A finales del pasado mes de octubre, el multimillonario sudafricano Elon Musk se convirtió en el dueño de Twitter,
tras comprar la empresa por 44.000 millones de dólares. De esta manera,
a golpe de talonario, se hizo con el medio de comunicación más
importante del mundo. A nadie se le escapa que Twitter es un lugar de
encuentro entre políticos, periodistas, empresas, sindicatos, colectivos
y organizaciones sociales y políticas, activistas, individualidades de
todo tipo y un largo etcétera. Esta red social tiene el poder de colocar
temas en la agenda pública y de moldear las opiniones de millones de
personas a base de hashtags. Por tanto, quién lo controla, qué
algoritmos utiliza para potenciar determinados mensajes, qué normas de
uso pone (dónde pone los límites) y cómo sanciona a las infractoras
puede ser determinante para influir en la política mundial.
¿Quién es Elon Musk?
“Bebé en bancarrota; parásito supremo; grano petulante;
beneficiario del Apartheid; besaculos de dictadores; oligarca fuera de
la ley; colonizador inseguro; cruel acumulador de riqueza; niño
mediocre; privilegio presurizado; pequeño racista; megalómano;
millonario inútil” – Mensaje proyectado sobre la fachada de la sede
de Twitter en San Francisco por algunas de sus trabajadoras el pasado
18 de noviembre
A estas alturas de la película, todo el mundo sabe quién es Elon Musk. Nacido en el seno de una familia rica en Sudáfrica que hizo su fortuna durante el Apartheid (“teníamos tanto dinero que no podíamos cerrar la caja fuerte”,
ha rememorado Musk alguna vez), emigró hace décadas a Canadá y
posteriormente a California, donde abrió varias empresas tecnológicas.
Se forró creando PayPal y desde entonces su dinero y fama han ido en
aumento, desarrollando los coches automatizados de Tesla y los cohetes
espaciales de SpaceX. Actualmente, a través de esta última empresa,
ostenta una importancia geopolítica considerable, pues sus satélites son vitales en conflictos como, por ejemplo, la Guerra de Ucrania.
Las salidas de tono y polémicas de Musk también son conocidas. Por
ejemplo, durante los primeros meses de la pandemia de la Covid-19 se
opuso fervientemente a los confinamientos sanitarios y solicitó que sus
trabajadoras siguieran acudiendo a las fábricas, aunque supusiera un
riesgo para su salud.
Pero quizás sea menos conocida su ideología política. Según relatan medios como The Guardian y Business Insider, Musk, al igual que el alemán Peter Thiel (cofundador de PayPal que abandonó Facebook para dedicarse a la reelección de Trump y que financia movimientos de extrema derecha en Europa) y otros jefazos de empresas tecnológicas de Silicon Valley, se creen dioses sobre la Tierra y su filosofía rectora se denomina “altruismo efectivo”.
Se trata de poner la ciencia al servicio del bien común y sus pilares
son el largoplacismo (priorizar el futuro lejano sobre el presente, lo
cual tiende a convertir a quienes lo practican en indiferentes al
sufrimiento de quienes les rodean), el transhumanismo (la creencia en la
evolución de la humanidad más allá de sus limitaciones biológicas a
través de la tecnología) y el pronatalismo.
El pronatalismo, vinculado al largoplacismo, busca solucionar los
problemas demográficos de la sociedad europea actual mediante la
reproducción a gran escala de quienes son genéticamente superiores (o
sea, ricos). Es decir, creen que los retoños de los grandes genios
(especialmente del sector tecnológico) van a ser más inteligentes que el
resto (además de mejor alimentados y educados que los hijos de la clase
obrera), por lo que el mundo sería mejor si el 1% mejor del planeta se
reprodujera a una velocidad superior y reemplazara al resto de la
humanidad. Musk ha puesto en práctica esta idea y actualmente tiene 10
hijos con mujeres diferentes.
Según explica un artículo del periodista Nafeed Ahmed,
esta ideología (desarrollada por profesores de las universidades de
Leibniz y Oxford que creen que en el futuro nos fusionaremos con
máquinas y eliminaremos los riesgos genéticos para asegurar la felicidad
de la mayoría), aunque puede ser minoritaria en el mundo, está teniendo
una enorme influencia
en los dirigentes de Facebook, Google, Amazon y Microsoft… y en la
Administración Biden. Incluso el podcaster de la Alt-Right, Joe Rogan
(conductor del podcast más escuchado del mundo), suscribe estas ideas.
