INCONSCIENCIA
para David González
En la hoguera del mundo
nos lavamos las manos con gasolina,
después, para que se nos calienten,
las acercamos al fuego.
*
LLENOS DE TODO
No irnos así,
hablando la lengua de los ricos,
con un décimo de lotería en los bolsillos,
saludando a los corredores de bolsa y a los curas,
acumulando chatarra,
pidiendo orden
y que se respete, en huelga, nuestro derecho al trabajo.
Despreciables, indignos,
brutos con la fecha de caducidad
inscrita en el entrecejo.
No se trata de mentirnos sino de desobedecer,
poder decir que hemos vivido para algo
más allá de para tener contentos a los patrones.
*
AL SUR DE NUESTRAS UÑAS
Contra el parabrisas
calles adornadas con nombres de asesinos,
mendigos,
incómodos manifestantes de SAMSUNG
que los miran por el rabillo del ojo
y siguen su marcha
no como obreros despedidos
sino como niños que se han perdido de sus padres.
Una ETT, y al lado otra, y otra, y otra,
todas muy juntas, todas habitando el centro de la ciudad,
levantadas del suelo a los primeros pisos
por recomendación gubernamental.
Ministros, consejeros, delegados, directores,
maestros, aprendices, escolares,
por encima del conocimiento: obediencia,
por encima de la justicia: compadreo.
Pisos, bloques, polígonos, zonas industriales.
Autopistas, carreteras, caminos, sendas.
Granjas, aldeas, pueblos, ciudades.
Por encima de los kilómetros, muros.
Por encima de los lugares, soledad.
Extremadura, España, Eslovaquia, Europa.
Una, dos, tres, cuatro, cinco,
seis velocidades para dejar atrás la pobreza y los incendios,
el sur, el deshielo, el relente,
la tierra devastada, la amnesia, la culpa
y solo al final, muy al final,
algo de viento, algo de lluvia
contra el parabrisas.
*
Antonio Orihuela en Voces del Extremo: poesía y desobediencia. Ed. Amargord, 2014
jueves, julio 30
lunes, julio 27
El único acto dadaísta posible es el incendio del Cabaret Voltaire
[El Cabaret Voltaire en 1916]
Estamos
en 1916 y las armas químicas destrozan los pulmones de los soldados que
combaten en el frente. Ese mismo año, el ejército alemán ha descubierto
una nueva combinación de gas aún más letal que las que se habían usado
hasta entonces, y las bajas se cuentan por miles. Las máscaras de gas no
sirven. La mezcla de cloro y fosgeno que cae sobre las trincheras acaba
filtrándose por las protecciones y alcanzando las vías respiratorias.
Los soldados ni siquiera notan los síntomas al principio. Los efectos
del gas tardan varias horas en manifestarse, así que siguen luchando
ajenos a los abismos que han comenzado a abrirse en sus pulmones.
El dueño del local acabará
expulsando a los dadaístas solo unos meses más tarde, cuando se dé
cuenta de que todos aquellos muertos de hambre ni siquiera tienen para
pagar las consumiciones. El Cabaret Voltaire se convertirá en un
restaurante barato para gente de mala vida, uno de esos locales donde no
sé preguntan los ingredientes que llevan los platos. En los años
treinta sus dueños lo decorarán como una casa de campo suiza en un
intento por atraer a una clientela algo mejor, pero no servirá de nada.
El Cabaret Voltaire nunca será otra cosa que un agujero húmedo y oscuro
excavado en medio de Zürich.
A finales de los
años ochenta el local será finalmente abandonado. En las últimas dos
décadas había sido una discoteca de mala fama, pero después de un tiempo
sus dueños se cansarán de intentar mantener el negocio a flote. Durante
los doce años siguientes permanecerá vacío, olvidado en medio de una
ciudad que se apresuraba en destruir todos los túneles que llenaban su
subsuelo y olvidar todas las conspiraciones que se habían urdido en sus
sótanos. Por alguna razón nadie reparó en aquel antro que se caía a
pedazos a causa de la humedd y el abandono. Sin embargo, en el invierno
del 2002 alguien decidió abrir de nuevo el abismo. Un grupo de okupas
derribaron la puerta del local y crearon un centro social que trataba de
recuperar el espíritu provocador y burlón del dadaísmo. Durante más de
tres meses se organizaron recitales, fiestas y proyecciones de cine
similares a los que se habían hecho en el Cabaret Voltaire, aunque quizá
el verdadero espíritu del dadaísmo estaba ya en el hecho de la
okupación. Si dadá estaba en alguna parte era en la puerta destrozada
del local, en las ruinas y los escombros colectivizados, en la burla al
sistema legal, en los delitos que se estaban cometiendo.
Tres
meses después el nuevo Cabaret Voltaire fue desalojado. Ese mismo año
se convirtió en un museo del dadaísmo. El sistema había consumado la más
cruel de sus violencias: convertirlo en parte de él. Ahora, diez años
después y con cientos de visitas diarias, el dadaísmo solo puede ser
homenajeado con un único acto: la reducción del Cabaret Voltaire a
cenizas en el más hermoso de los incendios.
[El Cabaret Voltaire hoy, convertido en museo del dadaísmo]
Extraído de http://vidadeperrxs.blogspot.com.es/
viernes, julio 24
Capitalismo
No hay nada mas engañoso y falso que el pensar que algo no tiene fin y que se proyecta en el futuro hasta el infinito. Y sin embargo, esta es la premisa de los delirios de perfección sin fin que el crecimiento económico y la ideología del Progreso intentan hacer pasar como cosa natural y deseable. En sentido estricto, el Capital está concebido como un sistema basado y construido sobre la acumulación infinita de dinero. No tiene otro objetivo, y por tanto es su único fin. El capital no cubre necesidades, no produce valores de uso, nadie fabrica pan para dar de comer. Por eso, el ciclo de la economía capitalista no acaba cuando las necesidades de determinada mercancía se han visto satisfechas por su supuesta realización social, sino que continúa moviéndose en un única dirección constante, la acumulación de capitales y dinero. Todo queda sujeto a la valorización, nuestros ríos, nuestros montes, el viento y en breve el aire…Y su utilidad no tiene sentido si no es para convertirla en beneficio. Si no hay acumulación, no se crece, si no se crece, no hay trabajo, si no hay trabajo, reina la escasez y aquí estamos en un punto que a día de hoy todos conocemos. Capitalismo es escasez y barbarie.
martes, julio 21
Periódico Anarquía (región de Uruguay)
Nos quisieron hacer creer que la democracia era igualdad, y por igual los políticos nos cagan, sean de izquierda o derecha.
Nos gritaron que sus leyes nos hacen libres, pero libres son los burgueses de devastar la tierra y de explotarnos.
Nos susurraron “dios es amor”, pero el amor de un siervo a su amo nos
da asco, las misas nos aburren y sus limosnas no pueden ocultar la
miseria.
