora su propia justificación y construye sus propios principios que serán tan múltiples como la propia multiplicidad de las situaciones vividas (Ibáñez). La anarquía es, por tanto, la afirmación de lo múltiple, de la diversidad ilimitada de los seres y de su capacidad para componer un mundo sin jerarquías, sin dominación, sin otras dependencias que la libre asociación de fuerzas radicalmente libres y autónomas (Colson).

En conclusión, nada que ver con la dictadura del mercado, de la competencia, de la propiedad privada que atraviesa todas las esferas de la existencia humana y convierte a las personas en seres dependientes de unos deseos creados por el capital para generar más beneficios y más pobreza material y del pensar.

Proclamemos a los cuatro vientos que «su» anarquía y «su» libertarianismo es una apropiación indebida y que los «muebles» forman parte de nuestra genealogía de la que nos alimentamos siempre desde el pensamiento crítico y no desde la idea de principios inamovibles y únicos.

 

Laura Vicente

 

[1] El libro es de 2001, traducido en 2003 por la editorial Nueva Visión de Buenos Aires.
[2] El libro es de 2024 y ha sido publicado por Gedisa.
[3] El libro es de 2024 y ha sido publicado por Ned.

viernes, julio 12

Disfuncionalidad sistémica

 


Si para que este sistema funcione correctamente

tiene que haber mil millones de coches

destruyendo la capa de ozono,

haciendo el aire irrespirable

y desolando la superficie de la tierra,

además de matar a los que van dentro.



Si para que este sistema funcione correctamente

tiene que haber irresponsabilidad social colectiva,

reproducción ampliada del capital,

sociedades mercantiles y trabajo esclavo.



Si para que este sistema funcione correctamente

tiene que haber fugas radiactivas, mareas negras,

contaminación del aire y de los acuíferos,

acidificación de los océanos, estrés hídrico,

pérdida de la biodiversidad, agotamiento de suelos,

sobrecarga de nitrógeno y fósforo en los cultivos

y cánceres inducidos por alimentos transgénicos.



Si para que este sistema funcione correctamente

tiene que haber ordenadores, móviles

y aire acondicionado funcionando a todo trapo

en una sociedad hecha de individuos aislados

y desconectados de la realidad.



Si para que este sistema funcione correctamente

el dinero debe dinamitar todo lazo de solidaridad

priorizando solo los intereses particulares,

donde el otro es reducido a cosa, instrumento,

servicio impersonal.



Si para que este sistema funcione correctamente

hay que destruir todo lazo afectivo con la comunidad

y mercadear con los bienes y los cuidados.



Si todo esto es necesario para que este sistema funcione,

¿no sería mejor cambiar de sistema?





Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Ed. Irrecuperables, 2023

sábado, julio 6

Deportes de masas (no tanto de individuos)

 

Creo que estos días se está jugando alguna competición balompédica, de esas en las que entran en lid selecciones nacionales, ya que resulta casi imposible que no le inunden a uno con imágenes de tíos en calzoncillos de diversos colores. No sé qué tendrá ese deporte que seduce y obnubila al personal hasta el punto de que no tarda en envolverse una bandera y, en caso de que su equipo meta la bolita en la red, agitarse alborozado como si hubiera alcanzado la eudaimonia. Como el único deporte que practica uno es correr cuando le persiguen, normalmente tipos uniformados muy malintencionados, y todo lo que huela a nación y derivados le repele abiertamente, le resulta ajeno todo esto fervor por alegrarse del triunfo de deportistas nacidos en este inefable Reino de España. Ya lo dijo el clásico, «un patriota viene a ser un bodoque que se alegra por recibir su vecino una medalla». No obstante, como el que subscribe no anda escaso de curiosidad antropológica, e incluso posee el admirable anhelo de una sociedad un poquito más inteligente y menos alienada, se ve obligado a poner el foco una y otra vez en los llamados deportes de masas.

Estos días, andamos también de celebración por el llamado Orgullo (siempre, siempre, con el epíteto de crítico), celebrado en estas fechas como aniversario de los hechos de Stonewall, donde un grupo de personas marcó una fecha emblemática por la lucha por la diversidad sexual al atreverse a decir no ante la hostilidad policial (los uniformados malintencionados anteriormente mencionados). Y es que, a lo que voy, donde hay un deporte que puede calificarse abiertamente de machista y homófobo ese es el fútbol, aunque las mujeres, también en esto, estén ya empujando para cambiar las cosas. Para bien y para mal, el llamado balompié es algo que practican infinidad de personas en el mundo y que genera como afición unas pasiones exacerbadas (y, a menudo, irracionales). Para mal, el deporte no deja de ser una reflejo de la sociedad y, en ocasiones, de lo peor de ella. Así, son pocos los jugadores profesionales que se han atrevido a reconocer su condición sexual diferente a lo llamado heteromativo (lo siento, no me gusta la palabra «homosexual», me parece un término heredado de cierta catalogación poco menos que patológica).

