Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, agosto 20

El «globo» de la globalización desde abajo



 En el mundo de los relatos y de la IA, la globalización aparece como el Príncipe del cuento del que jamás veremos sus manos manchadas de sangre. La Bella Durmiente, esa clase obrera hace tiempo arrullada por el individualismo y la subjetividad hasta haber desaparecido como sujeto colectivo entre nanas que hablan de narcicismo, victimización y egolatría, es aquí interpelada a dejar de soñar con el beso del príncipe, un beso hecho de racionalidad capitalista, derrota de lo político y lógica mercantil, para practicar cualquiera de las formas de sabotaje que nos devuelvan a la vida entendida como la textura social que hoy nos falta.

Pocos ignoran que detrás del concepto globalización se esconde la actualidad de las formas de expansión mundial del capitalismo, la derrota de lo político y la hegemonía universal de la forma mercado como único valor absoluto al que se pliegan todas las esferas de la vida. La globalización, alimentada de general intellect al servicio de la (re)producción capitalista, ha destruido las bases materiales de los saberes sociales, los vínculos y las relaciones de interdependencia y conocimiento con el medio natural. Los saberes acumulados para vivir han sido sustituidos por el saber abstracto del trabajar. La docilidad y la resignación marcan los nuevos vínculos que se han establecido entre el sujeto y el mercado como campo privilegiado de producción de relaciones sociales. La subjetividad e intersubjetividad, que posmodernos, autónomos y negrinianos esgrimen como el campo desde donde crece la rebeldía, se podrían plantear como el lugar donde se está librando la última batalla por la colonización de las conciencias y no el lugar desde donde se puede volver a reconstruir ningún sujeto colectivo.

La crudeza de esta evidencia, la persistencia y refinamiento de las prácticas depredadoras del imperialismo, general intellect incluido, se solapan con las prácticas humanitarias del imperialismo económico y cultural. La versión pacífica y enriquecedora de la globalización desde abajo se diluye en los légamos de las viejas propuestas socialdemócratas, activas a finales del siglo XX, sus ofertas de baja intensidad (renta básica, ciudadanía universal, software libre, 0,7%, condonación de la deuda, etc.) mientras que hace menos onerosa la verdad del actual proceso de esquilmado de la biosfera, la aniquilación de la diferencia social y la construcción de una subjetividad totalitaria.

Voluntariado oenegesita, algazaras radicales, turismo anti‐globalización, movimientos cívicos y revoluciones democráticas con generosa cobertura mediática… Los movimientos de pseudo‐resistencia actuales responden a la demanda de un mercado de productos emocionales para apaciguar el malestar de los remisos pero, sobre todo, representan la faz moderna del partido del orden, basta esperar para ver cómo es hacia él hacia donde confluyen sus prácticas, a la espera de poder ocupar un lugar en el espectáculo. El poder los hace visibles y, en tanto visibles, aparecen como portadores del monopolio de la protesta. Lo admisible de la protesta adopta la forma de sus reclamaciones y excluye a todas las demás.

Los movimientos de pseudo‐resistencia extraen sus fuerzas del demiurgo romántico y se nutren de desclasados, vocacionales, precarios, autoexplotados, todos ellos apropiados y rentabilizados por el capitalismo postindustrial que gestiona sus voces, su independencia, la visibilidad de sus prácticas políticas y culturales. Con ellos se clausura la parodia de la diversidad de pensamiento y acción en un mundo totalitario y homogéneo.

 Movimientos antisistema, de resistencia global, ¿serán las nuevas plataformas del turismo revolucionario? Contracumbres: Seattle, Londres, Génova, Praga, Salónica, Barcelona, World Social Forum: Porto Alegre, Mumbai… ¿Sus jalones? ®Tmark, Ne Pas Plier, Afrika Groupe, Indymedia, Reclaim the Streets, Parados Felices, Group Material, Las Fiambreras, Las Agencias… ¿Los virus artísticos de la rebeldía o una forma u otra de apropiación de la plusvalía en el posfordismo? Amador Fernández‐Savater los piropea, con naturalidad, como la otra cara de la moneda posfordista, la cara rebelde. El chiste tiene su gracia. Todos sabemos que billetes y monedas nunca tuvieron caras rebeldes. Ahí están las Guerrilla Girls, que terminaron como el rosario de la aurora, pleiteando por la gestión de los derechos de copyright del material producido como «colectivo anónimo», o la gente que ha terminado huyendo de La Fiambrera, hartos de opacidad y de líderes carismáticos. En el mejor de los casos, el artisteo, por desgracia, incluidos el ciberactivismo, la teoría queer u otras mandangas, se pierde en las procelosas aguas de las influencias y los patrocinios institucionales que, al fin y al cabo, son los que los hacen visibles previa aceptación de reglas no escritas que conllevan sumisión, precariedad y niveles de autoexplotación que harían sonrojarse a un minero asturiano de hace setenta años.

Tampoco les va mucho mejor a todas las demás redes sociales del mundo virtual, blogs, Myspace, Facebook, Instagram, Tik Tok, Twitter, X, etc. han terminado convertidas en clubes de narcisismo donde exhibir imagen y dar rienda suelta a un incesante monólogo que ni siquiera tiene las virtudes terapéuticas del parloteo de los antiguos patios de vecinas. Lo único que constatan diariamente los internautas es que fuera se está peor.

¿Será posible construir formas inéditas de autonomía social desde los ordenadores, las vitrinas de los museos y las mesas de los departamentos universitarios? Yo solo veo jerarquía, nuevas formas de la vieja explotación. También se habla del nuevo paradigma colaborativo que, de momento, sigue resolviéndose en estar juntos mientras no haya nada que ganar. Hablan de imaginación radical pero sus concreciones siguen siendo artísticas, dicen practicar nuevas clases de lucha, pero las desarrollan desde formulaciones socialdemócratas y solo se hacen visibles en el momento en que son aplaudidas por el poder. Conferencian sobre trastornar los espacios, pero practican un activismo de patio de colegio, codificado, parasitario, circunscrito a lugares muy determinados, potencialmente receptivos a estas prácticas y simbólicamente saturados por ellas.