Nos dijeron que la vida era sagrada, pero sagrada es la propiedad y sus privilegios custodiados por milicos.
Basta de agachar la cabeza, de delegar e inventarnos excusas.
Basta de agachar la cabeza, de delegar e inventarnos excusas.
Esto no da para más y hay que cambiarlo.
Podemos seguir mirando para el otro lado, seguir esperando soluciones de arriba y aceptar los roles que nos han impuesto.
O podemos de una vez por todas re-apropiarnos de nuestras vidas.
Hagámonos en fraternidad y alegría para todos. ¡Seamos los jinetes de nuestro destino! ¡Abramos paso a la anarquía...!
Lo puedes descargar desde su blog: https://periodicoanarquia.wordpress.com/
Número de abril de 2015: https://periodicoanarquia.files.wordpress.com/2015/04/25.pdf
sábado, julio 18
El poder del estado
El Estado no podría existir si nuestra
capacidad para determinar las condiciones de nuestra propia existencia,
como individuos en libre asociación con las/os demás, no se nos hubiese
sido quitada. Esta desposesión es la fundamental alienación social que
provee las bases para toda dominación y explotación. Esta alienación
puede ser correctamente rastreada en el surgimiento de la propiedad (y
digo propiedad como tal, no como propiedad privada, ya que desde muy
temprano gran parte de la propiedad era institucional- perteneciente al
Estado). La propiedad puede ser definida como la demanda exclusiva de
ciertos individuos e instituciones sobre herramientas, espacios y
materiales necesarios para la existencia, haciéndolos inaccesibles a los
demás. Este reclamo es reforzado por medio de la violencia explícita o
implícita. Sin libertad para tomar lo necesario para crear sus vidas,
las/os desposeídas/os están forzados a ajustarse a las condiciones
determinadas por las/os auto-proclamadas/os dueñas/os de la propiedad,
con la intención de asegurar su existencia, que se vuelve así una
existencia en servidumbre. El Estado es la institucionalización de este
proceso, que transforma la alienación de la capacidad de los individuos
para determinar su propia existencia en acumulación de poder en las
manos de unos pocos.
Es innecesario e inútil intentar precisar
si la acumulación de Poder o la de riqueza tuvieron prioridad cuando
aparecieron por primera vez la propiedad y el Estado. Ciertamente estos
ahora se encuentran profundamente integrados. Parece como si el Estado
fuese la primera institución en acumular propiedades con el propósito de
crear un excedente bajo su control, un excedente que le dio Poder real
sobre las condiciones sociales bajo las cuales sus súbditos tuvieron que
existir. Este excedente les permitió desarrollar las variadas
instituciones a través de la cuales imponía su poder: instituciones
militares, religiosas/ideológicas, burocráticas, policiales y así. Por
lo tanto, el Estado, desde sus orígenes, puede ser concebido como un
capitalista por si mismo y con intereses económicos propios que sirven
precisamente para mantener su Poder sobre las condiciones sociales de
existencia.
Como cualquier capitalista, el Estado
entrega un servicio a cambio de un determinado precio. O más
precisamente, el Estado provee dos servicios completamente relacionados:
protección de la propiedad y paz social. Ofrece protección a la
propiedad privada mediante un sistema de leyes que la precisan y
limitan, y por medio de la fuerza de las armas, por las cuales tales
leyes son impuestas.
De hecho, solo se puede decir que existe
propiedad privada cuando las instituciones del Estado están ahí para
protegerlas de aquellas/os que simplemente tomarían lo que quisieran.
Sin esta protección institucional, existe solamente un conflicto de
intereses entre individuos. Esta es la razón por la que Stirner [1]
describió la propiedad privada como una forma de propiedad social o
estatal sostenida con desprecio por individualidades únicas. El Estado
también entrega protección a los «bienes públicos» de invasores externos
y de aquellas/os que el Estado considera ser abusados por sus súbditos,
mediante la ley y las fuerzas armadas. Como único protector de la
propiedad entre sus fronteras -un rol mantenido por el monopolio del
Estado sobre la violencia- el Estado establece un control concreto
(relativo, por supuesto, en relación con la capacidad real que tiene de
ejercer tal control) sobre toda esta propiedad. Así, el costo de esta
protección consiste no solo en impuestos y varias formas de servicio
obligatorio, sino también de resignación hacia los roles necesarios para
el aparato social que mantiene el Estado, y la aceptación, en el mejor
de los casos, de una relación de vasallaje con el Estado, el cual puede
reclamar cualquier propiedad o enrejar cualquier espacio público “por el
interés común” en cualquier momento. La existencia de la propiedad
necesita al Estado para su protección y la existencia del Estado
sostiene a la propiedad, pero siempre, en última instancia, como
propiedad estatal, a pesar de lo “privado” que esta supuestamente sea.
La violencia implícita de la ley y la
violencia explícita de los ejércitos y la policía, mediante las cuales
el Estado protege la propiedad, son los mismos mecanismos por los cuales
este asegura la paz social. La violencia por la que la personas son
desposeídas de su capacidad para crear su vida a su manera es nada menos
que la guerra social que se manifiesta a diario en el, por lo general,
continuo (pero tan rápido a veces como una bala policial) asesinato de
las/os que son explotadas/os, excluidas/os y marginalizadas/os por el
orden social. Cuando la gente bajo ataque empieza a reconocer a su
enemigo, frecuentemente actúa contraatacando. La tarea del Estado,
asegurando la paz social, es así un acto de guerra social, por parte de
las/os amos en contra de las/os dominadas/os – la supresión y prevención
de cualquier tipo de contra-ataque. La violencia de aquellas/os que
gobiernan contra los gobernadas/os es inherente a la paz social.
Pero
una paz social basada solo en la fuerza bruta es siempre frágil. Es
necesario para el Estado implantar en las cabezas de la gente la idea
que ellas/os dependen de la continua existencia del Estado y del orden
social que este mantiene. Esto puede ocurrir como en el antiguo Egipto
en donde la propaganda religiosa, asegurando la divinidad del Faraón,
justificaba la extorsión en la que él tomó posesión de todo el excedente
de grano, haciendo a la población absolutamente dependiente de su
voluntad divina en tiempos de hambre. O puede tomar la forma de
instituciones con participación democrática la cual crea una forma más
sutil de chantaje, en la que somos obligadas/os a participar si queremos
reclamar, pero donde estamos igualmente obligadas/os a aceptar “la
voluntad del pueblo” si lo hacemos. Pero, detrás de estas formas
implícitas o explícitas de chantaje, las armas, las cárceles, los
policías y los soldados están siempre ahí, y esta es la escancia del
Estado y la paz social. El resto es solo barniz.
