Nos lo explicó hace unos días el poeta-filósofo Jorge Riechamm, “debemos saber que los seres humanos somos holobiontes”. Es decir, estamos hechos de seres vivos.
Estamos hechos de seres vivos, somos un fabuloso zoológico donde junto a nuestros 30 millones de células conviven unos cien billones de microorganismos que representan más de un 2% de nuestra masa corporal, uno o dos kilos de nuestro peso total, que no es poco. La flora intestinal, un buen rebaño de bacterias en el estómago que colaboran en la digestión, es bien conocida, pero otros microbios y seres vivos como ácaros nos habitan en los ojos, en la piel y en cualquier otro rincón de nuestro cuerpo. Conocer nuestro contenido es fundamental para tener cuidado del continente. Tiene mucho que ver con las miradas sanitarias holísticas muy diferentes a la superespecialización con la que muchas veces se abordan los desafíos frente a la pérdida de salud.
La tierra nutricia, ese manto de pocos centímetros de profundidad donde brotan nuestros alimentos, no es solo un acúmulo de minerales. Es otro holobionte. Como explica Francesc Font en su libro Arrelats a la terra si tomamos con una cucharadita de postre una porción de tierra, estaremos recogiendo, al menos, unos cien millones de bacterias, un millón de hongos y algunas decenas de protozoos, nemátodos o insectos que, exactamente como nuestra flora bacteriana, tienen un papel fundamental para mantener el mágico y caótico equilibrio de la vida. Este microbioma en la tierra, por ejemplo, asociado a las raíces de los vegetales es quien permite su alimentación y crecimiento y por lo tanto el pilar de toda la cadena trófica.
Pero que la tierra cultivable es un holobionte parece que la gran industria agroalimentaria lo ignora. Como esa medicina que todo lo trata con antibióticos matando lo perjudicial y lo beneficiario, este modelo predominante de agricultura trabaja agresivamente aplicando todo tipo de venenos, incluso de forma preventiva. Como esa alimentación que solo piensa en que ganemos peso y energía a base de dietas hipercalóricas, el modelo predominante de agricultura mantiene dopada a la tierra a base de fertilizantes sintéticos. De hecho la metodología del monocultivo es el mayor exponente de la ignorancia agraria que nos rodea. Y acabando con la biodiversidad y su armonía, la aparición de plagas está servida.
Y acabando con la biodiversidad y su armonía, la aparición de pandemias está servida.
Porque nos falta un último elemento para entender esta realidad holobióntica. Quizás el más difícil de interiorizar en nuestra sociedad antropocéntrica, de “homus deus”, de únicos sujetos sobre la Tierra con derechos y sin obligaciones… pero seguro que él más importante. El ser humano no es solo continente. Somos contenido de un ser vivo mayor, global al que podemos llamar Tierra o Gaia pero que debemos sentir. Lo dijo poéticamente Konrad Lorenz, “La ruindad ética y estética de la sociedad actual se debe al alejamiento de la Naturaleza”.
En los países en los que está PROHIBIDO CAZAR,
primero se habló de la prohibición y decían que era imposible. Luego, se
aceptó como algo posible y beneficioso. Y finalmente se prohibió cazar.
Moraleja: Hablemos de PROHIBIR LA CAZA porque es posible, legítimo y ético.
En plena pandemia por el COVID-19, la Junta de Andalucía (PP) autoriza a los cazadores a moverse libremente mientras los demás no podemos pasar de una localidad a otra. Hay
más libertad para matar que para disfrutar de la Naturaleza
respetándola. No puedes cambiar de localidad para tomarte un bocadillo
en el campo, pero si vas a cazar puedes recorrer Andalucía libremente (e
incluso ir a Castilla-La Mancha). Es otra de las aberraciones del PP contra los animales y el medioambiente.
Los cazadores alegan que son imprescindibles para el mantenimiento de las poblaciones. Ese es su principal argumento para existir. Y es totalmente falso: la caza no sirve para controlar las poblaciones,
porque no es ese el objetivo y, aunque sirviera, el problema de la caza
es su falta de ética animal y ecologista (contaminación por la
munición, muerte de otras especies, incluso protegidas…). Solo hay que
pensar que los cazadores —invariablemente hombres— no cazan por amor a la naturaleza.
Cazan porque les gusta matar. Ese es el único motivo que los mueve. Si
no les gustara afinar su puntería para matar, no saldrían al campo, por
mucha falta que hiciera controlar las poblaciones. ¿Cuántos cazadores
plantan árboles? No lo sabemos. Pero sí conocemos a muchos planta bosques, que no cazan.
¿De verdad hay superpoblaciones y la caza es esencial?
Sobre esto hay que exponer cinco ideas básicas:
Los cazadores crían y alimentan artificialmente especies cinegéticas para luego soltarlas y disparar mientras huyen. Hay multitud de imágenes sobre esto,
muy lamentables. El negocio de la caza genera superpoblaciones y luego
los cazadores pretenden erigirse en los controladores de la naturaleza y
en los salvadores del planeta a balazos.
Cuando hay superpoblaciones —de forma esporádica— es porque faltan depredadores,
precisamente porque los cazadores los matan. Los mismos cazadores que
alegan que hay superpoblaciones para cazar, también defienden cazar el
lobo, el depredador más natural. ¿Es eso amor a la naturaleza o amor a
las armas de fuego?
Hay formas éticas de controlar las posibles superpoblaciones.