 Tanto turismo revolucionario, tanto paseo, más que contestar la globalización pareciera reforzarla. Más que abolir el Estado pareciera que este sale juvenil y vigorizado de su encuentro con los bad boys. Parece que se reúnen para poder hacer, pero hasta la fecha no parece que hayan hecho otra cosa que reunirse y, en el peor de los casos, servir de monstruos de feria en los medios de comunicación o, peor aún, en los museos. Imagen, pose, coreografía… performance. ¿Cambiarán, con su primer empleo estable, el turismo revolucionario por la ruta de las kasbahs? Seguro que sí; en el fondo, son gente de orden.

Con esto no digo que no crea en las prácticas de sabotaje cultural, pero a la vez que admito su validez y oportunidad, habría que intentar que las mismas no fueran deglutidas por el mundo del arte. Su oportunidad política estribará siempre en la capacidad que tengan de no caer en las garras de la neutralidad estética y el espectáculo social. Su efectividad, en ser entendidas como experiencias que interrumpen el sentido, que refutan, impugnan y rechazan lo que nos impide apropiarnos de nuestra propia vida, importantes en tanto que sirven, si no a un plan unitario de subversión total, cuando menos a quienes participan en ellas para producirse a sí mismos, recuperando la política para la vida y, con ella, a un sujeto hoy anulado y aniquilado por las dinámicas simbólicas y materiales del Capital.

No nos engañemos, cualquier cosa que pueda hacer el arte la vida puede hacerla mejor. Por eso es hora de tratar de vivir el único tiempo que tenemos para la vida conspirando, amenazando y luchando contra el tiempo de la muerte, el tiempo del Capital. Hoy en día todos, sin excepción, estamos amenazados de muerte por el Capital y sus agentes de destrucción masiva. No es que quieran matarnos a todos, pero aceptan el riesgo y, desde luego, siembran la muerte y la destrucción allá donde huelen el beneficio. Ellos, que amenazan la vida, deberían ser amenazados por la vida, deberían desaparecer.

Movilizarnos para la vida será entonces reunir aspectos de la vida antes escindidos para recuperar el carácter integral de la vida, superando la fragmentación en la que asienta el dominio del capital, perder el miedo, buscarnos en lo local, entramarnos con otros, trazar complicidades con ellos, generar conflicto, rechazar lo inaceptable, brindar ayuda, negar el imaginario simbólico del Capital, ejercer contra él, la legítima defensa que se le reconoce a los amenazados de muerte. Reinventar un presente, un imaginario de transformación y cambio social; en el peor de los casos, mantener un embrión de resistencia crítica y antagonismo desbordante en el que la vida se incline hacia algo mejor. Los espacios, para quienes decidan salirse del guión y enfrentar la realidad, sobreviven en el territorio hostil de la precariedad y el aislamiento. Los canales desde los que participar de forma directa e inmediata en la construcción de lo común están ahí: secciones sindicales, ateneos, escuelas libres, cooperativas, colectividades, grupos de afinidad, de producción y consumo, etc. Ellos pueden volver a recrear la desobediencia organizada para la disolución del Poder si son capaces de articularse en las estrategias reivindicativas y en un proyecto social común. Nada está perdido mientras estemos dispuestos a dimitir, a desertar colectivamente de este sistema moribundo. Todo está por redescubrir si somos capaces de activar una poética de lo cercano sobre la magia de la mesura, el gusto por las pequeñas cosas, los saber

 

Antonio Orihuela
Arqueólogo del presente y escritor a contratiempo de la modernidad neoliberal

Publicado en Redes Libertarias núm.3

domingo, agosto 17

Democracias en extinción

 

 

¿Estamos viviendo el final de las democracias liberales? ¿Es este un periodo histórico caracterizado por un el auge de sistemas políticos diferentes al liberal de la segunda mitad del siglo XX?

Hablamos con el historiador Steven Forti, autor del libro Democracias en extinción. El espectro de las autocracias electorales.
Junto con él, haremos un recorrido histórico sobre la transformación en las extremas derechas, analogías y diferencias respecto a los fascismos del pasado, su capacidad de reconocerse y coordinarse entre sí, y el peligro que suponen para las actuales democracias liberales, desmantelando el estado de derecho y lo que en su momento se denominó el estado de bienestar. Analizando modelos como el de Italia, Bukele, Israel o Hungría veremos que transformaciones se están dando dentro de los sistemas políticos como para entender que el tiempo de auge las democracias liberales podría haber pasado

linternadediogenes@gmail.com

jueves, agosto 14

Antifa significa Palestina libre

 


Comunicado de anarquistas/antifascistas en Berlín

Como anarquistas, antifascistas y personas que forman parte de círculos autónomos en Berlín nos solidarizamos plenamente con todos los movimientos de liberación desde Palestina hasta el Congo, desde Kurdistán hasta Chiapas, desde Papúa Occidental hasta Isla Tortuga, desde Abya Yala hasta Sudán, desde el Sáhara Occidental hasta Myanmar, desde Haití hasta Kanaky y en todas partes del mundo. Defendemos firmemente la verdadera solidaridad internacionalista, intercomunalista, antirracista, queer transfeminista.

El verdadero antifascismo es anticolonial. Y el antifascismo anticolonial debe ser parte integrante de todas las luchas de liberación de los pueblos.

 La implacable opresión de las personas palestinas (en tanto en Palestina como en la diáspora), en su última fase de la Nakba y del genocidio en curso, ha mostrado el verdadero rostro y los valores de muchos gobiernos liberales y de sus aparatos estatales. Como los del Estado alemán que es plenamente cómplice del genocidio en Palestina y apoya fanáticamente a Israel y a todos los «valores occidentales» que éste representa: brutal ocupación y explotación, apartheid y limpieza étnica de los pueblos indígenas.
Sin duda, Alemania es experta en militarismo, guerras y genocidios: el de los pueblos herero y nama, el del pueblo judío de Europa, el del pueblo romaní/sinti, el apoyo al genocidio del pueblo armenio por parte de Turquía… la lista sigue y sigue.