Aunque el Estado puede ser visto como un
capitalista (en el sentido de que este acumuló Poder gracias a la
acumulación de riqueza excedente en un proceso dialéctico), el
capitalismo como lo conocemos, con sus instituciones económicas
“privadas”, es un desarrollo relativamente reciente, cuyos orígenes
están en el comienzo de la era moderna. Ciertamente este desarrollo ha
producido cambios significativos en las dinámicas del Poder, desde que
una parte de la clase dominante no es directamente parte del aparato del
Estado sino excepto como ciudadanos, como cualquiera esas/os que
ellas/os explotan. Pero estos cambios no significan que el Estado haya
sido subyugado a las instituciones económicas globales o que éste se
haya vuelto secundario en el funcionamiento del Poder.
Si el Estado es, por si mismo, un
capitalista, con intereses económicos propios por perseguir y mantener,
entonces la razón por la cual trabaja para mantener al capitalismo no es
que se haya subordinado a otras instituciones capitalistas, sino porque
para mantener su Poder debe mantener su fuerza económica como un
capitalista entre capitalistas. Los Estados débiles terminan siendo
subyugados a los intereses económicos globales por la misma razón que
las empresas pequeñas, porque no tienen la fuerza para mantener sus
propios intereses. Como las grandes corporaciones, los Estados grandes
juegan un papel de igual o mayor importancia que las grandes
corporaciones en determinar las políticas económicas globales. En
realidad, son las armas del propio Estado las que harán cumplir tales
políticas.
El Poder del Estado tiene sus raíces en
su monopolio legal e institucional sobre la violencia. Esto le da al
Estado un Poder material concreto de el cual dependen las instituciones
económicas globales. Instituciones tales como el Banco Mundial y el FMI
no incluyen solamente delegados de todos los mayores poderes del Estado
en el proceso de toma de decisión. Para imponer sus políticas también
dependen de la fuerza militar de los Estados más poderosos, la amenaza
de la violencia física que siempre debe situarse detrás de la extorsión
económica, para que esta funcione. Con el Poder real de la violencia en
sus manos, los grandes Estados difícilmente funcionarán como simples
servidores de las instituciones económicas globales. Por el contrario,
de un modo típicamente capitalista, su relación es una de extorsión
mutua, en beneficio de toda la clase dominante.
Además del monopolio de la violencia, el
Estado también controla muchas de las redes e instituciones necesarias
para el comercio y la producción. Autopistas, trenes, puertos,
aeropuertos, satélites y sistemas de fibra óptica necesarios para las
comunicaciones y redes de información, son generalmente estatales y
siempre sujetos al control del Estado. Investigaciones científicas y
tecnológicas necesarias para nuevos desarrollos de la producción, están
en buena parte dependiendo de complejos estatales como universidades y
el ejército.
De este modo, el Poder capitalista
depende del Poder del Estado para mantenerse a sí mismo. No es un asunto
de subyugación de una parte del Poder sobre otra, sino del desarrollo
integral de un sistema de Poder que se manifiesta a sí mismo como una
hidra de dos cabezas, el Estado y el Capital, un sistema que funciona
como un todo para asegurar la dominación y la explotación, las
condiciones impuestas por la clase dominante para la continuidad de
nuestra existencia. En este contexto, instituciones como el FMI y el
Banco Mundial son mejor entendidas como medios por los cuales los
Estados y las corporaciones coordinan sus actividades con la intención
de mantener la unidad de la dominación sobre la clases explotadas, en
medio de la competencia económica e intereses políticos. Por tanto, el
Estado no sirve a estas instituciones sino que estas sirven a los
intereses de los Estados poderosos y a los capitalistas.
Wolfi Landstreicher
(de su libro La Red de la Dominación)
(de su libro La Red de la Dominación)
miércoles, julio 15
José Luis Mata. (De Demolibles; 2010)
Mientras
el signo de los tiempos
consista
en
asegurarse
desesperadamente
un trabajo,
no
existirá otra alternativa que la del agua:
permanecer
sumergidos.
Hasta
que otro se torne el cariz.
Yo
podría ser hoy un asesino,
como
tú,
como ella,
como tantos
que insisten
en
asegurarse
desesperadamente
un salario.
José Luis Mata. (De Demolibles; 2010)
En: Disidentes, antología de poetas críticos españoles (1994-2014). Ed. La ovejaroja. Madrid, 2015.
selección y edición de Alberto García Teresa.
domingo, julio 12
“El amanecer de la Nada” por la Conspiración de Células del Fuego
La nueva guerrilla urbana rechaza la
sociedad actual y sus valores. Deroga los valores de aquella sociedad y
por medio del nihilismo reconstruye y descubre unos nuevos conceptos.
Pero frecuentemente el nihilismo está entendido como un concepto vago
y abstracto. Algunxs lo confunden con un pesimismo filosófico, otrxs con
un arrogante y degenerado pseudoegoismo. No vamos a presentar la
definición etimológica de la palabra “nihilismo”, sino que hablaremos
del significado que este adquiere en los textos y en los ataques de la
guerrilla anarquista. Empezamos por una conclusión que viene de lo que
hemos vivido.
A pesar de todo nuestro odio hacia el
mundo del Poder y su civilización, no podemos ocultar que somos siembra
de esta época. Su veneno lo encontramos por todos lados, puesto que los
ídolos del Poder acechan en cada uno de los aspectos de nuestra vida.
Incluso nosotrxs mismxs, que siendo anarquistas rechazamos la
civilización actual, ¿cuántas veces durante los momentos más liberadores
nos tropezamos con nuestro lado “malo”? Dentro de nuestro grupo,
en nuestras amistades y en nuestros amores, puede todavía existir la
sombra del Poder, la posesividad, la copia de prototipos, la pálida
imitación de papeles sociales, las divisiones, los pseudoegoismos…
El hecho de que somos anarquistas no
significa que estemos impolutxs y esterilizadxs de la sociedad actual y
de su civilización. Sin embargo, significa que estamos en
permanente guerra contra ella, aspirando a sacudir de nuestro interior y
de nuestro alrededor todas las costumbres y hábitos autoritarios junto
con sus residuos. En esta guerra el nihilismo funciona como purgador. Y
eso porque no habla simplemente sobre una más liberada reformulación de
las relaciones sociales, sino sobre la destrucción total de esas últimas
y sobre su reconstrucción desde cero a base de unos nuevos valores que
van a surgir tras la anarquía. Cuanto más en el fondo destruyes tanto
más intensamente crearás las presuposiciones para una nueva y radical
regeneración.
El nihilismo por medio de la acción
directa contribuye violentamente a la destrucción de todos los ídolos de
la civilización moderna y saca de su pedestal todos esos valores
que hoy en día están socialmente aceptados. Todos los valores y todas
esas prisiones morales de los compromisos quedan anihilados y liberados
de la sombra del Poder, mientras que unos nuevos significados se van
creando. El nihilismo es la vida que se mueve hacia las infinitas
posibilidades de liberación. Quizá todo eso suena muy abstracto. Pues,
hablemos de manera un poco más tangible. Porque la poesía del nihilismo
al mismo tiempo crea las ruinas de ese mundo. Especialmente hoy en día
observamos como la percepción anarquista se confunde y mezcla con los
residuos de unas teorías mutiladas y de unas ideologías invalidas.