Ahmed sitúa la compra de Twitter en una estrategia de potenciar esta
filosofía.
Por otra parte, el profesor Jaime Caro explica
que Musk, Thiel y su amigo Steve Jurvetson han calculado que el mercado
de la fertilidad mueve 78.000 millones de dólares y están invirtiendo
fuertemente en él con empresas como Genomic Prediction.
Consecuencias de la compra de Twitter
Una de las primeras medidas de Musk tras hacerse con Twitter fue
despedir a los principales cargos directivos de la empresa. Poco
después, los directores de publicidad, marketing y recursos humanos
anunciaron que se marchaban. A esto les siguieron los despidos masivos
de trabajadoras de la compañía en Estados Unidos, Europa y Asia. En
total, de las 7.500 personas que tenía en plantilla, a prácticamente la
mitad (3.700) se les ha comunicado su despido.
Algunas se enteraron cuando dejaron de tener acceso a los canales de
comunicación interna. En muchos casos, como en España, los despidos se
han llevado a cabo sin respetar la normativa de los ERE y posiblemente
sean nulos. Se calcula que estos despidos masivos, justificados como “necesarios” por las “pérdidas diarias de 4 millones de dólares que soporta la empresa”1
buscan ahorrar 1.000 millones de dólares anuales a Musk, cantidad que
se corresponde con la que el millonario tiene que devolver a los bancos
por los préstamos que adquirió para la compra de Twitter.
A mediados de noviembre, Musk envió un email a todos sus empleados en
el que les instaba a decidir si permanecían o no en la compañía,
dándoles un plazo de 36 horas para decidirse. En esta carta avisaba de
largas horas de trabajo a gran intensidad y les exigía compromiso con la
labor “extremadamente dura” para construir Twitter 2.0:
a partir de ahora se pondrá fin a la posibilidad de teletrabajar y se
trabajarán horas extra y en fines de semana. Y lo que es más grave,
varios de los empleados que han permanecido (la mayoría hombres) están
difundiendo, orgullosos, sus terribles condiciones laborales, como si se
tratara de un reto personal a superar: fotos durmiendo en sacos de
dormir en la oficina, cenas de mala calidad delante del ordenador, etc.
Por fortuna, muchas empleadas no han tolerado lo que denominan “la cultura tóxica de Musk en la empresa”. Según la revista Fortune,
cerca de 1.200 trabajadoras podrían haber abandonado la compañía. En
caso de confirmarse esta cifra, Twitter habría pasado, en menos de un
mes, de emplear a más de 7.000 trabajadores a tener sólo 2.000 personas
en plantilla. Esto provocó rumores de que la red social se podría apagar. #TwitterOff fue trending topic durante muchos días.
Twitter como oasis de la libertad de expresión
Según Musk, el objetivo de la compra de Twitter es la defensa de la
libertad de expresión. De hecho, se autoproclama “absolutista de la
libertad de expresión”. Movido por su endiosamiento, manifiesta estar a
disgusto con la censura que han sufrido miles de personas a las que se
les cerraron las cuentas – como Donald Trump (por incitar al asalto al Capitolio
del 6 de enero de 2021), la política Marjorie Taylor Greene (por
difundir bulos), el rapero Kanye West (por divulgar mensajes
antisemitas), milicias de extrema derecha, etc – y quiere solucionar,
individualmente (pues no concibe otras formas de trabajar) el problema.
Desde que Musk ha tomado las riendas de la red social, ésta ha
devuelto muchas de las cuentas que habían sido suspendidas
permanentemente a sus titulares, la mayoría de derechas. Entre los
readmitidos se encuentran Donald Trump (quien ha rechazado la oferta,
alegando que ha creado su propia red social, Truth Social y que, para
promocionarla, sólo informará desde ella). Además de la cuenta de Trump,
Musk también ha reactivado la cuenta del periódico conservador satírico
The Babyloon Bee, que concedió el título de “hombre del año” a
una mujer trans. O la del psicólogo Jordan B. Peterson, que también
publicó un tweet tránsfobo, en este caso contra el actor Elliot Page.