En Alemania la narrativa del supuesto arrepentimiento y expiación de los crímenes nazis, la instrumentalización de la culpa alemana para con el pueblo judío, la autoproclamada «Staatsräson» («razón de Estado») y su selectiva y muy comisariada «cultura de la memoria» se esgrimen como argumentos para apoyar activamente el genocidio del pueblo palestino. Las y los electos representantes estatales de Alemania le lamen las botas a Israel proporcionando cobertura diplomática a los crímenes sionistas mientras que la mayoría de sus medios de comunicación repiten y amplifican la propaganda estatal israelí.

Una gran parte de la sociedad alemana, en su mayoría personas alemanas blancas, calla de nuevo ante la limpieza étnica que se está llevando a cabo mientras Israel, ayudado por Alemania y sus entregas de armas y tecnología para matar toda forma de vida en Gaza, comete a diario atrocidades inimaginables. Mucha gente en Alemania se niega a reconocer (o niega rotundamente) la brutal violencia colonizadora sionista en Palestina, la continua anexión asesina de Cisjordania, los asesinatos en masa a gran escala y el régimen de apartheid. «Es complicado», afirman. Pero, en tiempos de un genocidio de manual retransmitido diariamente en nuestras pantallas, el silencio es complicidad y será recordado como tal.

El movimiento por una Palestina Libre en Alemania está siendo atacado desde todos los frentes: por el Estado, por los neonazis, por las instituciones, por la sociedad civil alemana, por la «ciudadanía preocupada», por las y los liberales y por los llamados «Anti-Deutsche» (“alemanes anti-alemanes”).

Con el pretexto de «luchar contra el antisemitismo», se criminaliza a quienes piden el fin del genocidio y la ocupación (especialmente a la gente de regiones de mayoría musulmana y a las personas consideradas como tales, BIPoC y judías antisionistas), se les incluye en listas rojas, se les cancela, detiene, veta, insulta, ataca y acosa.

 En Alemania también nos enfrentamos a un problema bastante singular y muy alemán: una proporción significativa de alemanes blancos no judíos autoproclamados «antifascistas» apoyan con entusiasmo el proyecto sionista. Estos equivocados y molestos peones del Estado, los llamados «Anti-Deutsche» que supuestamente pertenecen a la izquierda radical, son intencionadamente ignorantes cuando se trata del sionismo y de Israel. Su siempre predecible movimiento característico es acusar de «antisemita», islamista, perteneciente a Hamas, fascista y/o nazi a cualquiera que se atreva a hablar en favor de Palestina. Es evidente que existe —por decirlo suavemente— confusión en el movimiento «antifascista» de Alemania y debemos desafiarlo y reflexionar más activamente sobre la izquierda radical de la que formamos parte. De todas nosotras y nosotros depende el cambio.

Tenemos que combatir todos los racismos en este país, especialmente los peligrosos y cada vez más tóxicos racismos antiislamistas y el odio antijudío.

Rechazamos la supuesta «razón de Estado» («Staatsräson») de Alemania y nos negamos a reconocer no sólo a «Israel» como Estado legítimo, sino también al Estado alemán y a todos los Estados. Como anarquistas, antifascistas y antiautoritaristas creemos que todos los Estados y todas las fronteras deben ser abolidos. Nos oponemos a todo tipo de estructuras de poder jerárquicas y autoritarias y a ideologías o conceptos como los Estados o los partidos políticos que ponen a determinadas personas o entidades en el poder y determinan la vida de los demás. De ahí que nuestra lucha tenga como objetivo la desintegración de los regímenes fascistas, sionistas, racistas y etnocráticos, no sólo en Israel sino también en todos los demás Estados del mundo.

Exigimos el fin inmediato del apartheid y la ocupación de Palestina. Los y las palestinas deben poder regresar a su tierra natal, abogamos por la liberación de Palestina y sostenemos que todo su pueblo debe vivir allí y prosperar en paz, desde el río hasta el mar. Luchamos por la libertad para todas las personas.

NUNCA MÁS significa NUNCA MÁS PARA NADIE.

 

Noviembre 2024
Grupo anarquistas/autónomos de Berlín

lunes, agosto 11

El genocidio de Gaza supera los 60.000 muertos mientras 320.000 menores están en riesgo de inanición

 


Después de 662 días de genocidio israelí en Gaza, la cifra de muertos en la Franja ha superado los 60.000, según fuentes sanitarias palestinas. De ellos, al menos 147 han muerto de inanición, una cifra que solo puede aumentar, según Unicef y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), quienes advierten que los indicadores clave de alimentación y nutrición en Gaza ya superan los umbrales de hambruna y que “se está agotando el tiempo para poner en marcha una respuestas humanitaria a gran escala”.

Según la última alerta de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (CIF), los niveles son los peores desde que comenzó el conflicto y dos de los tres umbrales que indican hambruna se han superado en algunas partes de la Franja.


El primero de estos indicadores, el consumo de alimentos, se ha desplomado en Gaza desde la última actualización del CIF en mayo de 2025. Más de un tercio de la población, hasta un 39%, se pasa varios días seguidos sin comer. La desnutrición aguda es el segundo indicador y ha aumentado “a un ritmo sin precedentes”. En la ciudad de Gaza, dice el CIF, los niveles de desnutrición entre los niños y niñas menores de cinco años se han cuadruplicado en dos meses y ha alcanzado en julio el 16,5%. Más de 320.000 niños y niñas, toda la población menor de cinco años de Gaza corre riesgo de desnutrición aguda, según PMA y Unicef. Solo en junio, más de 6.500 niños y niñas fueron ingresados para recibir tratamiento contra la desnutrición.

Y mientras tanto, terrorismo colono en Cisjordania

El pasado 28 de julio, un colono israelí asesinó “a sangre fría” a Odeh Hadalin, colaborador del oscarizado documental No Other Land. El asesino, identificado por testigos como Yinon Levi, ya había sido sancionado por la UE, EEUU y Canadá en 2024 por su participación en ataques contra civiles palestinos. Las sanciones posteriormente fueron revocadas por Trump en su primer día en el Despacho Oval. Según el periódico Times of Israel el acusado está en arresto domiciliario.