Frecuentemente aparece una repugnante mezcla de anarquía con unos
análisis puramente económicos, con marxismo científico, con obrerismo,
con democracia directa o comunización. De esta manera la anarquía queda
lisiada y empobrecida, se limita y retrocede. Pierde su vivacidad y
su crítica, corriendo peligro de volverse una ideología muerta más.
Al leer y debatir los análisis y
textos que circulan en el ámbito anarquista, especialmente ahora con la
crisis económica, vemos que predominan especulaciones expresadas en un
lenguaje totalmente seco. El lenguaje del pasado y de una
ideología muerta. Por ejemplo, una de las cuestiones centrales en esas
discusiones es la propuesta de la autogestión de los medios de
producción. Es decir, el problema con mucha facilidad se centra en quién
tenga en sus manos los medios de producción. Algunxs ya van fantaseando
sobre autogestionados servicios públicos, órganos de beneficio
público, etc. Pero algo así no cambiará la esencia del mundo. Al
contrario: ese punto de vista obrerista que ve el apropiarse de los
medios de producción como proyecto motriz de liberación, de hecho no
sólo es incapaz de cuestionar el mundo del Poder sino que además lo
reproduce. Lo reproduce porque manteniendo el masivo proceso
productivo, aunque sea en su forma autoorganizada, conserva el trabajo
especializado, el control tecnológica, las metrópolis y la sociedad de
masas.
Por lo tanto la pregunta es: ¿quizás
estamos aceptando las condiciones y procesos del mundo autoritario,
porque pensamos que podemos transformarlos en unas condiciones
y procesos liberadores?
En nuestra opinión, ninguna liberación
puede llegar tras la autogestión de la miseria y de la producción
heredadas del mundo del Poder. Así la cuestión no puede
limitarse simplemente a ¿quién tiene los medios de producción: lxs
capitalistas o lxs trabajadorxs? Con el nihilismo la cuestión va más
allá, hasta destruir por completo aquellos medios de producción.
Igualmente la existencia de las
metrópolis modernas es una cuestión más que debemos de abarcar. No tiene
sentido hablar sobre la anarquía y la liberación si estas no van juntas
con la destrucción de las grandes ciudades. Y cuando decimos
“destrucción de las metrópolis” no tenemos en mente sólo lo de quemar y
derrumbar las cárceles, las comisarías, los ministerios y los demás
símbolos del Poder. Lo entendemos como la destrucción nihilista de todos
los fundamentos estructurales de las ciudades. Las metrópolis con su
arquitectura constituyen una edificación autoritaria que está
al servicio del sistema actual. Se trata de un inmenso y densamente
poblado desierto social. Una fábrica social que funciona sin parar, un
ambiente artificial que produce soledad y enajenación, que establece la
dictadura de las mercancías, el control de conductas sociales, la normal
circulación del dinero, la existencia de zonas de trabajo, zonas de
entretenimiento, zonas residenciales, etc. Además, las metrópolis están
destinadas a ser pobladas por sociedades multitudinarias. Sociedades de
masas que para organizar y cubrir sus propias necesidades, terminan
en unos centralistas modelos de organización social.
Asimismo, la sobresaturación de la gente
propicia la jerarquía piramidal y deroga a los alcances equivalentes.
Por esto, con el nihilismo y la anarquía propagamos el derribo arrasador
de las ciudades y la destrucción de la sociedad. La liberación de la
gente es acabar con la dimensión de masa que tiene la sociedad y
crear pequeñas y autónomas comunidades. Solamente tales comunidades
propician la comunicación, el crear juntamente, el debate, la
experiencia personal y la vivencia colectiva. Al mismo tiempo, el
nihilismo anarquista rechaza a la aterciopelada y camuflada
opresión civilizadora. Todos los logros de la civilización dominante,
todos los momentos de su cultura y sus pensamientos, pertenecen al mundo
del Poder. Incluso la música, el cinematógrafo y la literatura
frecuentemente sirven como propaganda del Dominio. Es por eso que se
producen en forma de objetos/artículos para el consumo de masas, lo
hacen las correspondientes industrias de música, de cine, etc. Con sus
representaciones artísticas reproducen modelos de conducta social y de
mentalidad como también fortalecen la intrincada red que actualmente
aprisiona nuestras vidas. Incluso el arte alternativo promulgado por la
subcultura aparentemente disidente, en realidad funciona sólo como una
válvula de descompresión. Sus supuestamente subversivos mensajes y su
non-conformista y poco peligroso carácter, no son más que una
“libertad” ofrecida por el sistema que así produce su propia forma de
disidencia.
De este modo lo puede asimilar muy fácilmente,
convirtiéndolo en el consumo de películas alternativas, de música
alternativa y de diversión alternativa. En pocas palabras, es el mismo
sistema el que ofrece una manera ya preparada para que lo rechaces, pero
sin que vayas a molestarlo o a constituir una amenaza para él.
Frecuentemente la civilización no nos
permite ver el mundo en su dimensión natural. Las invenciones culturales
de los seres humanos moldean las teorías muy complejas,
las formalidades educadas, los papeles sociales separados y las
actitudes fingidas que nos alejan de la alegría que es la esencia de la
vida. Al contrario, el nihilismo es en cierto sentido la opción de
autenticidad. No necesitamos todos esos disfraces adquiridos
y civilizadores para poder disfrutar de los valores y los placeres de
nuestro ser. Por esto proponemos destruirlo todo. No basta con abolir el
Estado y sus instituciones para saborear la libertad, se precisa una
destrucción nihilista de la percepción del mundo que tenemos hasta
ahora. Destrucción de una percepción antropocéntrica que nos pone en el
centro del universo, como si todo fuera girando a nuestro alrededor. Una
percepción semejante ineludiblemente crea mecanismos autoritarios que
hace que queramos expandirnos y dominar a la naturaleza, a los animales
y, lógicamente, a otros seres humanos. Destruyan, destruyan, destruyan,
hasta que lleguemos a eliminar nuestra vida vieja para construir algo
anárquico y libre. Y mientras que exista el recuerdo del Poder, ya que
este se lo pasa bien en nuestro interior, la destrucción tiene que ir
mucho más a fondo, tiene que ser consciente y continua…
En pocas palabras podríamos decir que
el nihilismo es detonador de la anarquía. Es el continuo poner en duda y
cuestionar, que lo ve todo críticamente, continuamente evolucionando la
anarquía. Al mismo tiempo no permite que la anarquía se convierta en La
nueva guerrilla urbana anarquista un nuevo orden dirigente. El
nihilismo es aquella situación que puede hacer que las palabras sí digan
algo que no se ha dicho hasta ahora y que los colores revelen algo
que no ha sido visto hasta ahora. Es la revelación de una nueva vida que
golpea, ataca y deroga las restricciones y limitaciones del Poder, de
las ciudades, de la sociedad, de la civilización y de los medios de
producción. Es una tentativa de realmente comprender nuestra vida, una
tentativa que la libera de la actual complejidad del técnico
y tecnológico ambiente en el que vivimos. De este modo lleva la vida a
un estado de consciente simplicidad, ahí donde las emociones y los
pensamientos derogan a las reglasy a los límites.