El problema ocurre cuando no hay ética, sino ganas de disparar. En
Países Bajos, por ejemplo, se aplican métodos éticos, como la esterilización de hembras.
La caza es la causa directa de la extinción o del declive de cientos o miles de especies (desde el origen del Homo sapiens, y no hemos aprendido nada ni siquiera con la pandemia,
y algunos siguen sin querer aprender). Los cazadores no solo disparan a
lo que declaran cazar sino que, por el camino, matan a muchas otras
especies. Por ejemplo, recientemente en Huesca un cazador mató a una osa (especie protegida) y el mismo día, en Palencia, otro cazador mataba a otra osa.
Son “supuestos accidentes” demasiado frecuentes, a los que hay que
sumar los que no se publican. En medio de un bosque, ¿quién sabe a qué
dispara cada cazador? No podemos permitirnos poner más especies en
peligro; pero la lista crece cada año.
¿Qué salud mental y qué formación ética tienen los
cazadores, si es más fácil conseguir un permiso de armas que el carnet
para conducir?
La caza es un reducto más de un patriarcado en crisis.
A la mayoría de los hombres no les gusta matar animales. El porcentaje
es casi del 100% entre las mujeres. Una vez más, el feminismo da
lecciones de responsabilidad, empatía y sostenibilidad. Igual que no
puede haber ecologismo sin minimalismo, tampoco puede haber feminismo sin animalismo. Son caminos que van de la mano.
Si queremos construir una sociedad pacífica, ética y sostenible, debemos urgentemente prohibir la caza, como han hecho otros países. Es algo que se hará tarde o temprano y esperemos que sea a la vez que la abolición de la tauromaquia.
Se han instalado 7 grandes campamentos temporales de migrantes por
distintos puntos de las Islas Canarias. Se trata de una estrategia,
adoptada por el “gobierno más progresista de las historia”, que imita, aunque en condiciones y cifras diferentes, a la que se lleva practicando desde el 2015 en la isla griega de Lesbos (de un país actualmente gobernado por la derecha): crear una jaula para quienes alcanzan sus costas de manera irregular.
Ésta está siendo la respuesta a la mayor llegada de migrantes por mar a
las Canarias desde la denominada Crisis de los Cayucos de 2004, en la
que sobrevivieron al viaje 31.500 personas.
En lo que va de año, 18.300 migrantes han llegado a las islas
en patera o cayuco, un 1.019% más que en 2019. Pero no deja de ser
menos de un 20% de la capacidad que tiene el Santiago Bernabéu, pero
esto no ha impedido que se tache de «crisis migratoria» o de «invasión».
De los migrantes que llegan al achipiélago, el 65% llegan a Gran
Canaria; el 20%, a Tenerife; y el 10%, a Fuerteventura.
Las personas que se bajan de la patera técnicamente no se encuentran privadas de libertad, pero a pesar de ello se les retiene en campamentos lejos del continente para evitar su tránsito por el resto de países de la unión y
desincentivar más llegadas. Una estrategia, aplaudida por la denominada
UE de las libertades, que
pasahttps://www.youtube.com/watch?v=hTsE-oabVt0 por hacinarlas (en
noviembre el campamento del muelle de Arguineguín albergaba a 2.600
personas), entregar menos de un litro de agua por persona, tenerles sin
duchas, luchando por un cartón sobre el que dormir y comiendo hasta dos
semanas tres bocadillos diarios y zumos envasados. Y así, en el
infierno, por tiempos de hasta 3 semanas, pese a que la ley impone un
máximo de 72 horas.
Un día en Arguineguín
Como explica un artículo titulado «Un día en el campamento para migrantes de Arguineguín» (eldiario.es), «cuando
pisan Arguineguín, se procede a su filiación. En un mismo paquete viene
la hoja de registro y una pulsera. El brazalete incluye el número de la
patera en la que han llegado y, en lugar del nombre y apellido de cada
una de ellos, otra cifra. La pulsera es roja si la persona ha precisado
atención médica en el muelle, y verde si se encuentran «bien». Después
reciben asistencia médica. Una de las carpas del muelle funciona como
pequeño hospital, pero las personas en un estado de extrema gravedad son
evacuadas a los hospitales de la isla. Ambos están a más de una hora de
distancia.
El estado de salud y de ánimo de los migrantes aglomerados en el
muelle va cayendo con el paso de los días. En algunos casos, sobre todo
en el de las personas que viajan desde países subsaharianos, se
desvanecen en cuanto pisan tierra después de haber estado hasta dos
semanas en un cayuco. Tras recibir una primera asistencia, son ubicados
en carpas, en las que no se pueden mezclar personas que hayan llegado en
embarcaciones diferentes, como medida de prevención para contener la
COVID-19. Cada una de las tiendas está bordeada por una valla amarilla.
Cuando llega la hora del reparto de la comida, quienes se encuentran muy
mal «apenas tienen fuerzas para levantarse y salir a recoger el
bocadillo«.
¿Una crisis migratoria o una crisis del sistema?
Los medios, de todos los colores (si bien con predominancia de los de
derechas) no han dudado en tildar la nueva llegada de migrantes a
Canarias desde agosto como una «crisis migratoria». Algunos van más
allá; «Esto no es una crisis migratoriani humanitaria. Esto es una invasión solapada en toda regla. Marruecos nos está invadiendo a diario«, publicó El Mundo el 19 de noviembre.