También ha recuperado la cuenta del rapero Kanye West, que había sido
excluido de la red por difundir mensajes antisemitas, racistas y
machistas. Al poco tiempo de recuperarla, West acudió a un programa de
televisión online de extrema derecha, Info Wars, donde dijo que “quería a los judíos, pero a Hitler también”. En España, sabandijas varias están luchando actualmente por la restauración de las cuentas de Estado de Alarma TV (el difusor de odio y bulos de Javier Negre) y del desinformador fascista Alvise Pérez.
Según una investigación del Centro para Contrarrestar el Odio Digital, el uso diario de la llamada “palabra que empieza por n” (n word)
para referirse despectivamente a personas negras bajo el reinado de
Elon I es el triple del promedio de 2022 y el uso de insultos contra
homosexuales y personas trans aumentó un 58% y un 62%, respectivamente. “Musk ha encendido la batseñal para atraer a racistas, misóginos y homófobos a Twitter y éstos han respondido a su llamamiento”, indicó el director de este Centro, Imrad Ahmed, a la CNN.
Sin embargo, la pretendida neutralidad y defensa de la libertad de
expresión de Musk no es tal. La realidad es que, mientras recupera
cuentas de extrema derecha, está eliminando perfiles antifascistas en
oleadas. Las últimas en sufrir esta censura fueron las compañeras del
colectivo anarquista CrimeThinc. Como explica un comunicado suyo: “El 24 de noviembre, un nacionalista blanco […] publicó
un tuit a favor de oleadas de eliminación de cuentas en Twitter. Elon
Musk le respondió, manifestando estar de acuerdo con él, y el troll
ultraderechista Andy Ngo le respondió, pidiendo expresamente que la
cuenta @crimethinc fuera borrada. Dos horas después, Musk lo hizo.
La cuenta @crimethinc se remonta a mayo de 2008. Nunca había sido
suspendida, ni había recibido ningún aviso, en 14 años. Ngo no facilitó
material nuevo, sino tuits de hace años. Otras usuarias de Twitter
fueron banneadas igualmente el mismo día.
El discurso de Musk de convertir Twitter en un foro de libertad
de expresión es una mentira. Musk compró Twitter para imponer su agenda
en la red social más influyente de todas, la cual se escapaba al control
de personas como él. […]
Mientras da la bienvenida a Donald Trump, supremacistas blancos y
fascistas a Twitter, Musk purga a quienes se oponen a sus aspiraciones
autoritarias. El objetivo tras silenciar nuestras voces es para allanar
el camino para otras formas de violencia.
Históricamente, siempre ha habido dirigentes que se han aliado
con la extrema derecha y el fascismo. En este sentido, Elon Musk sigue
los pasos de Henry Ford, promocionando a reaccionaros que le ayuda
explícitamente para atacar a movimientos populares. Y, como ocurría en
los tiempos de Ford, el resto de los dirigentes, incluyendo centristas y
progresistas, esperan beneficiarse del silenciamiento de las voces
disidentes sin mancharse las manos.
Esto es posible, en parte, porque la mayoría de empleadas de
Twitter han dimitido o han sido despedidas. Un gran número de las que
permanecen dependen de sus visados de trabajo para permanecer en Estados
Unidos, un ejemplo sombrío de cómo las fronteras sirven para imponer su
agenda sobre sus empleadas, incluso las que ganan bastante dinero.
Cuando Musk dice que está construyendo Twitter 2.0, se refiere a
la transición del Internet original – foros, Indymedia y un modelo
abierto y más o menos participativo – a una nueva red mundial, en la que
todas las interacciones están afectadas por los algoritmos de una
oligarquía de jefes tecnológicos. Lo que ya ha ocurrido con Facebook e
Instagram está ocurriendo actualmente con Twitter y es la consecuencia
inevitable de la dependencia que tenemos en redes sociales creadas por
corporaciones”.
Toda nuestra solidaridad con las compañeras silenciadas.
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1En el programa 2×38 del podcast La Base, Sara Serrano explica que “en
el primer trimestre de 2022, Twitter acumuló beneficios por más de 500
millones de dólares, multiplicando por siete las ganancias del mismo
periodo del año anterior. Además, en los últimos 12 meses sólo se ha
devaluado un 1% en bolsa. Esto contrasta enormemente con las fuertes
caídas en el mercado de valores de otras grandes tecnológicas, como
Meta, con una caída del 70% y Amazon que se devaluó un 97%”.
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