De esta manera aportamos a la destrucción
de la sociedad burguesa, teniendo como objetivo tanto derrumbar sus
fundamentos como también el derribo total de la idea actual del disfrute
y el gozo. Abandonamos el culto de los objetos en el mundo de las cosas
muertas y nos llenamos de insaciabilidad de los deseos, del intelecto y
de los sentimientos. Nos negamos a que los cálculos fríos y su certeza
se encarguen de nuestra vida. Las relaciones humanas tienen que ser
basadas en la pasión, porque si no, se hundirán en el aburrimiento y la
repetición.
Por esto, aunque las probabilidades de
liberación son desconocidas en cuanto a su perspectiva, la evolución y
el moverse son más preferibles que la seguridad del estancamiento.
Porque de la inmovilidad lo único que puedas esperar es la muerte. En
realidad ni la anarquía ni el nihilismo ofrecen garantías, pero los dos
sí ofrecen la vida. La vida no va sin movimiento, sin evolución o sin
conflicto. Los conceptos mismos de la amistad, de la comunicación y del
amor serán probados con una nueva intensidad y con una nueva pasión. Lo
único cierto es que se despedirán representaciones que hoy en día son
todas falsas y envenenadas.
Con su mareante forma, el nihilismo se
levanta irrespetuoso y provocador frente a todas las ideologías
“revolucionarias” que quieren predeterminar las sociedad futuras que
ellas mismas evangelizan. Esas ideologías revolucionarias nos recuerdan a
alguien que intenta encerrar todo un mar en una botella. La vida y la
anarquía no son un manual de uso que te enseña como descubrirlas. Ni la
ruptura con el Poder ni la acción directa anarquista
prometen soluciones, sino experimentan con las infinitas eventualidades
de libertad en que cada uno y una a su vez crea una nueva probabilidad.
Esto que hoy en día es nuevo, mañana será viejo y tiene que ser
superado. Cada uno de los respiros necesita el siguiente.
Así construimos la nueva Persona Libre en una vida anárquica. Ahí donde
todo es posible…
Conspiración de Células del Fuego [de la primera fase] / FAI/ FRI
LA NUEVA GUERRILLA URBANA ANARQUISTA
CONSPIRACIÓN DE CÉLULAS DEL FUEGO
CONSPIRACIÓN DE CÉLULAS DEL FUEGO
jueves, julio 9
Contra el progreso
Contra el Progreso, es un texto clásico y verdaderamente anticipador, escrito por Agustín García Calvo en el exilio y publicado en “Frente libertario” en 1971. Con el fin de amenizar una tertulia con viejos y jóvenes libertarios, que al no ser gente de partido sabían conversar, Agustín prepara un pincho moruno con las nociones abstractas de Futuro, Tiempo, Progreso e Historia, que tanto han servido a la dominación como pilares de su ideología.
Publicado en Argelaga nº5.
Parece que la idea de progreso se le impone a todo el mundo: no solo a las gentes de orden, también a los que pretenden estar a la izquierda del Señor, todos creen que la humanidad está algo así como avanzando por una ruta y hacia un futuro; y por consiguiente, es un deber para todos los que luchan por el bien de la humanidad o incluso por el suyo propio: ser progresista, esto es, colaborar al advenimiento del futuro, no quedarse atrás en la marcha del tiempo, no quedarse subdesarrollado: progresar, qué diablos, desarrollarse como Dios manda, y progresar uno mismo, o los negocios o la nación de uno o la humanidad entera, pero en todo caso, progresar.
El reinado de esta fe en parte se ha extendido tanto -yo creo- por culpa de la mucha velocidad que la Historia ha venido cogiendo en los últimos tiempos, que a las gentes de la cáscara amarga, revolucionarios, libertarios y demás, no les ha dado tiempo a ponerse a la altura de las circunstancias. Que es que, efectivamente, hace todavía un siglo, y en muchos sitios al menos, las gentes de orden eran, casi como por esencia, conservadores, enemigos de novedades, tirando a mantener siempre la situación reinante, defensores siempre de lo viejo frente a los peligros de los cambios. Y entonces, claro, lógicamente, a los que quisieran presumir de revolucionarios y de estar en contra no les quedaba más remedio que ser innovadores, progresistas, poner la vista en el futuro, ya que los otros parecían ponerla en el pasado.
Ahora bien, hace ya bastante tiempo que las derechas, por la fuerza de las cosas, se han hecho casi por todas partes (quitando algunos restos de conservadores anacrónicos) dinámicas y francamente progresistas: dinámicas y progresistas se han hecho, también bajo sus formas extremadas o morbosas, que solemos llamar fascistas (quien más progresista, quien más realizador de innovaciones, quien más creyente en el destino y el futuro salvador que los regímenes que crearon los cohetes intercontinentales y desecaron las marismas de Roma), pero también dinámicas y progresistas bajo sus formas liberales y democráticas, donde el ideal de la subida del nivel de vida y la conquista de las metas sucesivas de la ruta de la historia son el estribillo hasta de los políticos más reaccionarios; que pueden diferir en los detalles de esos ideales o en los procedimientos para perseguirlos, pero ninguno se atrevería a presentarse ya con ideas inmovilistas y conservadoras. Y las formas más nuevas del poder que dondequiera triunfan, las que solemos reconocer como tecnocráticas, ¿cuáles son sino las más modernas, avanzadas, progresistas y dinámicas de todas?: la estadística, la administración racional, el ordenador, etc., son sus armas; el nivel de vida, la conquista del espacio, el desarrollo de la industria, las autopistas, la televisión en color, etc., son sus metas.
Y a pesar de todo, siguen los camaradas creyendo que pueden también ellos seguir creyendo en lo mismo que los señores creen y compitiendo incluso con los señores a quién es más progresista o con un progresismo más de veras progresista; y no ya sólo digo los viejos adherentes del socialismo o de los diversos partidos comunistas (que aquí desde luego la cosa es clara, y la misma coexistencia pacífica entre democracias socialistas y liberales está asentada en esa fe común y en la competencia por el mejor progreso), pero también muchos de los que prefieren llamarse anarquistas o libertarios. Es como si la diferencia estuviera en la forma de imaginar el futuro que los unos y los otros tienen y, por consiguiente, en los medios más o menos revolucionarios que recomiendan para alcanzar ese futuro, pero que de lo que se trata es de luchar por el mejor futuro de la humanidad.