Otras voces más sensatas, sin embargo, indican que realmente se trata
de una crisis de acogida. Es importante que no interioricemos el
lenguaje que culpa las personas vulnerabilizadas (las migrantes) y que
pongamos el foco en quién tiene la culpa de la crisis. En eldiario.es, por ejemplo, se publicó lo siguiente: «El
campamento de migrantes en el muelle de Arguineguín se ha convertido en
el símbolo de la gestión del Gobierno al aumento de las entradas de
pateras a Canarias. Los recién llegados, exhaustos después de haber
transitado una de las rutas más peligrosas para llegar a Europa, son
alojados en el llamado campamento de la «vergüenza». Sus carpas no son
suficientes para resguardarlos a todos. Duermen sobre mantas extendidas
en el suelo irregular del puerto, donde se ha documentado la presencia
de ratas. Este campamento que, decían, era «de emergencia» cumple cuatro
meses operativo a pesar de los anuncios de su inminente cierre. La
falta de previsión, la descoordinación entre ministerios y las
reticencias de Interior a trasladar a inmigrantes a la península, sumado
a una crisis sanitaria que lo dificulta todo, han desencadenado en una
crisis de acogida de la que las ONG y autoridades locales llevaban meses
advirtiendo«.
La llegada de personas huyendo de situaciones dramáticas (la guerra
civil de Mali es un ejemplo claro) era previsible. Todo el mundo sabía
que iba a suceder. «Las previsiones acerca de la reactivación del
flujo migratorio hacia Canarias se remonta a dos años atrás, ante el
cierre de la ruta entre Libia e Italia. Las llegadas a través del
trayecto atlántico, surgida tras la llegada de la primera patera a
Fuerteventura en 1995, comenzaron a aumentar progresivamente desde 2018,
cuando se superaron las 1.000 personas que alcanzaron las costas
isleñas (algo que no ocurría desde 2009). En el segundo semestre de
2019, la tendencia se confirmaba, pero el fenómeno pasó desapercibido
para las administraciones competentes, que se han demorado hasta este
verano para habilitar espacios donde alojar migrantes«, explica el artículo de eldiario.es.
La UE avala la mano dura contra la migración
No es la primera vez que la UE avala la mano dura de Grecia en la
frontera. Recordemos que así lo hizo, con semántica bélica incluida, en marzo de este año,
cuando la policía griega se empleó con violencia en la frontera para
impedir la llegada de personas desde Turquía (lo cual causó la muerte de
al menos dos refugiados y decenas de heridas). “Agradezco a Grecia que sea el escudo de Europa” dijo entonces la presidenta de la Comisión Europea en el paso de Kastaniés.
Las fronteras impermeables pero sofisticadas de la UE
La metáfora de la Fortaleza Europa
representa una construcción muy sofisticada, mucho más que el
continente fortificado de la Segunda Guerra Mundial. Como explica el
artículo «Grecia y la cuestión meridional de la Unión Europea» (elsaltodiario.com), «sus
líneas de fortificación son móviles y están repletas de dispositivos de
vigilancia electrónica, que refuerzan un arsenal represivo centrado en
las armas de la burocracia y el miedo. Sus muros son semipermeables,
diseñados no solo para excluir sino para filtrar la entrada de un modo
muy restrictivo, fabricando y modificando constantemente los sistemas de
categorización jerárquica, de los cuales es solo un ejemplo la
distinción entre los “refugiados” —aceptables, pero solo en cantidades
limitadas— y los “inmigrantes económicos”, ilegítimos y, por lo tanto,
inaceptables. Opera estableciendo pactos con otros Estados o agencias,
subcontratando las funciones de coerción, detención, vigilancia y
control. Con esos medios, buen número de Estados no miembros a lo largo
del litoral mediterráneo y más allá se han transformado en zonas de
amortiguación, como anillo externo de las defensas fronterizas de la UE. […]
La “frontera” de la UE es, pues, mucho más compleja que una
simple línea de separación entre los poderes territoriales soberanos.
Implica relaciones de poder híbridas y desiguales, obligaciones
asimétricas, regímenes solapados cuyos límites no coinciden. Como
primera aproximación, podemos decir que la relajación del control
interno sobre las fronteras nacionales de los Estados miembros se ha
visto compensada por el fortalecimiento externo del perímetro de la UE”.
Y la creación de estos campamentos son una muestra más de que las
autoridades europeas nunca se cansan de pensar en nuevas formas de
reprimir la llegada de migrantes que huyen de la miseria.
Estos campamentos deben cerrarse ya, empezando por el de Arguineguín.
Exigimos la inmediata libertad de sus habitantes y el reconocimiento
del derecho a la libre circulación de las personas.
Hoy todo el mundo mira con expectación la aparición de una vacuna para el Coronavirus
y se ponen todas las esperanzas en una solución técnica que resuelva no
solo el problema de la enfermedad, sino todos los asociados a ella.
Miles de millones se han invertido en grandes farmacéuticas, se han
pre-comprado vacunas que aún no existen y no se toman medidas drásticas
de contención esperando que la vacuna llegue cuanto antes. Todo para que
vuelva la vieja normalidad, la economía se recupere y hagamos como si aquí no hubiera pasado nada.