Según denunció el periodista y cineasta israelí Yuval Abraham, codirector de No Other Land, Yinon Levi acusó de la muerte a cuatro integrantes de la familia de Odeh Hadalin, que fueron detenidos por el ejército israelí. Abraham denunciaba en Twitter un “sistema que castiga a las víctimas (que están bajo la ley militar) y recompensa al tirador (que está bajo la ley civil)”. El pasado marzo, decenas de colonos ya habían atacado y dado una paliza al codirector del documental Hamdan Ballal.

La noticia del asesinato ha vuelta al mundo, llegando algunos gobiernos occidentales a calificarlo de «terrorismo colono». Sin embargo, estos países no cortarán relaciones con Israel, seguirán manteniendo contratos armamentísticos y de ciberdefensa y confirma la triste realidad del pueblo palestino: tal ha sido su grado de deshumanización que un asesinato racista perpetrado por un colono solo se ha considerado relevantes porque le pasó al ganador de un Oscar.

Según Al Jazeera, Israel ha asesinado a más de mil palestinos en Cisjordania desde el 7 de octubre de 2023.

 

https://www.todoporhacer.org 

 

viernes, agosto 8

De la tristeza de los domingos por la tarde a las ilusiones desertoras

  

Amig@s de Artax, os echábamos de menos. Si escuchasteis UHI: Uníos  hermanes impostores, puede que os guste este nuevo programa de los amig@s de Artax sobre el trabajo asalariado a través de un golpe de Sail (nuestra persona prota) contra una farola antes de ir al curro y sin haber tomado café, al tener que esquivar a unos mochileros alternativos. ¿El desenlance? os lo contamos, Llegó tarde a currar. Pero... ¿Qué paso entremedias? la pregunta central es si es posible desertar del trabajo asalariado dentro del capitalismo o de ilusiones también se vive. ¿Queréis escucharlo? ¿Os atrevéis?

Escenas de productos audiovisuales:

El show de Truman
Las uvas de la ira
Severans
Cadena perpetua


Canciones:

De fondo:

Le trio Joubran - Masar -

Enteras: 

 

 Nakar - Hondakinen artean Bizi -

Zea mays -Zuk borroka hasi -

Ancora - Partiendo candados -

zea mays - Kemena -

Nakar - MBBDB -

martes, agosto 5

Recomponer

 


Recomponer

lo que una vez estuvo unido;

ese abrazo

ensartado hoy por un alfileteo de grietas,

ese abrazo entre nosotras,

aquel con el entorno,

el que nos funde con el oxígeno

y las acacias y las liebres,

ese abrazo, ahora estrangulado por fronteras

y soberbia, que construye

una geometría donde nadie

puede quedarse atrás.

 

Recomponerlo,

no como meta

sino como única posibilidad de existencia.

 


Alberto García-Teresa. El áspero dolor de la esperanza. Lastura Ed. 2025

sábado, agosto 2

¿Quién ha roto internet? ¿a quién le beneficia?

 

 

¿Irritabilidad? ¿Adicción a las redes? ¿FOMO? ¿Tienes la sensación de que la vida en la web se ha vuelto más hostil? ¿Practicas el doomscrolling y no lo sabías? ¿Has sido blanco de un monetizador de odio o has visto a alguien cercano caer por una madriguera de conejo? Puede que padezcas severos síntomas del mal causado por el capitalismo de plataforma y los monopolios tecnológicos.

En La viralidad del mal, Proyecto UNA analizan cómo y por qué han crecido los discursos de odio en internet y cuál es la relación de este fenómeno con el Big Tech.

Hablamos con ellas sobre la historia de internet, cómo funciona el capitalismo de plataformas, cómo y por qué se destacan unos contenidos y no otros...

 

linternadediogenes@gmail.com

miércoles, julio 30

Creyentes, agnósticos y… ¡lúcidos ateos!

 


Ya he dicho en otras ocasiones que, de (muy) joven, pecados de juventud, fui un fervoroso creyente político. No en el sentido estrictamente religioso, pero viene a ser una cosa muy parecida para el asunto que nos ocupa. En mi caso concreto, terriblemente escorado a la izquierda en mis años mozos, la creencia consistía en confiar en el sistema electoral para cambiar las cosas (a mejor, se entiende). Tengo que decir, dejando a un lado todo asomo de modestia, que ello no me hizo caer en ninguna suerte de papanatismo, ni abrazar dogma alguno (cosas, con frecuencia, sumamente equiparables). A pesar de eso, como a todo creyente de cualquier pelaje y nivel, me otorgaba una dosis nada desdeñable de tranquilidad existencial, que ahora ni tengo ni busco. La cuestión es que, con los años, mi ateísmo político se ha ido incrementando sin que, y aquí es donde empiezo a hablar un idioma desconocido para gran parte del personal, me haya convertido en una especie de pasota ni en un sinvergüenza (al menos, no para una determinada visión de las cosas alejada de la reacción). En lugar de este último y despectivo apelativo, iba a emplear el de «cínico» en su acepción más vulgar, pero tengamos un respeto por esta escuela de filósofos, nada carentes de vergüenza en el peor sentido, y sí excéntricos y escépticos sobre las convenciones sociales. Sí, también soy orgullosamente cínico en ese sentido.

Este ateísmo mío tan lúcido y pertinaz, también denominado nihilismo, término que casi es más del gusto de mi persona al ser otro concepto profundamente malinterpretado, hace que la no participación política se desarrolle en mí de una manera terriblemente natural y, por qué no expresarlo así, existencialmente placentera. Yo soy así, qué le vamos a hacer. Por supuesto, cuando hablamos de política en sentido lato no nos referimos exclusivamente a, cada tanto, ir a votar a una panda de iluminados para que decidan por ti, pero vayan ustedes a explicarles esto al vulgo (con perdón). Hay quienes consideran que la creencia en una autoridad ultraterrena (llámenle ustedes Dios o como les plazca) está íntimamente relacionada con la subordinación a la autoridad política (llámenle ustedes Estado, por favor). No, no hablo de esos locos soñadores anarquistas, que por supuesto también, me refiero a importantes expertos juristas de esta abiertamente demente época contemporánea. Mi trayectoria vital, y en nada se enriquece a nivel de desarrollo personal con ello, sigamos siendo extremadamente sinceros, está plagada de numerosos encuentros dialécticos con creyentes de diversos grados.