Bien, pues aquí os digo y os recuerdo que eso es una ilusión funesta: que con los que mandan el pueblo no se puede estar de acuerdo en nada: que no se puede estar contra el poder y participar al mismo tiempo en ninguna de las ideas que el poder sostiene y que sostienen al poder. La noción de progreso no sólo no es inocente y neutra, sino que es hoy una de las armas y trampas más temibles del poder frente a la reclamación del pueblo, esto es, de los miserables de la tierra. Ellos pueden tener falta de pan, pero no es “pan” lo que gritan cuando se levantan contra el poder (ni mucho menos “automóviles” o “televisores”), sino que su grito sigue siendo “¡Libertad!”. Y entre esa contra-noción o contradicción de “libertad” y la noción de “progreso” no hay amistad posible ni componenda.
Esto podría razonarlo más largamente, si hubiera sitio para ello, o sea seguir dando la razón a lo que el corazón sin duda os dice a todos cuando rompéis con las ideologías con la que cada día la propaganda del Estado y sus servidores os machaca; pero que me baste, para acabar con la cuestión, invitaros a hacer un par de consideraciones:
A) Una, metafísica: a saber, que hay contradicción de raíz entre la idea misma de futuro (que es igual que la idea de tiempo) y el intento de negación del poder, llámesele revolucionario o libertario o como os guste: el grito de libertad está contra la idea misma de futuro; si se habla de futuro, es que se está queriendo conocer lo que nos espera y lo que esperamos; porque hablarse, se habla de las cosas que se conocen; ahora bien, ¿qué quiere decir que conocemos el futuro, sus metas, sus rutas y los medios para alcanzarlo?: quiere decir que lo estamos reduciendo a ser en substancia lo mismo que lo que ya conocemos y padecemos, a ser la continuación de lo mismo de siempre; y si estamos en contra de esto que conocemos y padecemos, ¿cómo vamos a querer hablar de su futuro?: su futuro forma parte de ello mismo. Dicho de otro modo: cuando se dice que es este Estado que nos vive las gentes están oprimidas y esclavizadas por el poder, hay que entender que también lo están sus imaginaciones y sus proyectos; y cualquier futuro en el que creamos desde este mundo de esclavitud tendrá que ser, ya desde nuestra creencia misma, un futuro esclavo; cambio de cara del Señor para seguir siendo el mismo y mantener dinámicamente su dominio.
B) Otra, histórica. La mera observación de unos cuantos hechos que tenemos a la vista: si nos fijamos en los cebos del progreso, los chismes de confort, los medios de facilitar la vida y de ayudarnos a gozar de ella, notaremos enseguida una diferencia entre los más antiguos de ellos, tales como el tren, el servicio de correos y telégrafos, la calefacción de agua, telares mecánicos o grúas, y los más recientes, como el automóvil individual, la televisión, el cemento armado, los satélites artificiales: de los primeros puede todavía sentirse, aunque sea dudosamente, que sirven realmente para algo de lo que dicen, para facilitar un poco el vivir, para liberar un poco de penas, trabajos y preocupaciones, para ayudar un poco a gozar de las otras cosas; respecto a los segundos, en cuanto los miramos serenamente y sin tomar por sentimientos nuestros los tópicos de la propaganda, apenas cabe duda alguna de que no sirven para nada de eso, sino más bien para lo contrario: para carga, para aumento y construcción de las dificultades, para alejamiento de los goces. Y bien, ¿qué quiere decir esto? Uno diría que está bastante claro: que a medida que el progreso ha ido desarrollando sus realizaciones y consolidando sus ideales, ha venido demostrándose como elemento de opresión y de esclavitud; que a medida que el progreso progresaba, revelaba la verdad de su mentira.
Y, sin embargo, por la propia inercia de la Historia, parece estar tan sólido y arraigado todavía el dominio de ese ideal funesto, hasta entre los mismos enamorados de la libertad, que seguramente muchos dudaréis si tomaros este sermón en serio. Y eso a pesar de que bien tenéis por lo menos el ejemplo de tantas bandadas de muchachos por Norteamérica o por Europa que, más o menos torpemente y con más o menos desviaciones, aciertan a rechazar con su propia vida algunos de los aspectos de ese ideal y sus realizaciones.
Hermoso sería el día, hermosa la noche, que estallaran unos cuantos atentados llameantes contra coches particulares, contra el cemento de autopistas y bloques de viviendas, contra antenas de televisión por los tejados. Y que a las llamas de esos atentados contra los símbolos del progreso pudieran leerse algunas claras palabras que explicaran a los rebaños metropolitanos cómo esos atentados, por el hecho mismo de no ir contra las figuras tradicionales del poder, sino contra sus formas más progresadas de imposición en la vida, iban más al corazón de un poder que ha puesto su corazón en su progreso. Entre tanto, me habré de contentar con invitar a los lectores a través de estas letras impresas a pronunciar conmigo algunos mueras como los siguientes:
¡MUERA EL AUTOMÓVIL!
¡MUERA LA TELEVISIÓN!
¡MUERA EL FUTURO!
¡MUERA EL TIEMPO!
Y si acaso todavía, tú que me lees, te quedas preocupado al leer esto y me preguntas inquieto por tu futuro o por el futuro de tus nietos, y que, bien, que tal vez no esté mal eso de rebelarse contra el progreso, pero que qué vamos a hacer después, que bien está destruir, pero que, de todos modos, habrá que ver cómo va a vivir la gente, cómo va a construirse, en suma, el reino del futuro, a eso no me queda sitio para contestarte más que lo siguiente: que si tú eres anarquista, mi abuela se llamaba Acracia.
lunes, julio 6
De la caspa en el medio libertario
“Salir
del gueto” ha sido una canción entonada con frecuencia en los medios
libertarios, lo cual, dada la situación confusa y aguachinada en la que
se desenvuelven las luchas sociales, de por sí marginales, no significa
más que quien la canta se dispone a dar la espalda a la verdad de las
cosas en aras de una sobredosis de activismo. Encerrarse en un veganismo
miope, un feminismo meramente gramatical, la lectura de Foucault o el
punk no es más que una manera inofensiva de adaptarse a la triste
realidad, pero no son mejores el voluntarismo ciego o la militancia
orgánica. Eso no lleva a ninguna parte; es pan para hoy y hambre para
mañana. Son tiempos de descomposición sin apenas movilizaciones, sin
mayorías lúcidas y furiosas, y no queda otra que analizar bien el
presente resaltando las contradicciones susceptibles de ampliar las
grietas del sistema y alentar la revuelta. La crisis sigue su propio
ritmo, lento y desesperante, abierto a todas las falsas ilusiones, las
únicas que por ahora son capaces de agrupar mayorías. Pero cerrar los
ojos a la experiencia pasada y apechugar con flagrantes sinsentidos a
fin de tener compañía y disfrutar de un sucedáneo de acción no soluciona
el problema, sino que lo empeora. La sabiduría popular se equivoca en
ese punto: no por ser muchos reiremos más.