Esta forma de pensar y hacer es muy de nuestros tiempos derivados del
paradigma de la Modernidad, donde la suma de ciencia y tecnología, la
tecno-ciencia, genera un horizonte de esperanza ante cualquier desastre,
sea de la índole que sea. Da igual si hay un aumento de fenómenos
climáticos extremos, si aumenta la desigualdad o si ganan peso formas
totalitarias de gobernar. La ciencia y la tecnología darán una solución
tarde o temprano, nos dicen. En realidad no es un problema intrínseco a
la ciencia o tecnología, el problema es el mantra del crecimiento
económico, la destrucción ambiental y social que provoca y pretender que
todos los problemas se solucionen a base de nuevas tecnologías. Esta
idea lo único que soluciona es el mantenimiento de las tasas de ganancia
de las empresas que hoy dominan el mercado, las grandes tecnológicas
simplificadas bajo las siglas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Microsoft).
Prevenir es curar
Quizás los saberes populares tengan mayor visión de futuro y humanidad que las GAFAM. ¿O es que nunca hemos oído la expresión “es mejor prevenir que curar”?
Un dicho popular tan simple pero que lleva intrínseco un paradigma
completamente ajeno al del turbo-capitalismo. Las vacunas son una cura
necesaria e imprescindible, pero ¿y si fuéramos capaces de prevenir
situaciones como la actual? ¿Es realmente posible prevenir eventos de
tal magnitud? Desde luego que sí, aunque con la inercia del sistema que
padecemos se vuelva tremendamente difícil.
Para prevenir hay que conocer y analizar el origen. Pocas veces habréis leído que el coronavirus es una enfermedad de origen zoonótico,
esto quiere decir que es de origen animal con capacidad de infectar al
ser humano. El 70% de las nuevas enfermedades descubiertas son
zoonóticas y lo son el 100% de las decretadas como prioritarias por la
OMS. Esto nos da un primer indicador: la relación de humanos con animales no humanos puede provocar saltos de enfermedades nuevas y nocivas. ¿Cómo sucede esto? ¿Ha sucedido siempre?
Zoonóticas: las enfermedades que ya están aquí
Las enfermedades zoonóticas no son una novedad. El Ébola, el Zika o
el Virus del Nilo son ejemplos desgraciadamente conocidos por su impacto
sobre la salud humana. El origen de este tipo de enfermedades está en
el contacto entre humanos y no humanos,
desde una garrapata que primero estuvo en uno y luego en otro ser,
hasta contactos más directos derivados de la ingesta de animales
salvajes. Esta lectura nos lleva directamente a la cuestión de la
biodiversidad y el avance del ser humano sobre territorios no
urbanizados. La biodiversidad funciona como un equilibrio natural que
cuando es alterado puede tener consecuencias trágicas. Las enfermedades
zoonóticas funcionan de la siguiente forma: existe un patógeno dentro de
una especie huésped y existen especies reservorio. Las reservorio son
especies que son huésped del patógeno pero sin que éste suponga una
amenaza a su salud. Cuando se produce un contagio hacia una especie de
este tipo, las posibilidades de propagar el patógeno se reducen. Esto
nos indica que las áreas de mayor diversidad funcionan como una barrera natural de protección frente a patógenos. El equilibrio natural dificulta que estas enfermedades lleguen al ser humano.
Rompemos la biodiversidad
En el momento en el que el ser humano avanza en su proceso de deforestación y urbanización por terrenos salvajes, estamos destruyendo ese equilibrio que es la biodiversidad
y aumentando las probabilidades de que una enfermedad desconocida salte
a nosotras. Hay muchos ejemplos básicos que nos sirven para
ejemplificar.
En el Golfo de Guinea la pesca intensiva de las grandes
multinacionales provocó que la mitad de la biomasa pesquera
desapareciera. Quienes se dedicaban a la pesca tradicional perdieron su
sustento y, con ello, la comunidad que vivía y se alimentaba de ello, al
aumentar drásticamente los precios del pescado. En busca de formas de
sustento, entraron las empresas madereras, comenzó la deforestación y la
interacción con animales salvajes también en la alimentación. Así saltó
el VIH al ser humano.
Los monocultivos industriales, la destrucción de las prácticas tradicionales de agro-ganadería, las migraciones forzosas
y, en definitiva, la destrucción medioambiental de la mano de los
grandes capitales son las que han posibilitado la aparición de multitud
de enfermedades hasta el momento desconocidas y de consecuencias
terribles para el ser humano.
Además, el Cambio Climático acelera toda está vorágine de pérdida de biodiversidad
y transmisión de patógenos. Las aguas estancadas aumentan la existencia
de ciertos mosquitos en áreas semi-urbanas que facilitan tremendamente
la transmisión de enfermedades y la rotura de estos equilibrios
eco-sistémicos facilita otro gran vector de infección, como son las
garrapatas. Ante ello, nos vemos en el absurdo de culpar a estos bichos,
cuando, como hemos visto, la culpa va más allá y es fruto de la
actividad humana que destroza los equilibrios naturales. La solución de
los tecnócratas sería matar a todas las garrapatas. Así de absurda es
esta forma de pensar.
Un sistema tan vigoroso como frágil
Mientras que el capitalismo
se vende como “el mejor de los sistemas posibles” acelera la
destrucción del único planeta habitable del que disponemos. La crisis de
la Covid ha puesto de manifiesto lo que las ecologistas llevan décadas
avisando: que todo sistema excesivamente complejo acarrea multitud de
vulnerabilidades que, en situaciones de fuerte estrés, pueden llevar a
su colapso. Y con él, vamos nosotros. El circuito mercantil y
empresarial internacional permite que los problemas se propaguen a una
velocidad nunca antes vista. Las cadenas de valor internacional generan
una pérdida total de autonomía económica y política de los territorios.