En semejantes experiencias, no pocas veces, se considera que fuera de esta forma de democracia, en la que uno selecciona el amo a su gusto con una deliciosa apariencia de libertad, hay cosas muchos peores: dictaduras, caos… Por otra parte, disculpen de nuevo, pero este argumento nos confirma aún más en nuestra postura, ya que es algo que parece muy similar a la creencia religiosa, según la cual la falta de fe abre la puerta a todos los males posibles. Se dirá que, por supuesto, hay no creyentes no practicantes, es decir, que van a votar y lo hacen por peculiares motivos como considerar que es mejor que gobiernen unos a otros. De acuerdo, será que son en apariencia ateos, pero respetan los sagrados sacramentos y quieren un sumo pontífice progre. Sin comentarios. En un reciente debate, en un contexto tan cuestionable como la barra de una bar, reconocer por parte de mis contertulios dos factores tan esperanzadores como que la corrupción dentro del sistema es intolerable y que, no necesariamente relacionado con el anterior, no pueden cambiarse las cosas dentro de él, fue seguido de una frase tipo «pero hay que ir a votar». Por supuesto, no era la primera vez que escuchaba semejante argumentación, pero yo mismo me sorprendo todavía de mi capacidad de estupefacción. Comprender que el sistema político es un circo, colmado de basura y engaños, no provoca a mucha gente que pierda la fe, termina apuntalando la carpa de una u otra manera. Por supuesto, siempre está la opción, mencionada también de manera usual en este remedo de debates, de votar en blanco. De acuerdo, pero entonces no eres un verdadero ateo, amigo mío, eres una especie de agnóstico; es decir, alguien muy probablemente ávido de seguir creyendo, tal vez cambiando los dioses, pero manteniendo el tinglado intacto.

 

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/06/08/creyentes/

domingo, julio 27

Hijas de la Nakba Voces de mujeres palestinas (2ª ed.)


Ya no quedan palabras para nombrar tanto espanto. El cantautor chileno Víctor Jara, asesinado por la dictadura de Pinochet poco después del golpe de Estado en 1973, escribió días antes de su ejecución: «¡Canto, qué mal me sales cuando tengo que cantar espanto!». Cuando hablo de Palestina, últimamente no puedo evitar recordar esta frase. 
 
 

Introducción y entrevistas de Estel·la Vidal

Prólogos de Mar Gijón y Nadia Silhi
Traducción de Salam Al-Akhras Mazloum, Jaldía Abubakra y Sima Khawaja

Colección Herejías, 13

2025
162 p.
13×19
ISBN: 
978-84-127628-3-9

Descarga el prólogo a la 2ª edición de Nadia Silhi

Descárgate unas páginas

 

En septiembre de 2019 se estrenó el documental Hijas de la Nakba. A través de entrevistas a ocho mujeres palestinas, se mostraban las fechas y hechos más significativos de más de un siglo de colonización y ocupación de Palestina, así como las opresiones diarias a las que están expuestas, y su implicación en la lucha por la liberación nacional palestina. A raíz del nuevo episodio de genocidio desatado por Israel en octubre de 2023 sobre el pueblo palestino, hemos recogido estos testimonios en su totalidad, pudiendo realizar dos entrevistas más, completando hasta la decena estas voces de mujeres palestinas.

Sus voces nos hablan de su resistencia a la colonización de sus tierras, a la ocupación y al apartheid al que Israel somete al pueblo palestino; de cómo plantan cara a un sistema patriarcal cuyo conservadurismo se fortalece y endurece con la ocupación; de cómo se enfrentan a una mirada occidental, eurocéntrica, llena de estereotipos, que las relega simplemente como mujeres sumisas, como números o como víctimas de un conflicto. Una mirada cargada también de racismo e islamofobia.

El título alude a la Nakba o «catástrofe»: entre 1947 y 1949 el territorio de Palestina fue destruido y usurpado por el colonialismo sionista, que pretendía expulsar y reemplazar a los palestinos para instaurar el Estado de Israel, fundado en 1948. Sus tropas ejecutaron una limpieza étnica: entre 750.000 y 800.000 palestinos de todas las clases sociales, procedencias y credos fueron expulsados de sus hogares y tierras, y sus propiedades fueron robadas o destruidas para que no pudieran regresar nunca.

Esta expulsión y expolio fue acompañada de matanzas como la de Deir Yassin, que el sionismo utilizaría para que cundiera el pánico entre la población y la expulsión fuera más «eficaz».

Los relatos orales recogidos en Hijas de la Nakba constituyen un acto de reivindicación de la voz de las mujeres palestinas, así como de la existencia y resistencia del pueblo palestino, y la denuncia del genocidio que está cometiendo Israel.

 

https://www.edicioneselsalmon.com/2025/06/17/hijas-de-la-nakba-voces-de-mujeres-palestinas-2a-ed/ 

 

jueves, julio 24

Agricultura 4.0. La tecnología al asalto de lo vivo

 


En los últimos años, una nueva etapa en la industrialización de la agricultura está tomando forma: el desarrollo de la biotecnología, la promoción de la agricultura industrial, la carne artificial, la aceleración de la robótica, etc. Se trata de la agricultura «4.0», la que quiere acompañar la cuarta fase del desarrollo de Internet, el Internet de las cosas: las máquinas y los productos de la industria son cada vez más capaces de comunicarse entre sí. En el ámbito de la agricultura, se prevé instalar sensores por todas partes en las explotaciones, utilizar programas informáticos y algoritmos de inteligencia artificial para automatizar un conjunto de tareas (alimentación y cuidado de los animales, por ejemplo), utilizar drones para sembrar y pulverizar productos fitosanitarios o evaluar el estado del suelo y sus necesidades de abono, pilotar tractores a distancia con ayuda de satélites. Todo ello coincide plenamente con la actual orientación general del mercado: acelerar el desarrollo tecnológico, a ser posible en nombre de la ecología.

La contradicción es total, la impostura inmensa. La dependencia hacia el complejo agroindustrial de los agricultores que se lancen en esta dirección es probable que aumente aún más: no contentos con estar atenazados por los bancos, los gigantes de la química y las semillas, los fabricantes de maquinaria, los mastodontes del agronegocio y la distribución, pronto se verían frenados ante todo por los magnates digitales (Google, Amazon, Microsoft, o Ali Babá y Huawei…) y la miríada de actores capitalistas menores que gravitan en su órbita.