Creemos
sinceramente que la presencia de anarquistas refractarios en los
movimientos sociales contribuye a la radicalización de estos. Si además,
se organizan en grupos de afinidad y se federan con mayor o menor
formalidad, mejor que mejor. Continúan una tradición histórica que ha
sido fructífera. Los espacios autogestionados, las cooperativas sin
liberados ni asalariados y las asambleas de barrio son herramientas de
lucha necesarias. Pero ¡ay! Si Teruel existe, el anarquismo de derechas
también. Forzoso es reconocer que los resultados de las elecciones
municipales del pasado 24 de mayo devolvieron la fe en las instituciones
a amplios sectores de la población, más desconfiados con la política
durante el 15M. El anarquismo edificante dejó de estar de moda en
determinados ambientes alternativos. Una parte considerable de
libertarios políticamente correctos ha quedado poco menos que
traumatizada al ver que su medio natural, la clase media depauperada e
informatizada, los estudiantes y la burocracia vecinal emigraban a otros
pantanos. Su reacción no se ha hecho esperar: en multitud de reuniones
los envidiosos del éxito ajeno claman contra el “cortoplacismo”; los
generales sin tropa reivindican un “anarquismo social y organizado” con
“vocación de mayorías”, y, finalmente, los más originales, sienten
voluptuosamente la necesidad de “una gran iniciativa social” que nos
lleve a “conquistar juntos una verdadera democracia”. Tal es el caso de
los autores del manifiesto “Construir un pueblo fuerte para posibilitar otro mundo”, verdadero pastiche ciudadanista que ha tenido la virtud de encandilar a unos centenares de firmantes.
En
cuanto a imaginación y oficio, no se puede decir que sobre a los
redactores, pero, en fin, en la época de la modernidad líquida, lo que
importa es la pericia con los SMS y los whatsapps, no el saber escribir
frases de más de una línea. Ya con el título aluden al eslogan “otro
mundo es posible” de los antiglobis, pero
recuérdese que ellos se referían a otra globalización, a otro
capitalismo, no a un “modelo rupturista” con el que “reconstruirnos como
sociedad libre y soberana” a través de una “democracia libertaria de
las personas, no de los mercados”. El análisis de la “transición” es tan
simple como el “erase una vez” de los cuentos de hadas: lo más alejado
de un balance. “Democracia” es una palabra que se repite ad nauseam,
un claro guiño a los indignados del 15M, bien relacionada con “nuestros
derechos” y “la defensa de nuestras libertades y bienes comunes” ante
una “élite” que “no nos representa”. ¿Qué libertades y qué bienes?
Palabras como “burguesía”, “proletariado”, “conciencia de clase”, “clase
dominante”, “explotación”, “miseria”, “revolución”, “anarquía” o
“autogestión” están completamente ausentes, lo que es normal si tenemos
en cuenta que el manifiesto se dirige a la lumpenburguesía en su mismo
idioma, parte de la cual ha preferido votar a los “compañeros” que
“están optando por la vía institucional”. Estamos ante un intento de
fabricar una “marca” anarquista grata a las clases medias, por eso el
lenguaje usado ha sido expurgado de términos que les resulten molestos y
violentos. El anarquismo guay de los tiempos líquidos no surge como
expresión teórica de la lucha de clases, la revuelta urbana o la defensa
del territorio, sino como ideología de la confrontación pacífica “en
las calles y plazas” entre entes abstractos como “el pueblo”, “la
sociedad” o “la mayoría” (lo que sus “compañeros” políticos llaman
“ciudadanía”) y la maligna “élite” o “el 1%”. Ciudadanismo a largo
plazo, nada contradictorio con el otro, pues solamente intenta “impulsar
la independencia popular”, o sea, ocupar el espacio que aquél ha
abandonado al marcharse por sendas electorales.
Bien.
Como ya hemos hablado suficiente del guisado, hablemos ahora de los
cocineros, pues no son precisamente lo que se dice vírgenes en la escena
libertaria. Los impulsores del manifiesto de Apoyo Mutuo son militantes de variado origen, así como quienes lo han suscrito. De alguna forma Apoyo Mutuo representa en el estado español al plataformismo, la corriente más retrógrada del anarquismo,
caracterizada ante todo por el fetichismo de la organización, el santo
grial del “programa” y el oportunismo sin límites de su práctica. A
pesar de arrogarse una genealogía que arranca con el mismísimo Bakunin,
este fenómeno de feria nació en Chile hace quince años sacando del
desván el tema del “partido anarquista”, centralizado, jerarquizado y
disciplinado, con un programa único. Un “comité ejecutivo” se encargaba de “despertar” a las masas desde fuera para que alumbrasen formas de “poder popular”, gracias a una dirección “correcta” que no dudaba
en enfangarse con aventuras políticas. Izquierdismo de reminiscencias
leninistas, que necesita altos niveles de sectarismo y alucinación para
reinterpretar en clave burocrático-vanguardista una realidad muy alejada
de los delirios autoritarios plataformiles. Es pues un producto de la
desagregación cultural, política, económica y social del capitalismo,
verdaderamente hostil al sueño igualitario, cuentista y propio de los
fragmentos de clase asociados a la gestión que el sistema expulsa en sus
huidas hacia adelante.
El
plataformismo es la única corriente dentro del anarquismo que habla de
“poder” y justifica sin complejos la férrea necesidad de una burocracia
mediadora. La versión española es más light y
posmoderna, tal como expresa su léxico buenrollista, y su vanguardismo
está mejor disimulado en una “red de militantes” y una flexible “hoja de
ruta”. Igual que sus mentores, Apoyo Mutuo considera la desorganización
como el peor de los males y a los espontaneístas como al gran enemigo.
Ignorando cualquier otra consideración, todos los males de la tierra son
causados por falta de organización, y lo que es peor, por falta de un
“programa común” que impide “actuar conjuntamente”. Hay que “acabar con
la dispersión organizativa” y, gracias a una ingeniosa separación entre
objetivos parciales y objetivos finales, “desarrollar las estrategias y
tácticas que se estimen oportunas”, algo que se traducirá en prácticas
reformistas y militantistas de tipo sindicalero, municipalista,
asociacionista o parainstitucional. Como es de rigor, Apoyo Mutuo
postula la necesidad de una burocracia dirigente a la que denomina
“pueblo organizado” que administre el “poder popular”. Ha tenido buenos
maestros en los figurones anarquistas que traicionaron la revolución
durante la pasada guerra civil; por eso han
de estar por la rehabilitación de la casta libertaria que renunció a
todo menos a la victoria de sus renuncias. Revisionismo historiográfico
necesario para la mitificación de un pasado con las miserias a buen
recaudo: el partido de la verdad convertido en verdad de partido. El
manifiesto nos trasmite un mensaje claro: la socialdemocracia libertaria
buenista ha venido para quedarse y que se preparen los impresentables
críticos de lo orgánico y los desorientados
habitantes del gueto. ¡Nada fuera de la “organización”, todo por ella!