Estamos viendo un ejemplo más de cómo las vulnerabilidades existentes, y
potenciales, de esta forma de vida son mayores y más peligrosas que los
beneficios que nos ofrecen.
Hoy la vacuna no supone más que un parche necesario para atajar esta
pandemia mundial. Pero el objetivo debería ser impedir que otras
pandemias lleguen a producirse. Para ello hace falta un cambio de
paradigma que es estrictamente incompatible con el paradigma que nos
ofrece la tecnología como solución a todos nuestros problemas, sin
mostrarnos el lado perverso de todo ello.
En la Comunidad de Madrid tenemos un ejemplo muy claro de este choque
de paradigmas. Mientras que el mundo sanitario estaba reclamando
reforzar las medidas preventivas mediante la inversión en atención
primaria y rastreadores, el gobierno necro-neoliberal
de Isabel Díaz Ayuso se ha dedicado a construir un nuevo hospital de
pandemias, a la vez que existen plantas en hospitales públicos cerradas o
no se ha tomado el control de los recursos privados para ponerlos a
disposición pública.
Un nuevo paradigma
No es casualidad el momento en el que se ha producido esta crisis.
Llevamos décadas sentando las bases para que sucesos como este se
produzcan. La infra-inversión en los sistemas sanitarios, la dependencia
del comercio exterior, el aumento de la presión turística y la
destrucción medioambiental no son hechos aislados y compartimentados.
Son parte un todo global como hemos visto. La salud no es solo cuestión
de enfermeras, doctoras y científicas. A principios del siglo XX
uno de los hechos que hicieron reducir drásticamente las enfermedades y
la mortalidad infantil fueron las campañas por la higiene personal,
algo tan sencillo como lavarse las manos. Esta forma holística de pensar
es lo que hoy se necesita más que nunca. Una nueva forma de pensar que
permita generar un paradigma que nos muestre un futuro que no sea o
apocalíptico o una versión cutre de Blade Runner. Recuperar la
biodiversidad, desacelerar los ritmos de vida, restar poder al mundo
empresarial e invertir en aquello que no se rige por criterios
comerciales y de beneficio, son algunos de los pasos por los que debemos
transitar para que, en el caso de que haya una nueva pandemia, estemos
preparadas.
Antes de la pandemia (a.P.) vivíamos junto a una hoguera que, en mayor o menor medida, a todas nos producía algún grado de quemaduras. Pero las clases gobernantes, inconscientes o parapetadas en sus privilegios –o las dos cosas– no detectaban ni siquiera el humo. Han pasado poco más de tres meses de la explosión de la covid-19 y, aunque el incendio eco-social no puede ser más evidente, no solo no proponen ninguna medida para frenarlo sino que, con sus políticas y fondos de recuperación, lo alimentan cual pirómanos. Esto sí que nos genera un verdadero estado de alarma.
Me preocupa, también, el salto mortal que nos ha llevado de decenios a.P. donde predominaban los sentimientos mayoritarios de ruralofobia y de desprecio hacia la Naturaleza a lo contrario, el boom rural. En los últimos meses abundan los anuncios publicitarios donde la estrategia de marketing pasa por piropear a los pueblos y a sus gentes; la prensa convencional está haciendo huecos urgentes a la cultura rural, que ahora está de moda; y, desde luego, las grandes cadenas de supermercados ya no solo llenan lineales con productos ecológicos sino que también divulgan a los cuatro vientos su compromiso para salvar a la pequeña agricultura y “su trabajo esencial”. ¿Será lo rural un nuevo nicho de negocio? ¿Qué planes para “reflotar la economía” de los entornos rurales se imaginan los gobiernos?
El renovado interés por la búsqueda de espacios naturales acrecienta los fenómenos especulativos de la vivienda en los pueblos
Como advertían algunas voces, la construcción del discurso de la España vacía ha generado un buen pretexto para justificar cualquier tipo de negocio, por perjudicial que sea. El argumento de repoblar los entornos rurales está permitiendo la expansión de las macrogranjas industriales, por ejemplo, o la expansión desproporcionada de parques eólicos. El renovado interés por la búsqueda de espacios naturales, lejos de los riesgos epidémicos de las grandes ciudades, es un segundo factor que ya está acentuando una suerte de retorno a lo rural que, sin compromiso por formar parte de la sostenibilidad colectiva del pueblo, acrecienta los fenómenos especulativos de la vivienda en los pueblos y de la tierra cultivable. Y esto hace aún más difícil la llegada de personas que sí miran a lo rural/natural como el lugar donde situar vidas vivibles a partir de la relación con la tierra y su fertilidad.
Con este escenario, lo rural y lo natural cotiza cada vez más alto en las bolsas de valores. A los buitres que rastrean donde invertir no se les escapa que en esta época d.P. el mundo rural es muy llamativo en cualquier escaparate. Vendemos pueblos abandonados. Buena inversión para ofrecer lugares donde vivir y teletrabajar con menos riesgos de caer enfermo, dirán sus anuncios. Increíble caserío a la venta, protegido con seguridad privada 24 horas y dos huertas perimetradas con vallas electrificadas. Solares por edificar en una calle asfaltada, sin olor a estiércol. Vendo 20 hectáreas de prístinos parajes. Muchas posibilidades De hecho, poniendo un poco de atención, ya detectamos esta nueva tendencia para “refugiados pandémicos clase top”. En las mesas de algunas administraciones se está discutiendo el proyecto llamado “Maestrazgo-Els Ports” –impulsado por una conjunción de entidades filantrópicas y fondos de inversión– que pretende reducir 550.000 hectáreas de comarcas del norte del País Valencià, de las Terres del Ebre y del Maestrazgo aragonés a una postal, a un parque temático de lo salvaje. Como se explica en esta serie de reportajes publicados por La Directa, a los promotores no les tiembla la voz cuando esgrimen que “con la reintroducción de especies salvajes o la renaturalización del territorio (léase, expulsión de campesinado) se facilitará el trasvase de capital de las ciudades al campo así como generar oportunidades económicas en las comunidades rurales”.