La neolengua de ingenieros y publicistas alcanza el colmo de la falsedad cuando exhibe ganancias de autonomía a los agricultores que recurren a vehículos y máquinas «autónomos». La pérdida de conocimientos provocada por las etapas anteriores de la industrialización, por el contrario, se perfecciona mediante el uso de ordenadores y sus sistemas expertos «en todos los rincones del campo»: se anima a los agricultores a delegar todo el cuidado de su (cada vez más numeroso) ganado; se entrena a los cultivadores para que dejen de confiar en sus propios reflejos, basados en el tacto, la vista, el «sentir», confiando a los automatismos casi todos sus análisis de las condiciones de la tierra, el cielo y los demás elementos que intervienen en sus cultivos. A la pérdida de inteligencia sensorial que mecánicamente se deriva de ello se añade la pérdida de sabor de las verduras, frutas y quesos así producidos.

La huida hacia adelante en potencia y miniaturización continuará la disminución del número de agricultores y la concentración de tierras. Por supuesto, en un país como el nuestro, no queda mucho por eliminar: partiendo de 400.000 agricultores, ¡la robótica no podrá suprimir millones! Sin embargo, la hemorragia podría sufrir una aceleración significativa en algunos países del Sur que han conocido poco o nada las etapas anteriores de la industrialización: la introducción de las tecnologías «4.0» podría ser (en determinadas condiciones) el punto de partida de una modernización cuyas consecuencias son tan desconocidas como explosivas, social y culturalmente.

La agricultura de «precisión» es una apuesta duradera en la destrucción continua de los medios de vida, en todas partes del mundo. Su pretensión ecológica es una monstruosa mentira, basada en la semi-invisibilidad social, en Occidente, del expolio que supone la fabricación y el funcionamiento de los aparatos informatizados. Admitamos que la robótica agrícola permita un cierto ahorro de pesticidas, abonos, antibióticos, agua y petróleo en las labores agrícolas, lo cual es totalmente hipotético en teoría y puede resultar falso en la práctica. En cualquier caso, este progreso muy parcial se pagaría con un crecimiento vertiginoso de la producción de artefactos electrónicos, así como del consumo de electricidad necesario para su fabricación, circulación y almacenamiento. Ahora bien, numerosos informes e investigaciones importantes publicados en los últimos años nos proporcionan todos los elementos para comprender que el desarrollo acelerado de la industria digital -a menudo justificado mediante la quimera de la «transición ecológica»- es insostenible1. Tanto es así que algunos afirman que lo digital estará en el centro de la catástrofe ecológica2.

Es la fabricación de equipos informáticos la que tiene el mayor impacto ecológico, en términos de energía, agua y metales. El crecimiento de lo digital es un factor central del actual boom minero, que hace afirmar a Anna Bednik que estamos a punto de extraer más metales de la corteza terrestre en una generación que en toda la historia de la humanidad3. Microprocesadores, pantallas táctiles, chips RFID y baterías demandan cantidades faraónicas de oro, cobre, wolframio, litio y “tierras raras” (neodimio, itrio, cerio, germanio…). Ahora bien, la industria minera es terriblemente contaminante y consume mucha energía.

Contrariamente a su nombre, las tierras raras no son tan raras como difíciles de extraer. […] La separación y refinado de estos elementos, que se aglomeran de forma natural con otros minerales, a menudo radiactivos, implica una larga serie de procesos que requieren grandes cantidades de energía y productos químicos: varias etapas de trituración, ataque ácido, cloración, extracción con disolventes, precipitación selectiva y disolución. […] Almacenados cerca de los pozos mineros, los estériles, esos inmensos volúmenes de roca extraídos para acceder a las zonas con mayor concentración de minerales, generan a menudo vertidos sulfurosos que drenan los metales pesados contenidos en las rocas y provocan su migración a los cursos de agua. […] La cantidad de energía necesaria para extraer, triturar, procesar y refinar los metales representaría entre el 8% y el 10% de la energía total consumida en el mundo, lo que convierte a la industria minera en uno de los principales responsables del calentamiento global4.

Además, la contribución de la tecnología digital al efecto invernadero a través de la producción de electricidad -que conlleva su uso diario- no deja de crecer. Todos los equipos digitales consumían entre el 10 y el 15 % de la electricidad mundial a finales de la década de 2010. Este consumo se duplica cada cuatro años, lo que podría situar la cuota de lo digital en el 50% de la electricidad mundial en 2030 (¡!), es decir, una cantidad equivalente a lo que la humanidad consumía en total en 2008, hace apenas trece años.

Estas vertiginosas proyecciones se ven en parte iluminadas por las estimaciones contenidas en varios estudios recientes5, sobre la potencia eléctrica requerida por un centro de datos (equivalente a la de una ciudad de 50.000 habitantes), los 10.000 millones de correos electrónicos enviados cada hora en el mundo (equivalentes a la producción horaria de 15 centrales nucleares, o a 4.000 viajes de ida y vuelta de París a Nueva York en avión), los 140.000 millones de búsquedas en Google cada hora, etc.

El monstruo mecánico de la agricultura industrial ya ha confiscado la tierra a los campesinos y agricultores del Norte. Pero, con la robotización, confisca y saquea la tierra en todas partes del planeta, a expensas de los campesinos, de los últimos recolectores-cazadores y de todos los humanos que quisieran hacer un uso más cooperativo y perenne de ella.

Este repaso a las repercusiones medioambientales de la extracción de metales raros nos obliga de repente a mirar con más escepticismo el proceso de fabricación de las tecnologías verdes. Incluso antes de ser utilizados, un panel solar, una turbina eólica, un coche eléctrico o una lámpara de bajo consumo llevan consigo el pecado original de su mal balance energético y medioambiental. […] Queriendo emanciparnos de los combustibles fósiles, a caballo entre un mundo viejo y un mundo nuevo, en realidad nos hundimos en una nueva dependencia aún más fuerte. […] La transición energética y digital devastará el medio ambiente a una escala sin precedentes. En última instancia, sus esfuerzos y el peaje que supondrá para la Tierra forjar esta nueva civilización son tan considerables que ni siquiera estoy seguro de que puedan hacerlo6.