¡Abajo el comunismo libertario! ¡Viva la “democracia económica y
política”!
Revista Argelaga, 20-06-2015.
viernes, julio 3
Criminaliza que algo queda
Sobre la represión y sus verdades.
Diferentes movimientos
sociales llevan un tiempo insistiendo en el crecimiento de la escalada
de represión a que son sometidos. Huelguistas, piquetes, manifestantes,
twitteros, anarquistas… todos han visto aumentar la presión del Estado
en forma de multas, acoso policial e incluso cárcel. A menudo no se
trata tanto de acabar con quienes protestan (que también) como de
conseguir que sean percibidos como entes separados de la realidad de la
gente, como cuerpos extraños que deben ser vistos a modo de elementos
peligrosos, sucios, de forma que es necesario proteger a la sociedad (a
la ciudadanía, que se dice ahora) de su presencia, de su mera presencia.
Para que esto funcione,
hay que desarrollar un argumentario que evite el debate sobre lo que
proponen, centrándose en el peligro que representan. Se trata de obviar
que el sistema es un desastre económico, ecológico y humano para lanzar
la idea de que toda protesta seria debe ceñirse a unas normas, a las
normas del sistema que se pretende cambiar. Estas son algunas claves del
despliegue de la represión.
1. Algo habrán hecho.
Cuando la policía
detiene a una persona o un grupo de personas argumenta que son el Mal,
que son el Peligro o que son el Terrorismo. A menudo las acusaciones
generales no se mantienen, pero queda en pie la sospecha, la mancha
indeleble que justifica lo que ha ocurrido. En un juego similar al de
las cifras de manifestaciones, se piensa: bueno, si uno dice X y los otros dicen Y, la verdad estará más o menos a medio camino.
El Estado y la policía han conseguido que buena parte de la población
crea imposible la arbitrariedad, el ataque selectivo a movimientos, el
azar kafkiano de que te toque a ti porque pasabas por allí. Es el
principio básico del criminaliza, que algo queda.
2. Todo es terrorismo.
La extensión del
significado del terrorismo ha supuesto un fenómeno peculiar: la palabra
ya no tiene límites, sino que estos límites se ponen dependiendo de la
situación. Es el Estado quien decide qué es terrorismo y qué no. Aunque
esto no es nuevo, sí lo es lo que rellena el concepto. Disueltas las
organizaciones de profesionales armados, los clásicos grupos terroristas,
es terrorista cualquiera que rompa la normalidad. Hoy es terrorismo
insultar a un político o inutilizar un cajero; es enaltecer el
terrorismo escribir en las redes sociales; es indicio de terrorismo
editar libros. El largo etcétera de nuevos comportamientos terroristas
pone de manifiesto que cada vez más, los límites entre terrorismo y
oposición se diluyen.
3. Del difuso conglomerado radicales-violentos-antisistema-terroristas.
Se dijo alguna vez que
comenzaba una guerra contra el terrorismo que era una mentira, pues no
se pueden hacer guerras a conceptos, sino a personas. En parte es verdad
y por eso se necesita que existan encarnaciones del Mal. Durante años
se llamó a muchos los violentos o los radicales. Hoy se les llama con facilidad antisistema o los terroristas.
Ambos conceptos funcionan igual: incluyen la tradicional
despersonalización del enemigo, etiquetado con una denominación que
invita a su destrucción; incluyen la descripción de un solo golpe, fácil
de digerir. Los violentos y los terroristas se definen por un solo
comportamiento: se les imagina violentos todo el día, en todas las
actividades, sin motivo alguno, dirigiendo su vida (sus lecturas, sus
trabajos, sus amores) a una espiral demente de violencia sin sentido y
peligrosa, muy peligrosa. Es una imagen tan grotesca que parece mentira
que haya colado. Igual esta no ha colado, pero todo puede ser. Los radicales yo antisistema no tienen contenido, solo forma que identifica por igual la creación de un huerto urbano y la propagación de ideas libertarias.
4. Perfectamente organizados.
Un enemigo debe dar
miedo. Para ello, hay que rodearlo de un aura de misterio y de potencial
de destrucción. Si no lo tiene de por sí, siempre existe la posibilidad
de usar expresiones vacías, pero que dan el pego. Se dice que estaban perfectamente organizados y andando. Estar organizado sería pues un indicio de terrorismo, un potencial factor de amenaza y por eso hay que añadir el perfectamente,
porque toda organización subversiva tiene la perfección como rasgo, por
supuesto. Esta organización puede tener rasgos tan preocupantes como
que haya gente que se reúna para hablar o que, o terror de los terrores,
utilicen para comunicarse sistemas informáticos difíciles de controlar.
Lo que no es visible es sospechoso de querer ocultar algo, de organizar
el caos.
Lógicamente, no es el FMI el que está perfectamente organizado,
o el PSOE o la CNMV, sino esos oscuros elementos que han venido a
terminar con la civilización. Bueno, también está perfectamente
organizado el argumentario anti-disidencia, pero eso tampoco es lícito
decirlo, o pasas a la categoría de futuro terrorista.
5. Desestabilizar el sistema
Ya es prueba suficiente
de maldad la intención de desestabilizar el sistema democrático, como si
atacar las injusticias que obviamente genera fuera atacarte a ti. El
asunto es sencillo: o nosotros o el caos. O el sistema o algo mucho peor, sea lo que sea. El enemigo antisistema-terrorista-perfectamente-organizado busca imponer sus ideas, su propio beneficio. Este es el triste análisis que se te pone en el plato para que te lo tragues.
¡Pues claro que se
quiere desestabilizar el sistema! Incluso acabar con él. Con las
desigualdades y con la opresión, así, para empezar. Es esto lo que se
castiga en el fondo: la amenaza a los privilegios y a la autoridad. Pero
para que este castigo funcione de verdad es necesario que asumamos la
culpabilidad automática, la extensión del término terrorismo, las
etiquetas simplificadoras, las denominaciones vacías, que permitamos que
no haya espacio para analizar, sino para criminalizar, contribuyendo a
la eficacia de la propaganda que va camino de convertir toda crítica en
delito. Ya sabéis: lo que no esté prohibido, será obligatorio.
Ante esto, declaramos
bien alto: que algo sea ilegal no lo convierte en factor de daño social,
sino en peligro para quienes dicen protegernos, peligro de que se
descubra que no son necesarios o que lo son en un sentido muy diferente.
En este sentido es en el
que somos inocentes: inocentes por no haber causado dolor (in nocens,
sin daño), sino por combatirlo. Si eso nos sitúa en la culpabilidad
según las leyes, igual es un problema de las leyes.
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