Satisface ver cómo la sociedad en general ha puesto en valor la libertad no confinada y poder vivir o tener acceso cotidiano a los espacios naturales. También es una buena noticia observar cómo se ha redignificado el papel de las personas productoras de alimentos… pero no perdamos de vista que los ingredientes para una invasión neoliberal de lo rural están servidos. Es ahora, con más importancia que nunca, cuando se debe apelar a la soberanía rural. Son quienes viven y mantienen estos territorios los que deben decidir sobre los mismos. Lo expresa muy bien el colectivo Arterra con un fanzine cuyo título es suficientemente explícito: “Saca Tus Sucias Manos De Mi Pueblo”. Como ellas dicen, “levantadas en defensa de la comunidad cual lo hacen los campanarios de nuestros pueblos”.
Publicado en revista CTXT y en la revista Soberanía Alimentaria. Gustavo Duch. Julio 2020
Con este texto pretendemos hacer una pequeña exposición básica sobre los motivos por los cuales la okupación es una herramienta válida a la hora de luchar y a la hora de vivir. Este pequeño anexo, que se complementará en futuros números, se explica cómo entendemos la okupación, qué utilidad tiene y por qué la asumimos como algo vital.
Entramos ilegalmente en viviendas, edificios, solares, espacios… abandonados y en desuso y tomamos posesión de ellos porque lo consideramos un acto de reapropiación, es decir, una forma de recuperar parte de lo que es nuestro y de todos, puesto que el planeta tierra no es de nadie y es de tod@s.
Porque con la propiedad privada nos han negado el libre acceso a los recursos básicos para la vida, y esto nos “obliga” a aceptar durante casi toda nuestra existencia la explotación que supone el trabajo asalariado, explotación que significa que parte del esfuerzo que realizamos los desposeid@s para vivir, nos es robado por l@s propietari@s, perpetuando así el circulo vicioso del capitalismo, es decir, que un@s vivan a costa de otr@s. Al okupar, rompemos con la necesidad de aceptar ese chantaje, recuperamos una parte de lo sustraído y, por extensión, de nuestro tiempo de vida. Nosotr@s, usamos la okupación como herramienta política, es decir, como un medio más en nuestro intento de crear espacios de vida al margen de las leyes, normas y valores que nos imponen el Estado y el Capital.
No somos okupas, somos personas, que estamos okupando con el fin de procurarnos, por nuestros propios medios y esfuerzos, viviendas, lugares de aprendizaje y trabajo, espacios de esparcimiento y de producción de lo que necesitamos: alimentos, bienes, etc. Okupamos por algo más que el interés personal, por algo más que para huir de la asfixia cotidiana que supone vivir al son de políticas y mercaderes.
Usamos la okupación como ensayo de un mundo nuevo, como puesta en práctica de nuestras ideas:
De acción directa: no necesitando de intermediarios, sino siendo nosotr@s mism@s quienes tomamos y llevamos a cabo las decisiones, y, por tanto, asumimos las responsabilidades de las mismas.
De autogestión: organizando entre tod@s nuestras relaciones y necesidades, manteniendo nuestra capacidad de decisión intacta ante posibles chantajes surgidos de la relación y dependencia de instancias externas: estatales, comerciales, etc.
De solidaridad: compartiendo y ayudándonos l@s un@s a l@s otr@s, respetando y reconociendo los intereses individuales en los colectivos, y viceversa.
De horizontalidad: nadie manda y nadie obedece. Funcionando a través del libre acuerdo, la responsabilidad y la confianza en la palabra dada. No queremos que nadie se vea obligad@ a hacer nada con lo que no esté de acuerdo, por eso no aceptamos la imposición de la mayoría, y por eso, no votamos.
De igualdad: tod@s somos diferentes, pero tod@s somos personas. Considerando a cada un@ como un ser vivo único, con su propia personalidad, identidad e idiosincrasia. Tratando de respetar a l@s demás como nos respetamos a nosotr@s mism@s. Respeto por respeto, porque sólo respetando la libertad de l@s demás podremos hacer crecer la nuestra.
Concluyendo, cuando okupamos estamos realizando un acto de reapropiación de nuestras vidas. Por un lado, al rechazar la lógica opresora del Estado y el Capital por la cual se crean y fomentan las desigualdades sociales a través de la propiedad privada, y se perpetúan gracias a la herencia; y, por otro lado, ensayando la construcción de nuestra realidad individual y colectiva un poco más libre día a día.
Thoreau. La vida sublime,
así se denomina este cómic o novela gráfica de los autores A. Dan y Masimilien Le Roy. Dibujo del primero, que firma de esa manera, y guión y color de Le Roy. Thoreau es un pensador muy importante en la modernidad, de mucha actualidad en algunos aspectos hoy en día, y sin ser explicitamente anarquista, no de un modo político concreto, sí ha sido reivindicado en la tradición libertaria e incluso publicadas sus obras en el movimiento anarquista.