Estamos convencidos de que las elecciones operadas en el modo de producción (principalmente en la relación con las herramientas y el capital) definen la calidad de las relaciones sociales en las que producimos y comemos. Estas elecciones repercuten en el acceso a los alimentos y en el sentimiento que acompaña a las crecientes desigualdades en esta dirección. Del mismo modo que debemos preguntarnos qué alimentos queremos, debemos preguntarnos qué máquinas queremos. Porque la herramienta que utilizamos, nuestra capacidad para repararla o adaptarla, determina el modelo agrícola en el que trabajamos y de cuyos productos nos alimentamos: lo sabemos, las máquinas (sobre)potentes y caras impulsan la creación de parcelas más grandes, raramente compatibles con la agricultura campesina. Afirmamos nuestra voluntad de luchar contra “las tecnologías que socavan nuestras capacidades de producción alimentaria”. No habrá autonomía alimentaria sin autonomía técnica.

Queremos creer que la emergencia de las tecnologías llamadas «4.0» (la «agricultura conectada») es uno de los umbrales que pueden provocar una reacción consecuente en la sociedad. Soñamos con una respuesta a esta ofensiva robótica (drones, tractores guiados por satélite, algoritmos de control en los almacenes…) que sea al menos digna de la que estalló, para asombro de los tecnócratas, contra los transgénicos hace veinticinco años. Investigar, desacreditar, sabotear: ¿quién quiere luchar con nosotros contra los irobots en la década de 2030? ¿Quién quiere denunciar la investigación realizada en los laboratorios del INRA (y por una plétora de start-ups) y los prototipos que allí se fabrican, dado su seguro impacto social y ecológico? ¿Quién quiere sabotear los grandes eventos del complejo agroindustrial en los que se celebran y transfiguran estas innovaciones para garantizar su adopción por parte de los representantes de la industria y otros «líderes de opinión»? ¿Quién quiere entrar en conflicto con las gigantescas (y no tan gigantes…) explotaciones que ya las han comprado o con los traficantes que distribuyen estas drogas industriales? Hago un llamamiento a los colibríes7 de todos los países: cada uno tendrá que poner de su parte para apagar el incendio electromagnético, y así tener una pequeña posibilidad de frenar la caída de 400.000 a 200.000 agricultores, prevista (para Francia) gracias a estas maravillas tecnológicas.

La referencia a la lucha contra los OMG es ineludible. Fue una década decisiva en la lucha contra la artificialización de lo vivo, una larga campaña que unió a los ciudadanos con la resistencia campesina. El 7 de junio de 1997, varios centenares de militantes anti-OGM y de la Confédération paysanne destruyeron un campo de colza transgénica en Saint-Georges-d’Espéranche. El 8 de enero de 1998, José Bové, René Riesel y otros miembros de la Confédération paysanne entraron en un almacén de la empresa Novartis en Nérac para mezclar semillas de maíz transgénico con semillas convencionales. A continuación, el 2 de junio de 1999, unos 200 militantes destruyeron un campo de colza transgénica, cultivo experimental desarrollado por el INRA y el CETIOM (Centre Technique Interprofessionnel des Oléagineux Métropolitains) de Montpellier. Estas dos acciones constituyen el punto culminante de la resistencia mediante la acción directa, ya que en ese momento se identifica claramente la connivencia del complejo agroindustrial con la investigación estatal, se revela claramente a los ojos de todos el impacto mortífero de la tecnociencia sobre la agricultura y la alimentación, se ataca claramente su infraestructura para detener su avance8.

En los años siguientes se produjeron decenas de siegas de campos transgénicos en distintos territorios, seguidas de otros tantos juicios que intensificaron la represión desde 2001, cuando se dictaron las primeras sentencias de cárcel para los «segadores», hasta 2005-2006. Es muy probable que la persistente preocupación por el control de las semillas o los pesticidas en una parte de la opinión pública provenga de esta batalla, y quizá también de la mala conciencia, que aflora desde principios de siglo, sobre el sacrificio de los campesinos en la sociedad de la abundancia, un problema que (casi) nadie percibía antes.

La guerra de los OMG no supuso una victoria total y definitiva de la oposición, sino sólo un estancamiento de los promotores de la agricultura transgénica, que tuvieron que devanarse los sesos para sortear, en el tiempo y en el espacio, la desconfianza generalizada de los ciudadanos-consumidores europeos. Dado que la alimentación del ganado francés (o europeo) se compone en gran parte de soja transgénica sudamericana; dado que consumimos tantos productos procedentes de todo el mundo, la prohibición del cultivo de OMG en Europa tiene muy poco impacto: ya todos comemos OMG de forma habitual. Y las estratagemas industriales para reintroducir cuanto antes los OMG en los campos franceses, sin declararlo abiertamente, han sido tan poderosas como astutas, gracias a las lagunas o vacíos de la reglamentación. Es el caso de las manipulaciones necesarias para la adquisición forzada de la esterilidad masculina citoplasmática (variedades vegetales CMS), o más recientemente de la mutagénesis (mutación genética obtenida por exposición a moléculas sintéticas) que permite la aparición de variedades artificiales, en particular resistentes a los herbicidas. Un OMG oculto o de última generación sigue siendo un OMG.

La otra gran limitación de la batalla contra los OMG es que la conciencia de lo que estaba en juego con el avance de las tecnologías transgénicas era sensible, pero limitada. Ni el bricolaje genético en su conjunto ni la industrialización de la agricultura se convirtieron en cuestiones políticas centrales, en la medida de su gravedad. El «punto caliente» de 1999, con su claro ataque contra la tecnoestructura en marcha, ya no será alcanzado, y las reivindicaciones ya no serán asumidas, ni su relevancia comprendida, por todos los protagonistas. Es siempre el problema de las batallas contra las novedades aparentemente radicales: no se sabe si hacer hincapié en la ruptura que introducen o, por el contrario, insistir en la continuidad que presentan con las trayectorias tecnológico-políticas a largo plazo. Así, la batalla contra los OMG en torno al año 2000 fue para algunos la ocasión de comprender el sentido profundo de la técnica de hibridación que se remonta (para el maíz) a los años veinte: un farol científico, que incitó a los agricultores a devaluar sus semillas de granja y a comprar cada año las producidas por proveedores, primero públicos y luego privados, aunque estas últimas no sean más híbridas que las primeras.