No es extraño que los deportistas no se atrevan a «salir del armario», valga la expresión, si cada vez que lo hace uno no tarda en recibir insultos en los estadios. Los improperios que se escuchan en estos eventos, por supuesto, son de todo tipo, vociferados por idiotas redomados, pero los ataques al diferente suelen tener una especial fijación. El sistema establecido, siempre tan presto a guardar las formas, toma de vez en cuando medidas sancionadoras, pero como uno es un ácrata irreductible solo cree en la profundización de toda problemática y en provocar que el personal sea un poquito mejor (eso que, con cierta precaución, podemos llamar educación). Insistiremos, el deporte, y más el llamado deporte de masas, no dejar de ser más que un reflejo de la sociedad que vivimos (o padecemos). Hay quien, seguramente con buen tino, ha señalado la tóxica hipermasculinidad vinculada sobre todo al fútbol, hasta el punto de que a muy pocas personas parece extrañarle que en ese mundo haya una proporción ínfima de personas gays en comparación al resto de la sociedad. Otro motivo más para pensar que debe activarse algún mecanismo alienante, bien agitado estos días por la mistificación patriótica, digno de estudio.

 

Juan Cáspar

miércoles, julio 3

Johann Kaspar (Stirner) y el único

 

Cada vez que me flaquean las piernas y me entra la lejana tentación de creer en alguna estupidez abstracta, me siento a releer El único y su propiedad, aquella obra tan reivindicable del bueno de Max Stirner publicada en el lejano 1845 y, sin embargo, más actual que nunca en la tercera década ya del siglo XXI. Recordaremos que para esa fecha solo habían pasado unos escasos años desde que Proudhon le diera un significación positiva al término anarquía y todavía quedaba bastante para que pudiera hablarse, como tal, del movimiento anarquista. Y, ojo, Stirner nunca se llamó a sí mismo anarquista, ni seguramente le podamos considerar específicamente como tal, pero los que más le han reivindicado, reeditando una y otra vez su obra, han sido precisamente los ácratas; al menos, parte de ellos, ya que otros libertarios no lo han visto con tan buenos ojos. Y, en un primer vistazo, no resulta extraño ese rechazo, ya que hablamos de un tipo que abandera una suerte de nihilismo, según el cual cada ser humano debe abandonar toda causa general en beneficio de su propia personalidad. Pero, veamos, por qué me resulta tan atractivo su pensamiento y por qué debería gustar a todo libertario con algún tic nihilista (no sea que asome, sin pretenderlo, la sombra del dogma).

Al entrañable Stirner se la dedicado toda suerte de improperios e incluso, algo que empuja a que simpatice aún más con él, el inefable Marx, bien sobradito de soberbia intelectual, llegó a dedicarle una obra. Diremos de entrada, así ya para polemizar, que en El único y su propiedad se considera que, para cada ser humano, el único universo con sentido es el propio. Constantemente, el único (cada individuo es considerado como tal) es acosado por ideas y entidades que le son extrañas, entre las que se encuentran en primer lugar la religión y el Estado (lo cual, por supuesto, solo puede poner los dientes largos a los ácratas). Pero, por supuesto, la crítica no se queda ahí y Stirner arremete contra todo obstáculo que suponga una merma en el desarrollo de la personalidad, se trata de la voluntad individual contra toda causa general y contra toda abstracción. ¡Toma ya, vamos a ser ambiciosos! Como ya he insinuado, se han vertido toda suerte de tópicos y falsedades contra la obra de Stirner, y uno que puede escuchar en cierta ocasión, quizá por querer demonizar de modo botarate cualquier asomo de individualismo, fue calificarlo nada menos que de liberal cuando su libro arremete igualmente contra esta ideología. Anticipando las críticas, aclararé que el pensamiento estirneriano no desemboca en un solipsismo antropológico (sea lo que sea eso) que imposibilite la sociedad; apuesta por la afectividad, la sensualidad natural y por una afirmación de la identidad individual que renuncia al aislamiento y busca la unión con otros egoístas. ¡Cada vez me gusta más!

Para llegar tan rematadamente lejos, Stirner pide una crítica permanente a toda la moral heredada e interiorizada, que no transija ante nada y que abra el camino a una nueva sensualidad. Esta nueva conciencia del único sobre su personalidad anulará toda alienación, substituirá el Estado por la potencia del individuo, la sociedad por la libre unión y el humanismo por el placer particular. ¡Uf! Hoy, en la llamada posmodernidad, cuando algunos hablan de un anarquismo carente de principios fundacionales, guiado solo por sus prácticas en lucha permanente contra todo tipo de dominación, es posible que el bueno de Stirner sea más actual que nunca. Así lo considero al recordar su tremebundo análisis crítico y de fervorosa denuncia de todo idea fija, así como su rechazo a algún tipo de naturaleza humana que empujaría al sujeto a ser tal y como decide una pléyade de reaccionarios instalados en el poder. Y es que las ideas fijas, que el autor de El único y su propiedad llamaba también con notable lucidez espectros, serían solo abstracciones ideológicas convertidas en eso tan nocivo llamado esencias (con propiedades ficticias atribuidas antaño a Dios y, a partir de la modernidad, a otros conceptos absolutos). Esos espectros, ideas fijas o abstracciones ideológicas (Dios, el Estado o cualquier concepto con mayúsculas), que tantas personas asumen como propios, solo empuja, recuperando otra obra clásica también publicada una y otra vez en el mundo libertario, a la servidumbre voluntaria. Lo dicho, un autor muy reivindicable Stirner que nos fuerza a cuestionarnos todo aquello que nos somete y buscar eso tan necesario que es la rebeldía.

 

Juan Cáspar