El cómic nos sitúa al autor volviendo a su pueblo natal, Concord, en
Massachusets, a mediados del siglo XIX; acaba de fallecer su hermano, se
encuentra afectado por ello y también por la rigidez de la vida en la
gran ciudad. Llevará entonces una labor pedagógica vinculada a la
sencillez del entorno rural en estrecho contacto con la naturaleza. De
esa manera, vivirá durante dos años en una cabaña rudimentaria,
construida por él mismo, junto al lago Walden y así se llamará una de
sus obras más importantes. Es en ese contexto donde se gestarán sus
ensayos más radicales de cuestionamiento del poder y de la libertad del
individuo frente a una autoridad que no respeta los principios morales
más elementales (o universales, que Thoreau reivindica, y que es un
debate que llega hasta la actualidad). Como es sabido, este autor era un
antiesclavista furibundo, que ha pasado a la historia en gran medida
como un partidario de la desobediencia civil para no sustentar el poder
político, algo que como veremos más adelante resulta polémico.
Thoreau se presta a diversas interpretaciones, según el ensayo que
leamos, pero uno de los temas cruciales en su obra, y una de las que más
nos interesa desde el punto de vista libertario, es la relación del
individuo con la autoridad, con el gobierno si se quiere. Así, sitúa
como eje de su obra la conciencia, la objeción moral hacia el poder
político, el Estado, más que en la búsqueda de las adecuadas
instituciones políticas. Por lo tanto, la libertad del individuo estaría
por encima de las instituciones y las leyes, lo que le colocaría sin
duda en la tradición libertaria, aunque aclararemos una vez más que no
llega al anarquismo al reivindicar en algún momento el mejor gobierno.
De hecho, mi opinión es que su faceta radical naturalista, su deseo de
una existencia en estrecho contacto con la naturaleza, puede verse como
una huida de la vida política, no tanto de un deseo de transformar las
comunidades humanas. Parecer ser que al final de su vida esto cambia,
hablamos de un autor complejo e inteligente y, como no puede ser de otra
manera, sujeto a una evolución en su vida y pensamiento. Así, sería
entonces más partidario de la acción colectiva, a través del municipio,
evitar o limitar los desmanes del capitalismo y preservar la naturaleza.
Es esa otra faceta de Thoreau, junto a la de la desobediencia civil,
que llega hasta nuestros días. Hay que tener en cuenta que existe una
visión oficial del autor, impregnada por lo que le interesa al poder, y
de hecho Thoreau ha sido homenajeado incluso por presidentes en los
Estados Unidos, algo tremendamente paradójico. Se nos muestra de esa
manera a un desobediente y un naturalista benévolo, pacífico, que apela a
grandes principios morales, pero que no molesta demasiado a la
autoridad. Algunos expertos, y al final del cómic hay una muy
interesante entrevista al respecto, afirman que tal vez la condición de
resistente es más adecuado que desobediente, lo que le confiere a
Thoreau tintes más rebeldes. De hecho, hay episodios de su vida en la
que estuvo en contacto con abolicionistas violentos, es el caso de John
Browm, que se recoge en el cómic, finalmente ejecutado, partidario de
una insurrección violenta de esclavos a lo Espartaco. Hay alguna obra de
Thoreau, insistimos en que un pensador complejo y cambiante, donde
difícilmente le podemos ver como un partidario de la no-violencia e
incluso insinúa que en algunas circunstancias resulta inevitable la
resistencia armada. Por supuesto, todo esto hay que situarlo siempre en
el contexto de la época y, con seguridad, Thoreau podía estar
condicionado por la ineficacia de una mera desobediencia hacia un Estado
bélico y esclavista.
En definitiva, este cómic, por un lado de una gran belleza plástica,
nos sirve también para introducirnos en el pensamiento de un hombre
complejo, que sería importante leer con atención antes de formular
juicios definitivos. Como hemos dicho, hay una visión histórica,
superficial y oficial muy cuestionable, ya que resulta más bien
inofensiva para la transformación radical del sistema. Thoreau no era un
simple partidario de discursos u obras vehementes y en algunas
circunstancias se vio empujado a la acción colectiva para preservar los
derechos civiles y la naturaleza. Es un debate que llega hasta nuestros
días, que ha influido en multitud de militantes, y digamos que tanto la
acción como el pensamiento radical, sin división entre ambos ni
escapismo místico alguno, son necesarios para cambiar el estado de las
cosas.
La novela gráfica concluye con la muerte de Thoreau en 1862, tres
años antes de que se aboliera la esclavitud en Estados Unidos. Es tal
vez la última etapa del autor más interesante que sus primeros años, en
los que se produce su amistad con Emerson y su cercanía al
trascendentalismo, un movimiento romántico y algo místico, que
reivindicaba una conciencia moral superior y la experimentación
individual, algo de gran influencia en la vida y el pensamiento de
Thoreau. Sin embargo, es en sus últimos años cuando apuesta de forma más
concreta por el cuestionamiento crítico, denuncia la injusticia
política, la hipocresía religiosa, la explotación de la naturaleza, y
apuesta por una vida más sencilla alejada del consumismo, no obcecada en
el trabajo… Son cuestiones que llegan hasta nuestros días, un siglo y
medio después, dado el desarrollo depredador y alienante de la
modernidad, de la que Thoreau era un gran crítico, aunque jamás de un
modo reaccionario. Esta novela gráfica, disfrutable por otros aspectos
artísticos, es también una estupenda introducción a todo ello.