Las semillas híbridas prefiguraron profundamente los OMG en sus consecuencias sociales (desposesión) y ecológicas (estandarización genética). Contra lo que había que luchar era contra todo el proceso de industrialización bajo la égida de la Gran Ciencia, que dura ya un siglo. Del mismo modo, una lucha seria contra la agricultura 4.0 no puede ignorar el hecho de que la deshumanización ya está en marcha, antes de la etapa final de los algoritmos, los drones y la 5G. No es solo contra la tecnoescalada frenética de la era Google contra lo que hay que moverse, sino por una tecnoescalada que abarca varias décadas. Las acciones contra los dispositivos conectados de última generación o contra las empresas que desarrollan las últimas aplicaciones agrícolas para smartphones serían sin duda útiles por derecho propio, pero tendrían pleno sentido en la medida en que fueran también una oportunidad para denunciar los robots de ordeño que se remontan a los años noventa, los robots de distribución de alimentos para animales que datan de los años 80, o los robots Hércules de los años 2000, que permiten evacuar fácilmente las decenas de cadáveres de cerdas prematuramente muertas en las explotaciones industriales «fuera de granja». Los tractores y otras herramientas autopropulsadas son desde hace tiempo monstruosamente grandes y rápidos, y simbolizan por sí solos el despilfarro generalizado del modelo intensivo.

Otro paralelismo hiperconectado: criticar la escalada de la transición «forzada» al 5G no sirve de nada si no se cuestiona también la transición al 4G y a la fibra óptica. Sin un trabajo crítico sobre lo que ya se ha adoptado en gran medida, la posibilidad de poner freno a las innovaciones del momento y a los procesos que estas coronan (provisionalmente) es casi nula. Se trata de un movimiento inverso9 que debe poder iniciarse en la sociedad en general, y en la agricultura en particular. Mientras a un agricultor le parezca tan natural como a cualquier otra persona delegar todos los aspectos de su vida en un smartphone, también lo utilizará para gestionar su ganado, el riego o los tratamientos fitosanitarios. Está claro que la batalla contra el 5G como la batalla contra la robótica agrícola son culturales y políticas. Plantean cuestiones de poder, pero sobre todo de modos de vida, del contenido del trabajo, de la manera de experimentar los objetos y los seres que nos rodean.

Esperamos encontrar aliados en la galaxia anti-5G surgida en los últimos años para lanzar una campaña específica contra las tecnologías (de mañana y de ayer) que refuerzan día a día el modelo intensivo; pero también encontrarlo dentro del movimiento por la agricultura campesina, a pesar de su limitado apetito por la crítica de las tecnologías, especialmente las digitales (y la creencia predominante de que la agricultura industrial puede disolverse sin pasar por conflictos sociales significativos).

Lo único que tenemos que hacer es pasar de un movimiento colibrí mayoritariamente digital a una ofensiva que apunte a una desescalada tecnológica masiva, es decir, que contribuya a una transformación social indispensable y no a una tecnología alternativa…

Las granjas digitales ya se encuentran en la fase de prueba final.

Todo lo que tenemos que hacer es unirnos, levantarnos, recuperar la tierra a las máquinas.

 

 Ekintza Zuzena

Traducción adaptada y resumida del texto «Agricoltura 4.0 e nuovi OGM. La tecnoscienza all’assalto del vivente», publicado en el n.º 69 de Nunatak. Este artículo es a su vez fue extraído del libro del Atelier Paysan* «Reprendre la terre aux Machines. Manifeste pour une autonomie paysanne et alimentaire, Seuil, París, 2021».

*El Atelier PAysAn es una cooperativa de autoconstrucción de maquinaria para el campo, un «organismo de desarrollo agrícola y rural» que trabaja por «la generalización de una agroecología campesina, por un cambio radical y necesario del modelo agrícola y alimentario» (para más información: www.latelierpaysan.org).


NOTAS:

  1. Guillaume Pitron, La guerre des métaux rares. La face cachée de la transition énergétique et numérique, Le Liens qui Libèrent, Paris, 2018 ↩︎
  2. Cfr. Matthieu Amiech, Peut-on s’opposer à l’informatisation du monde?, «Terrestres», juin 2020. ↩︎
  3. Anna Bednik, Extractivisme. Exploitation industrielle de la nature: logiques, conséquences, résistances, Le Passage clandestin, Paris, 2016, p. 112. ↩︎
  4. Célia Izoard, Le bas-fonds du capital, «Z», n. 12, «Guyane. Trésors et conquêtes», autunno 2018, pp. 12-14. ↩︎
  5. Propuestas de Anders S.G. Anders e Tomas Edler, in On Global Electricity Usage of Communication Techlogy: Trends to 2030, «Challenges», n. 6, 2015, pp.117-157. Destacamos que estas estadísticas probablemente estén exageradas debido a la pandemia y el confinamiento. ↩︎
  6. Guillaume Pitron, La guerre des métaux rares, cit., p. 55, 26 e 22 (la última parte debe leerse como una advertencia a los políticos que firmaron el acuerdo de París sobre la lucha contra el calentamiento climático). ↩︎
  7. Les Colibris. Inspirado por el pensador y militante de la agroecología Pierre Rabhi, este movimiento que pregona la creación de una «sociedad de sobriedad feliz» se desarrolla en Francia desde hace unos años y multiplica las iniciativas. ↩︎
  8. Sobre la campaña contra los OGM, sobre las posiciones teóricas expresadas fuera y dentro de los tribunales, así como sobre el papel posterior de José Bové en su dilución ciudadanista, se puede leer en italiano: René Riesel, Sulla zattera della medusa. Il conflitto sugli ogm in Francia, Quattrocentoquindici, Torino, 2004 (NdT). ↩︎
  9. Literalmente «car back», referencia a Machine arrière! Des chances et des voies d’un soulèvement vital, Pièces et main d’oeuvre, marzo 2016, pièce détachée n. 77. ↩︎