«Hay dos industrias que llaman a sus clientes “users” (usuarios): la de las drogas ilegales y la del software»
El Dilema de las Redes Sociales
Las expertas advierten que recibimos una notificación, sacamos el
móvil del bolsillo y contestamos unas 80 veces al día. Cada vez que lo
hacemos, una empresa – Google, WhatsApp, Instagram, Facebook, Twitter,
etc. – lucha para que pasemos más tiempo en su aplicación, pegadas a la
pantalla. El tiempo invertido se traduce en que la app aprende más sobre
ti y esa información vale mucho dinero. Como se dice en el documental El Dilema de las Redes Sociales (The Social Dilemma, 2020), “cuando no pagas por el producto, el producto eres tú”.
A este nuevo mercado de datos se le denomina “capitalismo de vigilancia”. “Cada acción que uno realiza es vigilada y registrada. Exactamente qué imagen miras y cuánto tiempo la miras”, dice en el documental Jeff Seibert, exejecutivo de Twitter.
Este filme, dirigido por Jeff Orlowsky, entrevista a varias
extrabajadoras de las principales empresas de redes sociales – hombres
jóvenes, ricos y blancos en su abrumadora mayoría – entre las cuales se
encuentran las creadoras del botón del “like”, uno de los mayores iconos
del siglo XXI. Es una buena película que explica cómo estos algoritmos
explotan las vulnerabilidades de la psicología humana, como dice Jose Antonio Luna en eldiario.es, pero llama la atención de que lo haga a través de Netflix, una plataforma que emplea las mismas prácticas. Por ejemplo, cuando sube una nueva temporada de Narcos o Stranger Things, cuyas imágenes dentro de la app de
la plataforma suelen ser cambiantes hasta que identifican la más
atractiva para los espectadores. Es como si Amazon nos alertara del
peligro de no comprar en comercio de proximidad.
También choca que el documental no aborda el escándalo de la venta de datos que realizó Facebook a la empresa Cambridge Analytica,
que propició la gran manipulación de la sociedad británica para que
votara a favor del Brexit y de la estadounidense para votar a Trump.
Pero no pasa nada. Sobre este tema Netflix tiene a disposición del
consumidor el documental El Gran Hackeo (2019).
Uno de los aspectos que explica El Dilema de las Redes Sociales es en cómo las fake news se
propagan por las redes sociales en general y en Facebook en particular.
El informático Jaron Lanier explica que páginas como Facebook, YouTube o
incluso Google varían el resultado de buscar términos como «cambio
climático» según la localización y/o la persona que realiza la búsqueda.
En redes sociales se despacha al gusto del navegante, lo cual genera
microcosmos de personas con su propias realidades y sus propios hechos.
Incluso si son mentira. Lo importante es que sea una historia que genere
clicks. «Con el tiempo tienes la falsa sensación de que todos coinciden contigo porque todas tus noticias piensan como tú«, explica Roger McNamee, uno de los primeros inversores de Facebook. ¿Las consecuencias? El fortalecimiento de las ideas de la extrema derecha, su acomodamiento en posicionamientos racistas y el florecimiento de teorías conspiratorias (desde el terraplanismo hasta el negacionismo del Covid, pasando por QAnon).
No pretendemos en este artículo impugnar las redes sociales en su
conjunto, ni caer en posicionamientos simplistas acerca de su maldad
intrínseca. Reconocemos que son mecanismos útiles para difundir
información a un público amplio – este periódico tiene cuentas de
Facebook, Twitter e Instagram –, si bien está claro que su diseño
fomenta la adicción, su uso irresponsable y una transformación brutal de
nuestra sociedad. Lo que buscamos con estas líneas es que reflexionemos
acerca de los intereses que se esconden detrás de las redes y explicar –
parcialmente, pues la realidad nunca es sencilla – algunos de los
fenómenos que hemos visto en los últimos meses: por ejemplo, los disturbios liderados por fascistas contra el estado de alarma al grito de “Pedro Sánchez hijo de puta”, nazis saliendo a la caza de MENAs y convirtiéndose en víctimas
tras defenderse éstos, teorías de la conspiración que vinculan la
propagación del coronavirus con el 5G, etc. Cuando un relato es jugoso,
morboso, se propaga como la pólvora porque los algoritmos así lo prevén y
se acaba por convertir en la versión oficial.
El Dilema de las Redes Sociales dista mucho de ser perfecto.
Primero, porque da voz a un grupo muy concreto de personas
(extrabajadoras de empresas de redes sociales), que si bien realizan una
detallada crítica a este mundo, lo hacen sin revelar la verdadera
fuente de todos los problemas: el capitalismo. El problema de las redes
sociales es el mercadeo. Por otro lado, el formato del documental
tampoco ayuda. Cuenta con una parte dramática con actores que
representan una maniquea y exagerada historia familiar sobre la adicción
a las redes sociales llena de clichés que se carga su credibilidad y
acaba haciendo justo lo que critican de las grandes corporaciones
tecnológicas: condicionar nuestra forma de pensar sobre un tema. Aún
así, merece la pena echarle un visionado.
Hace casi diez años que salimos a la calle denunciando que “somos mercancía en manos de políticos y banqueros” (lo cual dio pie al movimiento 15M). Quizás ahora convendría añadir al lema “y de empresas tecnológicas”.